Comentario expositivo y práctico de toda la Biblia: Joel, Amós y Abdías, de Matthew Henry

Un fragmento de "Comentario expositivo y práctico de toda la Biblia: Joel, Amós y Abdías" de Matthew Henry (2016, Editorial Peregrino).

15 DE SEPTIEMBRE DE 2016 · 17:55

Detalle de la portada del libro. ,matthew henry, joel, abdías
Detalle de la portada del libro.

Un fragmento de "Comentario expositivo y práctico de toda la Biblia: Joel, Amós y Abdías" de Matthew Henry (2016, Editorial Peregrino). Puede saber más sobre el libro aquí

 

JOEL 2

Bosquejo del capítulo

En este capítulo tenemos:

I. Una descripción adicional de aquella terrible desolación que sería hecha en la tierra de Judá por las langostas y las orugas (cf. vv. 1-11).

II. Un serio llamamiento al pueblo, que se encontraba bajo este doloroso juicio, a volverse y arrepentirse, a ayunar y orar, y a buscar a Dios para alcanzar misericordia, con algunas directrices para hacerlo correctamente (cf. vv. 12-17).

 

Portada del libro.

III. Una promesa de que, sobre la base de su arrepentimiento, Dios removería el juicio, repararía las brechas que este había abierto en ellos, y les restauraría una abundancia de todas las buenas cosas (cf. vv. 18-27). IV. Una predicción del establecimiento del Reino del Mesías en el mundo, por el derramamiento del Espíritu en los últimos días (cf. vv. 28-32). De este modo, el comienzo del capítulo se vuelve terrible con las muestras de la ira de Dios, pero el final se vuelve muy consolador con las promesas de su favor, siendo en el camino del arrepentimiento donde se produce este bendito cambio; así pues, aunque es solamente el último párrafo del capítulo el que apunta directamente a los tiempos del evangelio, todo al completo puede utilizarse como un tipo y figura que representa las maldiciones de la ley que caen sobre los hombres por sus pecados, y los consuelos del evangelio que fluyen hacia ellos por su arrepentimiento.

 

Amenazas de juicio (720 a. C.)

Joel 2:1-11

Aquí tenemos a Dios contendiendo con su propio pueblo profesante a causa de sus pecados, y ejecutando sobre ellos el juicio escrito en la ley: Toda tu arboleda y el fruto de tu tierra serán consumidos por la langosta (Dt. 28:42), la cual fue una de las plagas de Egipto que Dios traería sobre ellos (cf. Dt. 28:60).

I. Aquí tenemos proclamada la guerra: Tocad trompeta en Sion (v. 1), bien para llamar a unirse al ejército invasor, en cuyo caso el sonido de la trompeta sería para el ataque, o más bien para notificar a Judá y a Jerusalén la proximidad del juicio, para que se prepararan para venir al encuentro de su Dios (Am. 4:12) en el camino de sus juicios, e intentaran con oraciones y lágrimas, la mejor artillería de la Iglesia, evitar la embestida. Era ocupación de los sacerdotes tocar las trompetas (cf. Nm. 10:8), tanto para invocar a Dios en el día de la angustia como para reunir a todo el pueblo para buscar su rostro. Adviértase: es trabajo de los ministros advertir, desde la Palabra de Dios, de las fatales consecuencias del pecado, y de la ira de Dios, que se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres (Ro. 1:18). Y aunque no es privilegio de Sion ni de Jerusalén estar exentos de los juicios de Dios, si ellos lo provocan, es su privilegio estar advertidos de los mismos, de modo que puedan hacer las paces con él. Aun en el santo monte debe sonar la alarma, y entonces el sonido es más terrible (cf. Am. 3:2). Ahora bien, ¿se tocará la trompeta en la ciudad, en la ciudad santa, y no se alborotará el pueblo? (Am. 3:6). Seguramente lo hará. Tiemblen todos los moradores de la tierra (v. 1); temblarán por el juicio mismo y, por tanto, temblarán también ante la alarma por él.

II. Aquí tenemos una idea general del día de la batalla, que viene y está cercano (v. 1), y que no puede ser evitado. Es el día de Jehová (v. 1), el día de su juicio, en el que Dios mismo se manifestará y magnificará. Es un día de tinieblas y de oscuridad (v. 2), literalmente, porque los enjambres de langostas y orugas son tan grandes y tan espesos que oscurecen el cielo (cf. Éx. 10:15), o más bien, figuradamente; será un tiempo melancólico de dolorosa aflicción. Y vendrá como sobre los montes se extiende el alba (v. 2); las tinieblas de este día vendrán tan repentinamente como la luz de la mañana, de forma tan irresistible, y se extenderá y crecerá como la luz de la mañana.

III. Aquí tenemos al ejército completamente preparado: son un pueblo grande y fuerte (v. 2). Cualquiera que vea el gran número de langostas y orugas que destruirán la tierra dirá (igual que nosotros somos más afectados cuando algo está presente): Semejante a él no lo hubo jamás, ni después de él lo habrá (v. 2). Adviértase: los juicios extraordinarios son inusuales, y rara vez suceden, lo cual es una muestra de la paciencia de Dios. Dios anegó el mundo una vez, pero prometió no hacerlo nunca más (cf. Gn. 9:15). El ejército es descrito como:

    1. Muy audaz y atrevido: como caballos (v. 4), como caballos de guerra que corren a la batalla y no temen (Job 39:22); y como gente de a caballo que también correrán (v. 4), como impulsados con un fuego y una furia marciales. Algunos de los antiguos han observado que la cabeza de una langosta es muy parecida, en su forma, a la cabeza del caballo.

    2. Muy ruidoso y estruendoso, como estruendo de carros, de muchos carros cuando avanzan furiosamente rodando sobre la tierra, saltando sobre las cumbres de los montes (v. 5). De aquí está tomada en parte la descripción de las langostas que ve el apóstol Juan surgir del pozo del abismo: El aspecto de las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra […] el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros de caballos corriendo a la batalla (Ap. 9:7,9). Los historiadores nos dicen que el ruido producido por los enjambres de langostas en aquellos países que fueron infestados por las mismas era oído, a veces, hasta una distancia de 9 km. Al ruido también se lo compara con un fuego rugiente: Como sonido de llama de fuego que consume hojarascas (v. 5), el cual es muy terrible porque es indicativo de una total devastación. Adviértase: cuando los juicios de Dios se manifiestan hacen un gran ruido; y es necesario que sea así para despertar a un mundo seguro y estúpido en cuanto a lo que debe hacer.

    3. Muy regular, guardando las filas en su marcha; aunque muy numeroso y codicioso del despojo, es como pueblo fuerte dispuesto para la batalla (v. 5). Cada cual marchará por su camino, y no torcerá su rumbo (v. 7), como si hubieran sido entrenados por la disciplina de la guerra a guardar su puesto y a observar a los que están a su izquierda y a su derecha. Ninguno estrechará a su compañero, cada uno irá por su carrera (v. 8). Su número y su rapidez no producirán confusión. Véase cómo Dios puede hacer que las criaturas actúen con orden, aunque no tengan razón para hacerlo, cuando planea que sirvan a sus propios propósitos. Y véase cuán necesario es que aquellos que son empleados en algún servicio para Dios lo hagan con orden, y guarden las filas, continuando diligentemente en sus propios trabajos y no interponiéndose en los caminos de los demás.

    4. Muy rápido; como gente de a caballo correrán (v. 4), como valientes correrán (v. 7), como hombres fuertes; se lanzan sobre la ciudad, corren por la muralla (v. 9 LBLA). Cuando envía sus órdenes a la tierra; su palabra corre velozmente (Sal. 147:15 LBLA). Los ángeles tienen alas (y también las langostas) cuando Dios hace uso de ellos.

 

IV. Aquí tenemos la terrible ejecución hecha por este formidable ejército.

    1. En el campo. Si se mira al ejército de frente, se verá un fuego que devora todo ante él: Delante de él consumirá fuego (v. 3). Si se mira a la retaguardia, se verá a los que vienen detrás tan furiosos como los de la vanguardia: Tras de él abrasará llama (v. 3). Cuando hayan pasado, se verá la destrucción que han hecho. Si miramos los campos que aún no han sido invadidos, como el huerto del Edén será la tierra delante de él (v. 3), agradables a los ojos y llenos de buenos frutos; son el orgullo y la gloria del campo. Pero si miramos los campos que han sido devorados, quedarán detrás de él como desierto asolado (v. 3); nadie pensaría en lo que eran antes, ni incluso en lo que habían sido el día anterior, ni en lo que serán en el día de mañana; ni tampoco habrá quien de él escape (v. 3), nada de lo que pueda servirle de alimento. Por tanto, que nadie se muestre orgulloso de la hermosura de sus tierras como tampoco de sus cuerpos, porque Dios puede pronto cambiar la faz de ambos.

    2. En la ciudad. Subirán el muro (v. 7), subirán por las casas, y entrarán por las ventanas a manera de ladrones (v. 9); cuando las langostas invadieron Egipto, llenaron las casas de Faraón y las casas de sus siervos (Éx. 10:5-6). Las langostas del pozo del abismo (Ap. 9:1-2), los emisarios de Satanás, los enviados del hombre de pecado (2 Ts. 2:3), hacen como estas langostas. También los juicios de Dios, cuando vienen para ejecutarse, no pueden evitarse con barras ni cerrojos; encontrarán o forzarán su camino.

 

V. Aquí tenemos las impresiones que producirían en las personas. Verían que sería inútil oponerse a ellos. Estos enemigos son invulnerables y, por tanto, irresistibles: Y aun cayendo sobre la espada no se herirán (v. 8). Y aquellos que no pueden ser heridos, no pueden ser detenidos; por tanto, delante de él temerán los pueblos (v. 6), como los mercaderes se apenan por sus naves cuando oyen que han caído en poder de una escuadra de barcos enemigos. «Unos tendrán temor por sus campos, otros por sus viñedos, y se pondrán negros todos los semblantes (v. 6 VRJ)», lo que denota la mayor consternación imaginable. Los hombres atemorizados palidecen, pero los hombres desesperados se ennegrecen; la blancura de un susto repentino, cuando este permanece, se cambia en negrura. Lo que sirve para nuestro orgullo y placer, Dios puede pronto convertirlo en nuestro dolor. El terror que dominaría el país se describe con expresiones figuradas: Delante de él temblará la tierra, se estremecerán los cielos (v. 10); incluso los corazones que parecían impertérritos, tan firmes que nada podría asustarlos, tan inamovibles como el Cielo o la tierra, se llenarán de asombro. O cuando a los habitantes de la tierra se los haga temblar, les parecerá que todo tiembla alrededor de ellos. A causa de la prevalencia de sus temores, o por la falta de los sustentos para la vida que acostumbraban a tener, sus ojos se oscurecerán y su vista les fallará, y les parecerá que el sol y la luna (v. 10) también se oscurecen, y las estrellas retraen su resplandor (v. 10). Adviértase: cuando Dios frunce el ceño contra los hombres, las luces del cielo les servirán de poco gozo; porque el hombre, al rebelarse contra su Creador, pierde el beneficio de todas las criaturas. Pero, aunque esto puede ser entendido figuradamente, llegará un día en que tendrá un cumplimiento literal, cuando los cielos se desvanezcan como un pergamino que se enrolla (Ap. 6:14), y la tierra y las obras que en ella hay sean quemadas (2 P. 3:10). Los juicios particulares deberían alertarnos en cuanto al juicio general.

 

VI. Aquí se nos dirige a mirar al que es el Comandante en Jefe de este formidable ejército, y ese es Dios mismo (cf. v. 11). Es su ejército; es su campamento. Él lo ha levantado; él lo ha comisionado; él dará su orden delante de su ejército, de igual modo que los generales ordenan a los suyos lo que deben hacer y hablan para animar a los soldados; es el Señor quien da la orden a todos aquellos animales, los cuales la observan estrictamente. Algunos piensan que con este enjambre de langostas Dios hizo resonar un terrible trueno, porque a eso se le llama la voz del Señor (cf. Job 37:5; Éx. 19:19), y fue otra de las plagas de Egipto, y esto hizo que los cielos y la tierra temblaran (cf. Éx. 9:23). Es el día de Jehová (como se lo llama en el v. 1), porque estamos seguros de que en esta guerra él gana la victoria; es preciso que lo sea, porque muy grande y numeroso es su campamento (v. 11). A aquellos contra los que hace la guerra, él puede, como aquí, sobrepasar en número; y aquel a quien emplea para ejecutar su palabra, como el ministro de su justicia, debe estar seguro de que será hecho fuerte y par negotio (a la altura de lo que emprende); a aquel a quien Dios comisiona, lo ciñe con poder para ejecutar su comisión. Y esto hace que el gran día de Jehová sea muy terrible para todos aquellos que serán hechos entonces los monumentos de su justicia, pues ¿quién podrá soportarlo? Nadie podrá escapar cuando se encienda la ira de Dios, nadie podrá ganar terreno contra la fuerza de la misma, ni soportar su peso (cf. 1 S. 6:20; Sal. 76:7).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Fragmentos - Comentario expositivo y práctico de toda la Biblia: Joel, Amós y Abdías, de Matthew Henry