Su sangre y su justicia
El himno Christi Blut und Gerechtigkeit fue escrito por Nikolaus Ludwig von Zinzendorf entre 1735 y 1739.
24 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 22:10
Uno de los más grandes misioneros de todas las épocas, y el individuo que hizo más por el avance de la causa de las misiones protestantes durante el siglo dieciocho fue un noble alemán: el conde Nikolaus Ludwig von Zinzendorf.
Tuvo una influencia poderosa en los comienzos del cristianismo protestante, que en muchos aspectos igualó o superó a la de sus amigos John Wesley y George Whitefield.
Inició el evangelismo ecuménico, fundó la Iglesia Morava y escribió muchos himnos; pero, por encima de todo, impulsó un movimiento misionero mundial que preparó la escena para Guillermo Carey y el “Gran Siglo” en las misiones que vino posteriormente.
Zinzendorf nació en 1700 en una familia rica y noble. La muerte de su padre y el nuevo matrimonio de su madre hizo que quedara al cuidado de su abuela y de su tía, las cuales lo criaron. Su ferviente pietismo evangélico inclinaba su corazón a los asuntos espirituales. Su primera enseñanza fue reforzada por su educación.
A la edad de diez años fue enviado a estudiar a Halle, donde recibió la inspiradora enseñanza del gran pietista luterano August Hermann Francke.
Allí Zinzendorf se reunió con otros jóvenes devotos, y de su asociación surgió la “Orden del Grano de Mostaza”, una hermandad cristiana dedicada a amar a “toda la familia humana” y a la propagación del evangelio. De Halle, Zinzendorf fue a Wittenberg a estudiar derecho como preparación para la carrera de estadista, única vocación aceptable para un noble.
Pero él no estaba contento con lo que le deparaba el futuro. Anhelaba entrar al ministerio cristiano, pero la ruptura de la tradición familiar parecía imposible.
La cuestión lo abrumó hasta 1719, cuando un incidente, durante una gira por Europa, cambió el curso de su vida. En una visita a una galería de arte, vio una pintura (el Ecce Homo de Domenico Fetti) que mostraba a Cristo sufriendo el dolor producido por la corona de espinas, y una Inscripción que decía: “Yo hice todo esto por ti, ¿qué haces tú por mí?”.
Desde ese instante, Zinzendorf supo que nunca podría ser feliz viviendo al estilo de la nobleza. A pesar del precio que tendría que pagar, buscaría una vida de servicio al Salvador que había sufrido tanto por salvarlo. (Fragmento del libro “Hasta lo último de la tierra” de Ruth A. Tucker).
El himno Christi Blut und Gerechtigkeit fue escrito por Nikolaus Ludwig von Zinzendorf entre 1735 y 1739 y traducido parcialmente al inglés por John Wesley en 1740. En esta ocasión ha sido traducido en su totalidad por Andrés D. Messmer y Julia Palomino, corregido por José U. Hutter y adaptado por Santiago Míguez de la Rosa.
La versión que tenemos el placer de presentar, es la reducida a 12 estrofas acompañada en la primera de ellas por los acordes para guitarra, instrumento habitual en nuestras iglesias.
Esperamos que sea útil para volver a ser empleada en el culto público para la gloria de Dios, la edificación de la iglesia de Cristo y la obra del Espíritu Santo en los oyentes. La versión íntegra se incluye a modo de referencia.
SU SANGRE Y SU JUSTICIA (versión reducida)
Letra: Nikolaus Graf Ludwig von Zinzendorf, 1735-1739. Traducción: Andrés D. Messmer y Julia Palomino.Corrección: José U. Hutter, 2015. Adaptación: Santiago Míguez de la Rosa, 2015. Música: Nikolaus Herman 1551.
Rem Sib Fa
Su sangre y su justicia son
Sib Do Rem
mis ropas y mi galardón;
Re Lam Fa Do Rem
y así vestido quiero estar
Sol Rem Sib Do Re9 Re
cuando ante Dios me vaya a hallar.
Y aunque haya de comparecer
no habrá denuncia que temer,
mi culpa ha sido absuelta ya,
y en Cristo, ¿quién me acusará?
La multa cuelga de la cruz
y el diablo allí la ve, a la luz;
el pacto antiguo lo rasgó
el clavo que al Cordero hirió.
Mi sangre no es honor capaz
de rescatarme y darme paz,
y aunque su pacto transgredí,
ya no hay demanda contra mí.
Ahora veo al que murió,
Cordero santo que sufrió
tronco áspero desgarrador
y reconozco a mi Señor.
Su sangre tiene tal valor
que es bien cual no hay otro mayor,
tesoro de una inmensidad
que durará la eternidad.
Y si preguntan por mi ajuar
cual se hace al que se va a casar,
respondo que desnudo hui
del diablo y a Jesús vestí.
Mi hermoso traje he de guarda
pues su ralea es singular;
la sangre de nuestro Señor
conserva intacto su esplendor.
Bendito seas, Emanuel,
que siendo Dios vestiste piel;
pagaste por la humanidad
rescate por la eternidad.
Ayuda al que ha de predicar
y al que desea abandonar
la fosa, y como pecador
hallar refugio en ti, Señor.
Glorioso Jesucristo Rey,
apiádate de nuestra grey,
bendice al que de ti va en pos,
Hijo unigénito de Dios.
Y quiero que por mi elección
por gracia, sea el galardón
tu sangre y ser vestido así
de tu justicia puesta en mí.
SU SANGRE Y SU JUSTICIA
Letra: Nikolaus Graf Ludwig von Zinzendorf, 1735-1739. Traducción: Andrés D. Messmer y Julia Palomino.Corrección: José U. Hutter, 2015. Adaptación: Santiago Míguez de la Rosa, 2015. Música: Nikolaus Herman 1551.
Su sangre y su justicia son
mis ropas y mi galardón;
y así vestido quiero estar
cuando ante Dios me vaya a hallar.
Y aunque haya de comparecer
no habrá denuncia que temer,
mi culpa ha sido absuelta ya,
y en Cristo, ¿quién me acusará?
La multa cuelga de la cruz
y el diablo allí la ve, a la luz;
el pacto antiguo lo rasgó
el clavo que al Cordero hirió.
Mi sangre no es honor capaz
de rescatarme y darme paz,
y aunque su pacto transgredí,
ya no hay demanda contra mí.
El diablo en su retribución
exige la crucifixión;
las almas que él así perdió
el Salvador las rescató.
Yo sé que el diablo puede ver
que justamente ha de perder
a aquellos que estando en prisión
reciban justificación.
Ahora veo al que murió,
Cordero santo que sufrió
tronco áspero desgarrador
y reconozco a mi Señor.
Su sangre tiene tal valor
que es bien cual no hay otro mayor,
tesoro de una inmensidad
que durará la eternidad.
Aunque llegasen a aumentar
los pecadores como el mar
el diablo obtuvo su jornal
y él ase en vano su caudal.
La escolta de la eternidad,
hueste incesante, sin maldad,
jamás vendrá a condenación
pues se ha pagado su sanción.
Al justo Dios lo propició
la sangre que Jesús vertió,
ante él sería vano afán
si hubiese sido herido Adán.
Así no habría culpa más,
mas se reiría Satanás;
no habría imagen del Señor:
ser redimidos es mejor.
Ahora han de testificar
de que en el cielo quiero entrar
los hombres y ángeles también
que desde el cielo dan su amén.
Si por la gracia del Señor
llegase a ser fiel servidor,
si el mal llegase a resistir,
si no pecase hasta morir,
al verlos en la eternidad
no pensaré ya en mi piedad,
verán a un pecador llegar,
por el rescate, dentro a estar.
Allí el padre Abraham honor
junto a los santos da al Señor,
y si en su libro miran, ven
que pecadores son también.
Y si preguntan por mi ajuar
cual se hace al que se va a casar,
respondo que desnudo huí
del diablo y a Jesús vestí.
Mi hermoso traje he de guardar
pues su ralea es singular;
la sangre de nuestro Señor
conserva intacto su esplendor.
Cuando pregunten al final
qué hice en la vida terrenal,
doy gracias a nuestro Señor,
si algo hice, lo hice por amor.
Sabía que su inmolación
lavaba con su inundación
y no hay por qué ceder al mal,
fue mi alegría idea tal.
Si un mal deseo vi nacer,
gracias a Dios, no hay que ceder
y dije a la avaricia: no;
por esto Cristo, cruz sufrió.
Y no hubo más confrontación,
fue este consejo solución:
lo expuse ante mi Dios tal cual,
y así logré quitarme el mal.
E igual que el diablo al ver su luz
es espantado por la cruz,
aquello que no alaba a Dios
lo alejo de la cruz en pos.
Los santos se alborozarán
y entonces todos cantarán;
y para mi felicidad,
será en espíritu y en verdad:
Solo al Cordero he de adorar,
pues fue inmolado en mi lugar
y así el pecado desterró
y Dios en él nos aceptó.
Y mientras viva he de ayudar,
mi corazón y mente dar
a todo el pueblo del Señor,
a los cristianos, por amor,
pues el Altísimo mostró,
cuando el Amado padeció,
amor tan alto que no hay ser
que lo consiga comprender.
Vosotros, hijos del perdón:
os pido con el corazón
que en la carrera terrenal
os fieis de Cristo hasta el final.
Maestros en particular:
sobre su sangre hay que enseñar
o nada se conseguirá;
vacía el alma quedará.
Bendito seas, Emanuel,
que siendo Dios vestiste piel;
pagaste por la humanidad
rescate por la eternidad.
Ayuda al que ha de predicar
y al que desea abandonar
la fosa, y como pecador
hallar refugio en ti, Señor.
Glorioso Jesucristo Rey,
apiádate de nuestra grey,
bendice al que de ti va en pos,
Hijo unigénito de Dios.
Y quiero que por mi elección
por gracia, sea el galardón
tu sangre y ser vestido así
de tu justicia puesta en mí.
Esta es la versión original:
Para conocer la biografía del autor del himno, recomendamos leer aquí.
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