Más de 200 minorías religiosas conviven en Euskadi

Un estudio presentado por el Gobierno vasco destaca los beneficios de la pluralidad religiosa y defiende la libertad de culto.

BILBAO · 26 DE FEBRERO DE 2011 · 23:00

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Euskadi

La confesión minoritaria más extendida en Euskadi es la evangélica, según concluye un libro titulado “Pluralidades latentes. Minorías religiosas en el País Vasco”, que ha sido presentado recientemente en Bilbao por la consejera de Justicia del Gobierno Vasco, Idoia Mendia. Siguen en número, aunque de lejos, los Testigos de Jehová, las comunidades musulmanas, las budistas y el cristianismo ortodoxo. Este libro, que prologa la propia consejera, es fruto de una investigación desarrollada a lo largo de los dos últimos años por un equipo académico y social pluridisciplinar de la Universidad de Deusto y la Fundación Ellacuría. El libro ha sido editado por Icaria Editorial y presentado en una rueda de prensa en la que, además de Mendia, han tomado parte José María Contreras, subdirector de Relaciones con las Confesiones del Ministerio de Justicia; José Manuel López, director de la Fundación Pluralismo y Convivencia; Eduardo Ruiz, director del Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe; y Martín Iriberri, director del Centro Social Ignacio Ellacuría. Mendia ha recordado que estas minorías también demandan la atención de las instituciones públicas en cuanto a las necesidades educativas, la disponibilidad de determinados tipos de comida en los comedores públicos, el acceso a locales de culto o la posesión de cementerios propios. BUSCANDO EL ENTENDIMIENTO La consejera ha reconocido que la comunidad vasca se caracteriza por “la falta de regulación al respecto”; ha recordado que para actuar en este campo, “especialmente sensible”, es preciso contar con el “mayor respaldo posible” y ha señalado que se trata también de un ámbito para el “entendimiento y la concordia”. Los diferentes intervinientes ha destacado que no basta con reconocer la libertad de culto, sino que hay que garantizar su ejercicio. Han recordado que el Estado mantiene ante el hecho religioso una actitud de “laicidad positiva”, en la que la “neutralidad no significa indiferencia, sino colaboración”. La religión, han recordado, “no pertenece solamente al ámbito privado”, sino que “se puede y se debe manifestar públicamente”, desde el principio de la “máxima libertad con las mínimas restricciones”. La diversidad religiosa, han recalcado, constituye “un valor en sí mismo” y en ningún caso supone “un factor disgregador”. Los expertos han subrayado que la transformación del “paisaje religioso” en las últimas décadas “es un hecho” de “carácter definitivo e irreversible que hay que gestionar desde el punto de vista de los derechos humanos”. En otras comunidades también se han hecho en los últimos años amplios estudios sobre las prácticas religiosas, centrándose en la actividad de las minorías.

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