Restaurados

Dios es el médico del alma que jamás se equivoca, el especialista en curar y restaurar.

15 DE ABRIL DE 2019 · 12:00

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El futbolista brasileño Sylvinho se proclamó campeón de la liga española en su segunda temporada con el F.C. Barcelona en el estadio de Balaídos después de que su equipo ganase al Celta de Vigo. El Barcelona consiguió los puntos necesarios para celebrar el campeonato justo en ese estadio, donde Sylvinho había jugado durante tres temporadas y había descendido de categoría en la última de ellas. Sylvinho comprobó cómo Dios restaura nuestras heridas en el momento en que más lo necesitamos y en el lugar donde antes habíamos sufrido.

Dios es el único que puede curar nuestras heridas de una manera perfecta, sin que las cicatrices nos hagan recordar una otra vez los malos momentos. Y Dios lo hace rodeándonos de las circunstancias y las personas exactas. Él es el médico del alma que jamás se equivoca, el especialista en curar y restaurar. Aun siendo sus hijos y amándole siempre, necesitamos aprender a descansar en él, a saber esperar. Esa es una de las lecciones más difíciles de aprender en la vida, porque a veces “creemos” que él no es suficiente. Pensamos que las circunstancias serán mejores si nosotros las controlamos. Llegamos a creer que las mejores soluciones son las que nosotros proponemos.

Es triste que muchas veces desconfiemos de Dios pensando que él no puede, no sabe o no quiere hacer bien su trabajo. Y cuando no confiamos en Dios, nuestro mundo se viene abajo. No solo olvidamos que nos ama, sino también que cuida de nosotros.

La Biblia dice: “El Señor favorece a los que le temen, a los que esperan en su misericordia” (Salmo 147:11). Esa es su promesa. ¡Y no está basada en nuestra fidelidad, sino en la suya!

Si desconfiamos del Señor perdemos lo más importante en nuestra vida, porque dejamos de descansar en quien nos creó. Perdemos la paz que él pone en nuestro corazón y nos llenamos de ansiedad y amargura, porque no somos capaces de controlar lo que sucede a nuestro alrededor. Olvidamos que jamás seremos capaces de hacerlo. ¡Más vale que no lo intentemos!

Creo que cuando la Biblia dice que podemos llegar a entristecer al Espíritu de Dios (Efesios 4:30), en parte está hablando de nuestra desconfianza. Nada puede entristecerme más que mis hijas no confíen en mi palabra. Nada puede hacerle más daño al Espíritu de Dios que sus hijos desconfiemos de él. Sí, puede que vayamos a la iglesia, cantemos, oremos y tengamos una máscara perfecta como creyentes santos... pero si no confiamos cien por cien en él, no sirve de nada. Entristecemos al Espíritu de Dios cuando creemos que no es suficiente para nosotros, que necesitamos algo más. Como cuando desconfiamos de un amigo y creemos que no nos va a ayudar...

No le des más vueltas. Dios tiene el poder para restaurar tu vida, ¡y va a hacerlo! ¡Quiere y puede hacerlo! Él conoce cada una de nuestras limitaciones y nuestros sufrimientos, y su misericordia le mueve a consolarnos en todo momento. Restaurar nuestra vida es su especialidad.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - Restaurados