El Papa Bergoglio en México: Miradas contradictorias

Hay malestar en las minorías religiosas del país, por  el abierto trato preferencial de los gobiernos de todos los niveles, sin importar su signo partidario, hacia los representantes de la Iglesia Católica.

12 DE FEBRERO DE 2016 · 09:20

El Papa en México,
El Papa en México

Ante la proximidad de la visita del papa a México, muchas expectativas surgen respecto al impacto de éste, su primer viaje, y sobre el mensaje que dará en sus discursos públicos y sus gestos concretos. La disputa por el control de este mensaje (y de la visita en general) no se hace esperar desde los poderes político, mediático y eclesiástico, y un doble riesgo aparece cada vez más evidente: que se oculte a los ojos de Francisco la verdadera realidad que vivimos hoy las y los mexicanos, y que se use su visita para legitimar el modelo político vigente que tanto daño está haciendo a la nación. Frente a esta nada deseable posibilidad, otras voces son necesarias, las de las mayorías empobrecidas y acorraladas por la pobreza, la corrupción y la violencia. Por ello invitamos a engrosar esas voces con un sencillo mensaje que difundamos por todos los medios posibles: “Papa Francisco: México tiene hambre y sed de justicia”.1

 

El texto citado forma parte de un documento elaborado por el Observatorio Eclesial, un organismo católico que da seguimiento a lo relacionado con buena parta de las instituciones religiosas que funcionan en México, desde una perspectiva católica abierta y, como se dice en estos casos, “progresista”.

Manifiesta la gran preocupación que, en este tipo de sectores, dentro del enorme abanico católico, produce la visita del papa Jorge Bergoglio al país y que además está desencadenando una enorme cantidad de apreciaciones en todos los tonos imaginables.

Como se puede apreciar, este documento saca a la luz lo que muchos críticos han señalado en las últimas semanas, esto es, la posibilidad real de que la visita en cuestión siga siendo manipulada por los organizadores y que ella funcione más como una nueva forma de legitimación política del régimen vigente.

Desde otros horizontes eclesiales resulta más cuestionable la visión católico-romana de que es preciso que el pontífice argentino perciba la “verdadera realidad” mexicana y que la posible manipulación contribuya a falsear la impresión que se lleve de la misma, como si su autoridad religiosa, espiritual o moral constituyera un elemento sustancial para la actualidad del país.

Es comprensible que algunos sectores católicos piensen de esta manera, pero, dado el carácter laico del país, tener que expresar a un líder religioso de cualquier signo la necesidad evangélica resumida en las palabras tomadas de las Bienaventuranzas de Jesús de Nazaret, pues como si se acusara al gobierno de los errores que comete ante una persona de autoridad indiscutible.

El Observatorio llevó a cabo una conferencia de prensa el pasado 9 de febrero, en la que participaron, entre otros, la pastora bautista Rebeca Montemayor. Allí se hizo pública la carta completa, en la cual se le solicita encarecidamente” lo siguiente:

1. Que denuncies lo que está pasando, la tragedia nacional, que denuncies sus rostros, pero también sus raíces más profundas, como lo has hecho ya con claridad y firmeza en tus encíclicas; tienes que nombrar el horror, y a sus víctimas, a sus responsables; que no silencien también tus palabras.

2. Que llames enérgicamente al gobierno a que cese la muerte, la represión y la traición, que no tengas miedo de hacerlo, porque necesitamos aliento y esperanza, solidaridad con quienes hablan a pesar de la amenaza, la tortura y la muerte. Y que ese llamado enérgico vaya también hacia tus hermanos obispos, que como el fariseo de la parábola, se hacen los desentendidos frente al sufrimiento y la injusticia, pero porque también es muy probable que tengan mucho miedo, y estén necesitados del mismo aliento y valor que has mostrado para llevar a la iglesia a los rincones más alejados y devastados donde Jesús de Nazareth dijo que estaría: los pobres, los rechazados, los oprimidos y oprimidas, los presos, hambrientos, sedientos... y donde debemos estar.

3. Finalmente que te reúnas con nosotros y nosotras, fuera de los protocolos y candados gubernamentales; con un pequeño grupo de representantes de la sociedad civil, de organizaciones de derechos humanos, de víctimas, de mujeres y jóvenes, de pueblos originarios, de representante de otras Iglesias; para dialogar como hermanos y hermanas entrañables.2

 

Cartel del Papa

Proviniendo de un organismo católico es claramente comprensible y respetable que se dirijan al papa en estos términos, algo que no puede esperarse de otros ámbitos de la sociedad mexicana, especialmente de aquellos que no han sido considerados nunca para dialogar, en igualdad de términos, con la Iglesia Católico-Romana.

Por ello se han expresado en diferentes matices otros analistas, señalando la incongruencia de que, una vez más, como en las seis ocasiones anteriores, y luego de los cambios constitucionales de 1992-1993, y de 2012 (modificación del artículo 40 que establece explícitamente la laicidad del Estado mexicano: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica, federal, compuesta de Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior; pero unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental”, en materia religiosa, se continúe actuando de manera ambigua desde el gobierno federal, al reconocer al papa en turno como Jefe del Estado Vaticano y, por otra parte, otorgar privilegios a la religión que la misma persona dirige, en detrimento y en clara discriminación de las demás religiones.

Este punto se ha señalado en cada oportunidad y en cada una de ellas la respuesta gubernamental es la misma: recibir al papa no viola la laicidad del Estado aun cuando realice una “visita apostólica”, completamente ajena a la situación social y política del país, como se empeñan en creer quienes juraron cumplir la Constitución al asumir sus cargos.

Resulta hasta cómico imaginar que esos políticos aplicaran el mismo criterio ante las visitas de líderes de otras iglesias, quienes nunca han tenido contactos con funcionarios mexicanos de alto rango. El único caso similar ha sido la recepción dada al Dalai Lama la residencia presidencial en septiembre de 2011, que irritó profundamente al gobierno chino.

De ahí el malestar que ocasiona en las minorías religiosas del país el abierto trato preferencial de los gobiernos de todos los niveles, sin importar su signo partidario, hacia los representantes de la Iglesia Católica, lo que acerca a estos grupos a las posturas de algunos estudiosos.

 

Conferencia sobre el Papa Francisco en México

Un ejemplo lo fue la conferencia de medios organizada por la Universidad Nacional Autónoma de México, en la que varios académicos opinaron sobre la presencia de Bergoglio en México. “Yolanda Bernal Álvarez, especialista en comportamientos sicosociales de la Facultad de Psicología, expuso que en un país donde ocho de cada 10 habitantes son católicos, el Papa juega un papel de mediador y de contención. Es (visto) el representante de Dios como un elemento que nos permite afrontar con esperanza y consuelo toda esa adversidad”.3 Sin embargo, agregó, “la presencia del jefe del Estado Vaticano no resolverá nada; él no se compromete a hacerlo, porque eso está fuera de lo posible, pero viene a prometer y a incrementar nuestros sueños, como un paliativo”.

Bernal Álvarez finalizó diciendo que “se trata de una visita política, pues la Iglesia, como una institución social poderosa, siempre ha mostrado sus vínculos con la política, con los negocios y con la mafia, y México no iba a ser la excepción”.

Jorge Traslosheros Hernández, especialista en estudios de religiones del Instituto de Investigaciones Históricas, “aseveró que el papa Francisco no es sólo la cabeza de la religión católica, sino un líder mundial en todos los escenarios donde la justicia y la paz están en juego, razón del interés del Estado mexicano por tener interlocución con él”.

Y añadió que, debido a los cambios en la Constitución, “se permite que quienes profesan una religión puedan manifestarse libremente e incluso recibir a sus líderes. Por ello es justificable que en actos multitudinarios las autoridades usen recursos públicos para garantizar la seguridad”.

A propósito de la visita, se llevó a cabo la mesa redonda “El papa Francisco: su personalidad, su pensamiento y su visita a México”, el jueves 11 de febrero, en el auditorio del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, con la presencia de Marta Eugenia García Ugarte, Gilberto Giménez Montiel, Hugo José Suárez y Fernando González González, todos ellos parte de dicho Instituto, así como de Roberto Blancarte, investigador de El Colegio de México y especialista en temas de laicidad, tema sobre el que ha mantenido un programa televisivo en la UNAM “República laica”.

A su vez, García Ugarte, tiene trabajos sobre el catolicismo, la libertad religiosa y las relaciones Estado-Iglesia; González González es autor de varios libros sobre los abusos de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, entre ellos La Iglesia del silencio. De mártires y pederastas (Tusquets, 2009); y Giménez es un ex sacerdote de larga trayectoria como sociólogo de la religión.

Los próximos días pondrán a prueba los avances que la sociedad mexicana ha experimentado en camino hacia la cada vez más inevitable pluralidad religiosa. Su paso por la capital y por otras cuatro entidades (Estado de México, Michoacán, Chiapas, Chihuahua) será una muestra más del fervor periódico con que el catolicismo mexicano, muy mermado en los últimos tiempos, tratará de recomponer su influencia espiritual en el país, porque en el aspecto político sus privilegios permanecen intactos.

 

1 Observatorio Eclesial, 5 de febrero de 2016.

2 “Carta abierta al papa Francisco”, p. 3, en https://observatorioeclesial.files.wordpress.com/2016/02/carta-al-papa2016.pdf.

3 Emir Olivares Alonso, “El arribo de Francisco trae esperanza, pero no resolverá nada: académicos”, en La Jornada, 9 de febrero de 2016, p. 7,

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