Multitudinario adiós en Pontevedra al fallecido pastor Pablo Rois

La pasada madrugada del viernes 6 al sábado 7 de junio ha fallecido el pastor Pablo Rois en Pontevedra. El sepelio fue el pasado domingo 8 de junio en la iglesia "Jesús Vive" que él pastoreaba en la misma ciudad de Pontevedra.

PONTEVEDRA · 08 DE JUNIO DE 2008 · 22:00

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Casado con Pilar, el matrimonio tuvo dos hijos. Uno de ellos (Mateo) tiene algo más de 20 años, y el otro fue una niña fallecida con pocos años por una rara enfermedad endocrinológica. Pablo Rois tenía poco más de 50 años. Rois partió con el Señor en su domicilio, tras haber completado un largo proceso de su enfermedad. Este próximo mes de agosto se hubiese cumplido un año desde que recibió la noticia del diagnóstico de tener un tumor de páncreas. Rois era uno de los líderes más reconocidos y apreciados en Galicia (y el resto de España). Inició su trayectoria ministerial en el movimiento carismático “Buenas Noticias”, del que posteriormente se independizó, pastoreando desde 1980 una de las mayores iglesias gallegas (la iglesia "Jesús vive"), que él mismo fundó en Pontevedra. Pablo Rois era médico de profesión y terapeuta familiar, así como pastor de profunda vocación. También fue Director de FIET (Facultad Internacional de Educación Teológica de España). Fue durante años parte de la Xunta directiva del Consello Evanxélico galego (Presidente entre otros cargos), y un invitado habitual en conferencias y seminarios evangélicos nacionales e internacionales. Puede leer aquí (o yendo al final de la página de esta noticia) una emotiva reseña In Memoriam de X. Manuel Suárez, médico como él además de amigo y hermano en la fe. SEPELIO MULTITUDINARIO En un acto cargado de emotividad, un templo abarrotado despidió a Pablo Rois. No sólo creyentes evangélicos, sino muchos amigos que le agradecían así su apoyo a través de su ministerio pastoral. Con más de 400 personas llenando el recinto, se procedió a un acto que el mismo Pablo Rois había preparado antes de morir. Hasta las canciones, con gargantas que temblaban a la vez que las lágrimas en los ojos, las había elegido él. No quiso que nadie hiciese una elegía de su persona. A través de las canciones, la predicación y el orden del culto, su deseo tras su muerte fue, como en su vida, que toda la gloria y el reconocimiento fuesen para Jesús. CASI UN AÑO DE ENFERMEDAD La iglesia “Jesús Vive” de Pontevedra quedó conmocionada el mes de agosto de 2007 cuando supo que su pastor había sido diagnosticado de un tumor maligno en el páncreas, que además no pudo ser quitado tras una intervención quirúrgica. Por ello, las posibilidades científicas de curación se redujeron a prácticamente cero, iniciando la larga y compleja vía de la quimio y la radioterapia. Pablo Rois, desde el diagnóstico de su enfernedad manifestó su paz y confianza en Dios, a la vez que era consciente de estar pasando una situación humanamente difícil. Sin duda le ayudó ser un hombre lleno de humor, que no perdió a pesar de la enfermedad, así como de un optimismo vitalista basado en su fe en Jesús. Una buena muestra de ello es que mantuvo su actividad pastoral predicando y enseñando, dentro del ritmo que sus fuerzas físicas y los diversos ciclos de tratamiento le permitían. Desde esta publicación, enviamos todo nuestro afecto y deseos de paz en el Señor, en medio de una pérdida tan dolorosa, a la familia de Pablo Rois, tanto de lazos humanos como espirituales en la fe. LA IGLESIA JESÚS VIVE La Iglesia de Jesús vive, fundada y pastoreada por Pablo Rois, nació como congregación -como ya hemos dicho- en el año 1980. Fue tras un movimiento surgido en la universidad de Santiago de Compostela, donde un grupo de universitarios entregaron sus vidas a Cristo y, posteriormente, fundaron congregaciones de fe evangélica en varias partes de Galicia y España. Su domicilio está en la calle Rosalía de Castro nº 100 - 1º (en Pontevedra esta calle antiguamente se conocía como Salvador Moreno). Para más información pueden visitar la web: www.iglesiajesusvive.com AHORA PABLO ENTIENDE TODO Una reseña In Memoriam, de X. Manuel Suárez
Cuando el Señor llamó a Bartimeo, el ciego dejó todo lo que tenía, su capa, y siguió a Jesús, de la misma forma que Mateo dejó el dinero en la mesa de tributos y Simón y Andrés abandonaron las redes. La capacidad de dejar todo sin reparo en cualquier momento de la vida para incorporarse a una empresa mejor marca la diferencia entre los hombres grandes y los pequeños, como el mercader que vendió todo el producto de años de trabajo para comprar la perla de gran precio. Así es nuestro hermano Pablo Rois, que acaba de pasar a ver cara a cara al Señor. Siendo oficial de la Marina Mercante, dejó su situación estable a un lado para hacer algo que le entusiasmaba: empezar otra vez como un chaval a estudiar Medicina. Y en esa vuelta a comenzar, en medio de la carrera, encontró el inicio de una nueva vida con Jesús. Y volvió a dejar mucho a un lado cuando no se conformó con las oportunidades de su profesión y se embarcó en la tarea de participar en la fundación de un movimiento hondamente renovador, “Buenas Noticias”. Uno es joven mientras está dispuesto a asombrarse, entusiasmarse e iniciar un camino aún mejor. Pablo murió joven. Nunca escondió su luz debajo de un almud. Siempre fue claro y transparente. Siempre supimos lo que pensaba, gustase o no a los demás. Sentí muy cerca su com-pasión, sufriendo cuando yo sufría y alegrándose cuando le compartía una alegría, y al mismo tempo nunca me hizo una concesión a la contemporización. Sus ojos se recogían detrás de los párpados para escrutar mejor la hondura de las cosas (¡qué hermoso contraste con los ojos redondos y siempre abiertos de su mujer Pili!) y desde allí hacía sencillas todas las cosas; sencillas, pero no simples. Muchas veces me enseñó a ver lo evidente, lo más difícil de ver. Y sus ojos se cerraban aún más cuando soltaba una llamarada de humor brillante e inteligente. Al alcanzar la mitad de la vida era ya una referencia para todos nosotros. Era sabio y era hondamente humano. Compartí con él hace años un viaje de Madrid a Galicia y mientras yo conducía me fue describiendo su evolución desde el joven que buscaba inválidos por las calles, convencido de que por la gracia de Dios sanaría a todos, al hombre que creía igualmente en los milagros, que los había contemplado en vivo, pero que había aprendido que Dios los administra según Su soberanía, no justo cuando nosotros decidimos. En medio de una conversación así recordé inoportunamente que aquel día el Dépor se jugaba la liga contra el Valencia y, con mucha vergüenza por mi carnalidad, le pedí que, por favor, me dejase encender la radio. “¡Claro que si, Manolo!” En aquel momento Djukic falló el penalty y el coche se llenó de improperios suyos y míos… y continuamos luego el camino hablando de alta teología. Cuando una estrella se apaga, seguimos en la tierra viendo su luz durante años; así seguiremos viendo la luz de los ojos de Pablo regalando sabiduría y humanidad por años y volveremos a su memoria para escucharle decir qué piensa de cada cosa. Cuando el sol se pone nos parece que murió, pero en realidad está presentando su brillante rostro a tierras más allá de nosotros, regalando un nuevo día a otras costas. Pablo estaba en su cumbre de madurez, sabiduría, humanidad; pienso que tenía mucho más que darnos, y, aunque no esté bien, me quejo y le pregunto a Dios. Pero su luz no se apagó; ahora brilla intensamente porque refleja el rostro de Dios, a quien, por fin, está viendo cara a cara. Ahora entiende todo. Agora vemos por un espello, enigmáticamente, pero daquéla veremos cara a cara; agora coñezo un anaco, pero daquéla coñecerei a fondo do mesmo xeito que fun coñecido (1 Co 13.12).

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