El camino del amor
Un proverbio árabe dice que para amar bien a una mujer, hay que amarla como si fuese a morirse mañana mismo.
15 DE ENERO DE 2016 · 06:25
En el camino del amor Papini llegó hasta final de la etapa, sin cansancio ni infidelidades. En el amor, el autor italiano se proyectó fuera de sí mismo hasta fundirse con la persona amada, Giacinta Giovagnoli, la bella muchacha con la que contrajo matrimonio en 1907. Ella tenía 20 años. El 26. Aquél muchacho de 26 años, melancólico, un tanto tímido y otro tanto agresivo entró por la puerta grande a los dominios del amor. Para Giacinta, o Jacinta, Papini fue el único hombre de su vida. Para Papini, la única mujer hasta la muerte del escritor en 1956. El, que por entonces no creía en Dios, hizo del amor una divinidad. Un proverbio árabe dice que para amar bien a una mujer, hay que amarla como si fuese a morirse mañana mismo.
En POESÍA EN PROSA, de 1933, Papini dedica a su mujer un poema en el que el amor es la cosa más dulce de cuantas dulzuras existen. Aquí insiste en que el amor es la unión espiritual del alma con el alma de la amada. Un amor prendido del tiempo pasado y que el autor recuerda con ternura. Dice a la elegida de su corazón:
Has venido de las montañas y,
sin embargo, eres blanca y fresca
como la última nieve de marzo.
Has venido de los bosques, y tus
labios eran dulces y rojos como
fresas escondidas bajo la hierba.
Has venido de los pastos,
y tu carne era olorosa como las
flores salvajes que las cabras escogen.
Has venido de los rebaños,
y tu corazón temblaba
bajo la blusa como el de los
corderos bajo la lana.
Has venido de las fuentes
frías y de las acequias claras,
y tu risa parecía un
borbollón de trinos.
Has venido de los bosques
llenos de nidos, y tu
canto se parecía a la alegría
matutina del mirlo.
Has venido del país de los
quejigos y de los nogales, y tu
cuerpo era derecho como un
tronco y tus carnes eran
duras como una nuez.
Tú eras la salud y yo la
enfermedad, y por eso te he
deseado.
Tú eras la alegría y yo la
tristeza, y por eso te he
querido.
Tú eras la juventud y yo
la vejez, y entonces te he
tomado a la fuerza.
Tú eras la belleza y yo la
fealdad, y por eso te he aferrado
para siempre.
Yo soy ahora – después de
tantos años desde la primera
mirada –más sano, más alegre,
más joven, más bello que antes.
Tú eres ahora menos sana,
menos alegre, menos joven, menos
bella que antes.
Lo mejor de tu vida ha pasado a
mí; con los besos te he cogido
lo que me faltaba.
Y ahora estás de tal manera
encarnada en mí y yo estoy
totalmente hecho de ti que
no podré, nunca más, dejar
de amarte.
Como lo escribió lo cumplió. Durante 49 largos años, casi medio siglo, Papini estuvo amando a Giacinta sin fatiga alguna. Cada mañana les traía a la pareja mil rosas, pero los pétalos del ayer jamás se marchitaron.
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