Debates electorales: lo que nos muestran de los políticos y de nosotros mismos

Los candidatos a presidente del gobierno, de alguna manera, representan el estado moral de los ciudadanos.

26 DE ABRIL DE 2019 · 10:24

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Esta semana hemos tenido dos debates electorales en dos cadenas de televisión entre los candidatos de los cuatro partidos a nivel estatal que tienen representación parlamentaria. También hemos tenido otros debates a nivel autonómico con los cabezas de lista de esas circunscripciones. Definitivamente, la existencia de debates electorales es un signo de normalidad democrática y algo de lo que los demócratas deben alegrarse. Poder contrastar lo que los diferentes candidatos a la Presidencia del Gobierno piensan sobre sanidad, educación, vivienda, estado del bienestar, pensiones, investigación y desarrollo, etc. es tremendamente importante para poder contrastar propuestas y decidir cuál de ellos tiene un proyecto para el progreso de nuestro país. Ahora que cada uno ha tenido la oportunidad de presentarnos qué van a hacer en estos temas, los ciudadanos estamos mejor preparados para tomar decisiones que nos van a afectar de una manera decisiva.

Más allá de la presentación de los programas electorales de cada partido con los que piensan afrontar los grandes desafíos que tiene este país, los debates son útiles porque nos enseñan al ser humano que hay detrás del personaje de cada líder político. A poco que sepamos prestar atención, más allá de lo estudiado, de lo que los consejeros de imagen les dicen sobre el tono de voz, la gesticulación, los temas y su forma de presentarlos, la manera muy precisa en la que visten y se peinan, etc. se puede ver a un ser humano. Este ser humano, la persona real y no el personaje, es el que va a tener que enfrentar los grandes problemas que tiene este país y los que se van a presentar de forma menos esperada. 

Frecuentemente tenemos una idea de la vida política que es un poco etérea. Las organizaciones, las plataformas, los partidos y las coaliciones es como si tomaran vida y parece que votamos a entes muy poco concretos. Los personajes, que son los candidatos que construyen esos entes, son productos que se nos ofrecen y que nosotros les compramos o no. Existe un alejamiento voluntario de los políticos, tanto los de primera fila, como los candidatos a Presidente, tanto como los de segunda fila, los congresistas y los senadores, que se hacen inalcanzables para el votante. Los partidos actúan como si el votante fuera un mal necesario, un trámite molesto, al que hay que acudir cada cuatro años con un producto, que se llama candidato, para que se produzca una venta, que se llama voto. Una vez terminado este molesto procedimiento se regresa al estado inicial en el que los partidos cobran vida propia y buscan mecanismos para reducir el parlamentario escogido a la categoría de un engranaje de la rueda que dirige la vida parlamentaria. La disciplina de voto, algo absolutamente escalofriante por lo que implica de reducción de la libertad de conciencia, de expresión, de pensamiento, se impone como una lógica aplastante que impide a un parlamentario defender los intereses de sus propios votantes. 

Otros países como Gran Bretaña, Suiza, los países nórdicos, EEUU, etc. tienen mecanismos para permanecer mucho más cerca de sus votantes y no es tan extraño que parlamentarios voten en contra de las directrices de su propio partido. Si no, que se lo cuenten a la Premier británica, Teresa May. Esto que nos puede parecer un espectáculo patético es, sin embargo, una demostración de la existencia de una democracia madura en la que cada diputado se siente más ligado a sus votantes que esclavo del partido que le presentó.

Pero más allá de la relación del político con su partido, de la construcción de ese personaje que es el producto que se ofrece, tenemos que ver que los políticos son seres humanos. Como tales, son seres débiles y vulnerables que son la consecuencia de su niñez, de su adolescencia, de la familia de la que proceden, del entorno en el que crecieron, etc. Esta historia personal del ser humano que hay detrás del político le ha dotado de unas herramientas para resolver problemas y de un sistema de valores personal. Estas herramientas y este sistema de valores son lo que va a tener que usar para hacer frente a situaciones extremadamente complejas que el país va a plantear en los próximos cuatro años. Es más importante este equipamiento de la vida del candidato que lo que el candidato sabe intelectualmente. Hay situaciones tan complejas que nadie sabe lo suficiente para solucionarlas. Finalmente es el carácter el equipamiento más importante que una persona tiene para solventar problemas. En España hemos tenido presidentes del gobierno que su forma de solventar conflictos era no hacer nada, dejar que las situaciones se arreglaran por sí mismas sin afrontarlas, hemos tenido presidentes que incapaces de un liderazgo fuerte y necesitados de la aceptación de los demás, le decían siempre a la gente lo que quería escuchar, hasta que al final, incapaces de cumplir aquello que habían prometido, acababan por incumplir todo con todos, generando una desconfianza absoluta hacia su persona.

Es un engaño pensar que uno puede tener un sistema de valores distinto para situaciones distintas. Es un engaño pensar que uno puede tener unos valores para su vida personal, pero que cuando enfrente situaciones a nivel político que comprometen la seguridad o el bienestar de todos, se comportará con otro sistema de valores. Cuando uno no vive con principios como la generosidad, la fidelidad a los compromisos tomados, la verdad en toda ocasión, la compasión, cuando se trate de aplicarlas a la forma en la que comunica no le importará mentir, cuando tenga que recibir a un grupo de refugiados no le importará poner como pretexto que son un riesgo para los puestos de trabajo de sus propios ciudadanos. Nadie actuará políticamente con unas herramientas personales y unos principios que no son los suyos.

¿Qué nos dicen los debates electorales de estos días sobre las herramientas y los valores de los candidatos? Nos dicen que si hay un candidato que demoniza el diálogo con su oponente, no va a ser un presidente dialogante. Nos dicen que si no escucha y no deja hablar al contrincante, sino que le interrumpe constantemente, no va a escuchar al ciudadano que tenga una problemática concreta. Nos dicen que si hay un candidato que está encantado de haberse conocido, no va a ser empático con las situaciones de sufrimiento de la población. Es muy importante que, más allá de los mensajes estudiados de los distintos políticos para vender sus candidatos, miremos si tiene las características de carácter necesarias para enfrentar los problemas. Un candidato no es nada más que un simple y débil ser humano.

Otra pregunta que deberíamos hacernos es ¿por qué tenemos los candidatos a presidente del gobierno que tenemos? Los tenemos porque nos reflejan a nosotros, de alguna manera representan el estado moral de los ciudadanos. No hay que ser demasiado agudo para entender que tenemos unos candidatos especialmente crispados. Lo que más delata esta crispación es el lenguaje que usan. Si Alfonso Guerra pasó a la historia de nuestro parlamentarismo por tener una lengua afilada, hoy en día sería un elemento muy moderado de nuestro parlamento. Tenemos que entender que, especialmente en democracia, los candidatos llegan a serlo porque reproducen características en las que los ciudadanos nos vemos representados. Podemos recordar el puñetazo de Ruíz Mateos al ministro Boyer, que poco tiempo después le valió su elección como Parlamentario Europeo en 1989. De alguna manera, Ruíz Mateos llegó a ser Parlamentario porque ese puñetazo al ministro de economía era el que una parte de la población estaba deseando darle. Se vieron representados en él. Ante estas elecciones me permito sugerir que no dejemos que la parte más oscura y más miserable de nosotros adquiera cuerpo en la forma de un presidente del gobierno. Una vez esos sueños se hacen realidad, es muy difícil volverlos al averno del que nunca debieron salir.

Una persona anciana a la que aprecio mucho decía: "Cuidado con lo que deseas, no sea que se haga realidad".

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