Para entender la teología, de Rigoberto M. Gálvez

Tres luces alumbran todo el camino recorrido de este escrito: La Biblia, la Reforma Protestante y los teólogos de ayer y hoy que han recorrido los caminos de la teología ortodoxa, con apertura y sensatez.

22 DE JULIO DE 2016 · 05:50

Detalle de la portada del libro.,
Detalle de la portada del libro.

Un fragmento de “Para entender la teología”, Rigoberto M. Gávez (Clie, 2016). Puedes saber más sobre el libro aquí.
 

Introducción

Nuestro propósito es lograr que nuestros lectores obtengan un pleno entendimiento de la teología, que saboreen los frutos dulces de una sana teología. Desafiar a todos los creyentes, a los ministros, a los profesionales de las distintas ciencias para que se interesen en el estudio de la teología.

También nos proponemos animar, de manera precisa, a los estudiantes de teología, a los educadores teológicos y a los teólogos para que revisemos qué clase de teología es la que estamos aprendiendo y, a la vez, enseñando. Recordarles, con respeto, entre otras cuestiones, que es nuestra santa obligación "… contender ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos" (LBLA Judas, 1:3).

Para ese propósito, abordaremos los aspectos relacionados con la naturaleza de la teología. Nos aproximaremos a la cuestión de la cientificidad de la teología. Veremos las diversas perspectivas de la vivencia teológica, desde la cual se habla sobre la teología. Luego daremos a conocer la utilidad de la teología y su labor. Señalaremos los aspectos que tienen relación con la vulnerabilidad de la teología.

Finalmente, abordaremos la singularidad de la teología cristiana y la teología de las religiones. Cada una de estas siete partes contiene siete subtemas cada una, intentando lograr un balance entre contenido, extensión y utilidad.

Nuestra perspectiva es desde la teología cristiana evangélica. Es decir, si es teología tiene que ser teocéntrica… pero no de cualquier theos, sino del que tiene la centralidad y la supremacía de la revelación como el Dios absoluto y personal cuyo nombre es «Yo soy el que soy». Si es cristiana es Cristo-céntrica y si es evangélica, se antepone el Evangelio a lo regional.

Decimos con sencillez, sin pretensiones y sin hieles, que nuestro interés es ir por el camino de la teología evangélica bíblica, no por atajos, apoyándonos sobre los presupuestos fundamentales de la Reforma Protestante, sin perder de vista nuestro contexto latinoamericano.

Decidimos lanzarnos a la arena teológica, tomando conciencia que la mejor forma de avanzar no es el irenismo teológico, que en nombre de la paz, no hace distinciones, sino concesiones en detrimento de la verdad. Y, lo que nos mueve es, precisamente, el amor por la verdad de Jesucristo, el amor al prójimo y el hacer la voluntad del Señor: «El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta» (Juan 7:17).

Estamos conscientes de nuestras propias limitaciones. Todo lo que la teología pueda decir acerca de Dios es apenas un balbuceo ante la vasta sabiduría, el infinito conocimiento y la inagotable verdad divina: ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?» (Romanos 11:33-34).

Aunque estamos cobijados por la gracia de Dios, nuestras limitaciones se muestran a semejanza de la desnudez de Adán y Eva después que pecaron. Se cubrieron a medias con hojas de higuera. No queremos caer en el engaño del rey desnudo que se presentó frente a las multitudes, creyendo que estaba vestido con un traje especial que solo los inteligentes podían verlo, cuando en realidad estaba desnudo a la vista de todos, tornándose en objeto de risas burlonas. Creemos que el Señor se nos ha revelado, nos ha buscado y nos ha vestido con su justicia, su gracia, su misericordia y su amor en Cristo. Por eso podemos ver aunque sea como por espejo o como por el ojo de una cerradura.

Estamos de acuerdo en que toda perspectiva teológica, todo sistema teológico, tienen algún punto ciego. Aunque pretendan ser imparciales, no lo son, se percaten de ello o no los teólogos. Como dice González «… cuando se trata de detectar tendencias o aun prejuicios en un sistema teológico que difiera de las normas establecidas, hay que tomar en cuenta que tales normas conllevan sus propias tendencias y sus propios prejuicios» (1). ¡Bien! al fin y al cabo a todos los teólogos nos dan hipo. Con todo, sabemos que el tener puntos de referencia seguros, luces que nos iluminen el camino, nos ayudará hacer nuestra aproximación lo más certera posible.

Tres luces alumbran todo el camino recorrido de este escrito: La Biblia, la Reforma Protestante del siglo XVI y los teólogos de ayer y hoy que han recorrido los caminos de la teología ortodoxa, en el buen sentido de la palabra, pero con apertura y sensatez.

En cuanto a la primera luz, es de primerísima importancia. No tenemos otros escritos y relatos inspirados que nos hablen con más detalle de la auto-revelación de Dios. Revelación concedida al pueblo de Israel y que alcanza su culmen en Jesucristo, quien es la máxima revelación de Dios. De esta acción divina fueron recipiendarios y testigos los primeros profetas, los apóstoles, los diáconos, los evangelistas, los pastores y los doctores.

Estos registros están en la Biblia, por lo que tienen carácter vinculante. La Biblia es la norma de las normas. Para la teología evangélica es obligatoria la palabra de Dios escrita como asidero.

La segunda luz es la Reforma del siglo XVI. Es ineludible. Su teología se ve, saludablemente, obligada a volver la mirada a los fundamentos. Sus presupuestos esenciales regresan a la fuente de las Sagradas Escrituras, (En algunos casos, la teología se asemeja a esos juegos de mesa, en los que cuando a uno le toca la casilla equivocada tiene que regresar al comienzo del juego).

Los reformadores con valentía y visión se dieron cuenta que no importaba el camino recorrido. Había que regresar al principio y comenzar de nuevo. Si esta reforma no hubiera ocurrido, no estaríamos conscientes de la conectividad necesaria con el Jesucristo de la Biblia y la importancia de la fe para conocer la revelación de Dios. Estaríamos hoy, sumergidos, en la ignorancia generalizada de la Iglesia Medieval, época del oscurantismo en cuanto a las verdades gruesas de la fe cristiana. Por consiguiente, es imposible evadirla.

La tercera luz proviene del pensamiento de los teólogos paradigmáticos de distintas épocas, nacionalidades, caracteres y talantes; incluyendo algunos latinoamericanos que han abordado, de alguna manera, esta temática sin negociar las verdades esenciales de la revelación cristiana y que han contribuido al desarrollo de la teología cristiana en sus respectivos contextos, sumando riqueza a la historia de los caminos teológicos recorridos hasta hoy.

Al alinearse esas tres luces podemos avanzar hacia una revisión urgente de la teología, para que sea una teología reveladora, viva, pertinente, orientadora, práctica, útil, y auxiliadora.

Estamos conscientes que la teología es un comenzar de nuevo, es un avivar de nuevo, tomando nuevas perspectivas, pero siempre sobre los mismos cimientos. A comienzos del siglo XX, un teólogo visionario habló sobre la necesidad de un despertamiento teológico que conduzca a que el pensamiento se convierta en un medio por el cual se escuche la voz que viene «del más allá», reafirmando la primacía de la revelación en la teología, el tema de la misma y su aplicación a situaciones concretas». (2)

De manera justa, en la época actual, se necesita más presencia de la teología en todas las esferas y en los diversos niveles de conocimiento, en los que se desempeña, de cara a una aplicación concreta, influyendo en la configuración del ámbito teológico, eclesial, pastoral, misionológico, social.

Desde afuera la teología cristiana evangélica tiene una connotación puramente religiosa, más que todo un sistema de conocimiento. Si bien es cierto ha crecido un poco el interés por la teología, y ha sido aceptada de nuevo en las aulas universitarias, es necesario profundizar en ella; conocerla con detenimiento desde sus diferentes aristas: su particularidad, su parte científica, sus peligros, su existencia, su quehacer, su fragilidad, su singularidad frente a las nuevas corrientes teológicas.

Otro detalle lastimoso es que los mismos estudiantes de teología son imbuidos, desde el principio, en la teología sistemática, histórica, bíblica, y práctica, sin una amplia preparación previa en los presupuestos cardinales de la teología evangélica, que resulta ser esencial para el quehacer teológico. Este es otro de los motivos por el cual se ha escrito este libro.

Presentamos una definición de teología y una propuesta metodológica que intentan ser integrativas, procurando encontrar un balance entre la espiritualidad, la investigación, la práctica y el contexto.

Rigoberto Gálvez

 

(1) Justo González, Teología liberadora, p. 7, Kairós, Buenos Aires, 2006.

(2) Juan Mackay, Prefacio a la teología cristiana, p. 27ss, Cupsa, México, 1984.

 

CAPÍTULO I

La naturaleza de la teología

La naturaleza de la teología se relaciona con su definición, sus fundamentos, su objeto de estudio, su método, su estructura, sus características y sus desafíos inherentes.

1. ¿Qué es la teología?

a) Origen y evolución del concepto teología

El término «teología» es de origen no cristiano. No es una creación teológica. Teología como palabra y como concepto, pertenecía al pensamiento griego. Aparece por primera vez en los escritos de Platón, quien lo aplica a los mitos y leyendas e historias de los dioses (1). De manera, pues, que los datos que se han rastreado arrojan luz en cuanto a la ligazón del término «theologhía» con el mito griego: «Homero y Hesiodo son llamados «theologoi» por su actividad peculiar de componer y contar los mitos» (2).

En la filosofía de Aristóteles se encuentra en uso el término teología con una connotación distinta de una concepción religiosa. Aristóteles la identifica más bien con la metafísica en cuanto «philosophia perennis», como la ciencia de las cosas divinas o inmateriales, ciencia del ser en cuanto al ser (3).

Con este trasfondo, al principio, los padres de la iglesia y los pensadores cristianos, mostraron desconfianza al término «teología» que señalaba la teología mítica de los poetas (4). De manera gradual, tanto en el oriente como en el occidente, fue imponiéndose el uso cristiano del concepto teología (5).

Pero no debemos rasgarnos las vestiduras por el origen de la palabra teología, sino aceptarlo con humildad, al igual que Jerusalén tuvo que reconocer que su origen y su nacimiento se dan en la tierra de Canaán; que su padre fue un amorreo y su madre una hitita. Con todo y eso la misericordia de Dios la transformó en la niña de sus ojos.

No debemos olvidar, que ya en el pueblo hebreo existía «un hablar acerca de Dios» aunque no en el sentido formal del concepto teología. Ese hablar de Dios ocurre en respuesta a la revelación de Dios a su pueblo por medio de la ley, las promesas y los profetas. En el Nuevo Testamento la palabra teología se rastrea en el sentido etimológico. Están las dos palabras que componen dicho concepto: Theos que significa Dios y Logos palabra, verbo, discurso. Por eso se define etimológicamente como «discurso acerca de Dios (6). Pero no debe entenderse solamente como discurso sobre Dios, sino como un discurso cristiano sobre Dios, puesto que muchas religiones, seudo-religiones, hablan de «Dios»: «Si la teología significa el discurso fundamental sobre Dios, la teología cristiana es el discurso cristiano sobre Dios. Esta afirmación es correcta, pero requiere una aclaración. En efecto ni la Biblia, ni los padres apostólicos hablan de teología, solo con reservas se va imponiendo un uso cristiano de la palabra teología» (7).

Lo interesante es que la teología cristiana se aparta de las religiones paganas en cuanto al concepto de lo sagrado. Desde su origen se constituye en una especie aparte, que se encierra dentro de un espacio determinado. Coloca una frontera en la que más allá, todo es profano, pagano o común. Pero «el cristianismo destruye totalmente las barreras que hacían de la «religión» un enclave en el mundo…» (8). A los hombres paganos los transforma en auténticos cristianos.

b) Definiciones de teología en el correr de la historia

1. En las distintas épocas

A la luz de la historia de la teología, a lo largo de dos mil años, existen varias definiciones que reflejan diversos enfoques, la complejidad de sus contenidos y la misma evolución del concepto. En la Época Antigua los padres griegos identificaban a la teología con la doctrina de la Trinidad. En la Edad Media, en general, se le identificaba con la sacra doctrina. En la Reforma Protestante del siglo XVI se le define como «la revelación de Dios en la cruz de Cristo».

 

(1) H. Fries, Conceptos fundamentales de teología II, p. 2, 743. Cristiandad, Madrid, 1979.

(2) René Latourelle, Teología fundamental, p. 1411, Paulinas, Madrid, 1992.

(3) Wolfhart Pannenberg, Teoría de la ciencia y la teología, p. 15, Europa, Madrid, 1981.

(4) Ibíd., p. 20.

(5) R. Latourelle, R. Fisichella, Diccionario de teología fundamental, p. 1143, Madrid, 1992.

(6) Lewis s. Chafer, Teología sistemática, V. I, p. 3, Publicaciones Españolas, 1986.

(7) Hans Waldenfels, Teología fundamental contextual, p. 24, Sígueme, Salamanca, 1994.

(8) José González, El cristianismo no es un humanismo, p. 11, Península, Romanyá/Valls, Barcelona, 1970.

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