Teologías de la Reforma Protestante..., de Dan González

El librito en cuestión (84 pp.) es un auténtico “paseo” por las vidas y acciones de este grupo de reformadores y reformadoras que, en mayor o menor grado, contribuyeron a que las reformas religiosas impactaran plenamente en las sociedades que las dieron a luz.

23 DE OCTUBRE DE 2014 · 21:45

Detalle de la portada del libro. ,Teologías
Detalle de la portada del libro.

¿Quién será capaz de decir que este o aquel Concilio haya sido la iglesia, y haya tenido el Espíritu Santo, cuando todos los que estuvieron reunidos en él, muchas veces enseñaron y mandaron en contra de la palabra de Dios, si incluso manifiestamente condenaron artículos enteros de la fe?

Ursula Weyda

 

Siempre es motivo de alegría que se publique un libro nuevo sobre la Reforma Protestante. También lo es cuando publica algo un amigo cercano. Y, en nuestro caso también, cuando sucede en México. Estas tres situaciones coinciden ahora, muy cerca del simbólico 31 de octubre con la aparición, por parte de la Casa Unida de Publicaciones, del pequeño volumen Teologías de la Reforma Protestante de los siglos XVI y XVI, de Dan González Ortega, rector de la Comunidad Teológica de México (CTM), secretario ejecutivo de la Comunidad de Educación Teológica Ecuménica Latinoamericana y Caribeña (Cetela) y miembro de la Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas (CMIRP). Lo saludamos como el primer trabajo personal de alguien que ha explorado con mucho interés y precisión, a diferencia de otras obras bastante superficiales y oportunistas (como Lutero en dos patadas, 2011, por ejemplo), los orígenes y las relaciones entre los diversos movimientos religiosos agrupados genéricamente bajo el rubro de “Reforma Protestante”. El autor se ocupa con trazos ágiles y concisos de 10 personajes, cuatro mujeres y seis hombres, cuya actuación fue fundamental en su momento para la extensión y consolidación de los cambios acaecidos en Europa en los siglos mencionados: Argula von Stauff, Andreas Bodenstein zu Karlstadt, Thomas Müntzer, Huldrych Zwingli, Melchior Hoffmann, Ubbe Philipps, Ursula Weyda, Jean Cauvin, Katharina Schütz Zell y Susanna Annesley.

 

Dan González Ortega.

Como se ve, los más conocidos son Karlstadt, Müntzer Zwinglio y Calvino. Es innecesario subrayar la difusión que merecen los/as demás, puesto que sus nombres han sido eclipsados por los más afamados, con todo y que su labor fue tanto o igual de relevante que la de aquéllos. Así explica sus propósitos al reunir estos textos:

 

Estamos en vísperas de los 500 años de lo que se ha dado en llamar “La Reforma del siglo XVI”. […] mi forma de empezar a “calentar el fogón” es reconocer que Lutero no hizo, ni habría podido hacer, esta empresa de reforma de manera solitaria. […] Por esta razón, y con toda la intención de invitar al pueblo protestante, evangélico y cristiano en general, a ir pensando la perspectiva heredera de estas reformas hacia los 500 años que celebraremos en 2017, he escrito estos breves apuntes sobre personas que contribuyeron a enriquecer tal campaña en la Europa cristiana de esos siglos. (pp. 5-6).

El enfoque de las aproximaciones es claro: “Como veremos, todas y todos tienen una respuesta a los postulados y el movimiento de Lutero. Algunas le favorecen, otras no tanto… otras más, responden solo de manera tácita y tangencial. Ése era el ambiente plural en el cual se gestó y consolidó ‘La Reforma’” (p. 6). Finalmente se exculpa con los historiadores por el hecho de “invadir” su territorio académico siendo él “sólo un pastor que quiere transmitir a la feligresía protestante promedio en México —y tal vez América Latina— sus memorias sobre personas que contribuyeron con sus palabras, reflexiones y perspectivas a la construcción de un protestantismo ricamente diverso”.

Fruto de un curso reciente dictado en la CTM, el librito en cuestión (84 pp.) es un auténtico “paseo” por las vidas y acciones de este grupo de reformadores y reformadoras que, en mayor o menor grado, contribuyeron a que las reformas religiosas impactaran plenamente en las sociedades que las dieron a luz. De este modo, Calvino, Zwinglio y Müntzer (“el teólogo de la revolución”, en palabras de Ernst Bloch), que cuentan con bastante prensa, comparten páginas con alguien como Karlstadt, a quien se ha visto como una especie de “sombra maléfica” de Lutero, de quien fue maestro, aun cuando sus esfuerzos por renovar a la iglesia fueron sólidos y sostenidos como cuando promovió la celebración laica de la comunión en las casas. Siguiendo a a Alejandro Zorzin y otros autores (aun cuando no consigne las referencias) González Ortega se refiere a la llamada “Reforma radical” como un bastión de los postulados duros del “primer Lutero”, abandonados por éste al momento de negociar con los nobles y optar por su causa en el conflicto con los campesinos (con quienes Karlstadt simpatizaba) de 1525.

Con Argula von Stauff, una mujer no muy famosa, abre el libro y con ella asistimos al desvelamiento de una labor no tan callada, pues siendo estricta contemporánea de Lutero, denunció algunos excesos clericales, el abuso y la inmoralidad. Calificada por el reformador como “singular instrumento de Cristo”, von Stauff (su apellido de soltera) “incitaba a la gente a la desobediencia haciendo circular libros contrarios a la religión católica. Ya no iban a las misas de la iglesia, sino a reuniones clandestinas en su casa. Incluso había ido al cementerio y había oficiado funerales sin ceremonias ‘cristianas’, a pesar de que la Biblia, la ley canónica y la ley civil prohíben que una mujer usurpe tales funciones” (pp. 11-12). Lamentablemente, el autor no ofrece las pautas bibliográficas que usó para seguirle la pista a esta mujer admirable.

Ursula Weyda (1504-1570) fue otra mujer alemana de armas tomar: ella respondió, a la muy temprana edad de 20 años, el panfleto de Pegau en donde acusaba a Lutero de promover el caos y el desorden. En su panfleto de respuesta que alcanzó gran popularidad (¡se llegaron a editar 30 mil ejemplares!), discutió “la naturaleza de la palabra divina y de la iglesia y en la que se pronunció contra el celibato clerical y a favor del matrimonio en general y del de los sacerdotes en particular” (p. 57). Apelando a las cartas a los Corintios, la llamada “profetisa Ursula” rebatió el argumento del silencio de las mujeres en la iglesia “e instó a los eruditos a la discusión pública de la manera más polémica que cualquier mujer en el siglo XVI” (p. 58). Ni siquiera Lutero se salvó de la crítica de esta mujer audaz y elocuente. Sus palabras proféticas acerca de las arbitrarias distinciones de clase social son dignas de citarse: “Ustedes que poseen tantos ingresos por interés, rentas, campos y prados, por lo que les correspondería leer con esmero la escritura, y con eso predicarles y servirles a otros. Siendo útiles. Pero aquí una se da perfectamente cuenta, como utilizan los intereses y la renta, y no leen la Escritura, ni son de utilidad predicándosela a otros. O sea que con pecados comen el pan de ustedes en el sudor ajeno; lo que les va a bendecir el diablo” (pp. 58-59).

 

Teologías de la Reforma Protestante..., de Dan González

Melchior Hoffmann y Ubbe Phillips son los otros dos nombres masculinos incluidos en el libro. El primero comentó el libro de Daniel desde una perspectiva escatológica radical e interpretó el Apocalipsis en un volumen publicado en Estrasburgo. Ubicado como anabaptista, dejó una estela que se apagaría con el tiempo no sin antes marcar a sus oyentes con ideas milenaristas. Phillips, por su parte, de origen holandés, fue seguidor de Hoffmann, aunque se relacionó más con Menno Simmons y, posteriormente, un tanto decepcionado de este gran líder, relató la vida de ese movimiento religioso. Su abjuración no se ha aclarado del todo.

Con Katharina Schütz Zell y Susanna Annesley cierra González Ortega este recuento de nombres marginales. Subraya que Schütz Zell es una magnífica muestra de que los movimientos reformadores incluyeron mujeres muy valiosas entre sus filas. Nativa de Estrasburgo, esta autodenominada “madre de la iglesia” “se consideraba igual a su compañero el clérigo Mathias Zell y no dudó en trabajar fuera del seno del hogar” (pp. 73-74). Fue una escritora prolífica y una tenaz diaconisa que sirvió intensamente en el cuidado de enfermos, presos y moribundos, además de que promovió la tolerancia entre las diversas tendencias reformistas. También fue poeta, como consigna el autor e hizo aportaciones teológicas notables: “Escribió, entre otras cosas, panfletos teológicos, textos educativos y devocionales e incluso escribió poemas y que luego se convertiría en la edición impresa del himnario de Estrasburgo. La teología de Katharina, en su poesía, manifiesta sus propias experiencias en la vida de las mujeres, enfatizó los textos de mujeres en la Biblia pero lo más sorprendente es que ella llegó a hablar de Dios como una ‘Madre amorosa’” (p. 75).

Sin llegar al extremo de tomar como un abuso la inclusión de Annesley (madre de los hermanos Wesley) en este catálogo, su presencia más bien complementa el panorama de hombres y mujeres que otorgaron a la Reforma un perfil peculiar en el ámbito espiritual, en este caso. González Ortega retrata puntualmente su carácter, que la llevó a abrazar la disidencia puritana: “Susana no tenía miedo de sostener sus convicciones sin importar el costo. Esto condujo, incluso, a dificultades dentro de su matrimonio cuando, por motivos de conciencia, no podía decir ‘Amén’ a las oraciones que su marido ofrecía en nombre del rey. Esto tenía que ver con el exilio del ‘legítimo’ Rey James II y, la llamada ‘Revolución Gloriosa’ en el reinado de Guillermo y la reina María, a quienes Susanna consideraba ‘ilegítimos usurpadores del trono de Inglaterra’” (p. 80). Esta mujer influyó decisivamente en sus hijos y por ello es considerada la “madre del metodismo”, ni más ni menos, pues el impacto de su fe abarcó aspectos tan importantes como la libertad de conciencia, el ministerio femenino y la importancia de reflexionar teológicamente.

Sin dejar de reconocer el ímpetu para rescatar a estos personajes olvidados por la historia más difundida ni de valorar el esfuerzo por reconstruir sus vidas e importancia, damos la bienvenida a este volumen que, por lo demás, mucho se hubiera beneficiado con un mayor rigor en el manejo del aparato crítico, pues muchas referencias de internet (de las que se abusa, en nuestra opinión) están incompletas y saltan a la vista ciertas fallas ortográficas. Asimismo, se extraña de verdad alguna mención a la magna obra de Roland Bainton sobre las mujeres de la Reforma, recientemente reeditada. Con todo, lo consideramos una gran aportación histórico-teológica en estos tiempos aciagos.

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