Cristianismo sin cruz

Tomar la cruz, siempre se hace a favor de los demás. La extensión de los valores del Reino en el mundo.

09 DE ABRIL DE 2019 · 16:00

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A veces, más aún en las cercanías de Semana Santa, pienso que hemos construido la práctica de un cristianismo cómodo, un cristianismo sin cruz. Es un error. Sin cruz no hay seguimiento, sin portar sobre nosotros la cruz, no hay vivencia de la espiritualidad cristiana. Quizás estamos influidos por los valores inhumanos de nuestra sociedad de hoy que son, simplemente, contracultura con los valores del Reino.

No hay cristianismo sin cruz. El seguimiento no se puede hacer sin un compromiso total de obediencia al Maestro. Él, en estos días ya cercanos en los que vamos a celebrar su pasión, nos dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24. No debería ser posible ver vagar a cristianos por el mundo, inmersos en las sociedades de consumo y asumiendo valores culturales mundanos, sin llevar sobre sus hombros o sobre sus espaldas lo que Jesús llama “su cruz”, la de cada uno, la cruz que implica el seguimiento al Maestro.

El cristianismo sin cruz, es una falsedad. Tomar la cruz, siempre se hace a favor de los demás. La extensión de los valores del Reino en el mundo, la liberación de los oprimidos, la búsqueda de la justicia, el hacer saltar a las estructuras de pecado que agobian a tantos y tantos débiles en nuestras sociedades, no se puede hacer sin portar la cruz. Seremos simples humanistas, quizás de buen discurso, pero si en poder de Dios, sin ser empoderados por el Espíritu Santo.

Tomar la cruz sobre nosotros, no es solamente para intentar participar del sufrimiento del Maestro, que puede ser. Es algo más. Tomar la cruz tiene otro propósito muy bien definido en las Escrituras. El peso de la cruz no me hunde en sufrimientos y lágrimas, sino que me empodera a aliviar o eliminar los sufrimientos de otros y a limpiar esas lágrimas que van marcando surcos de dolor sobre sus rostros. Ese, junto al llevar la cruz por amor de Jesús, es el sentido de llevar sobre nuestras espaldas ese símbolo de sufrimiento y de muerte.

No. No hay cristianos sin cruz. De ninguna manera. No debe haber cristianos cómodos que usen el Evangelio solamente para descargar la cruz de sus hombros. No es serio. Hay que aceptar la cruz sobre nosotros de forma activa, dinámica, comprometida, como símbolo de nuestro doble compromiso: Con Dios y con el hombre, fundamentalmente con el hombre que sufre. 

No, no. El vivir el cristianismo sin cruz, es una falsedad, una ingenuidad, una búsqueda de la felicidad barata. Portando nuestra cruz, colaboramos de alguna manera, y hacemos visible en el mundo la redención, la obra salvadora de Jesús, la liberación del hombre no solo para el más allá, sino para nuestro aquí y nuestro ahora en el momento en el que nos ha tocado vivir. Portar la cruz sobre nosotros es lo que da sentido a nuestro trabajo en el Señor.

Llevar nuestra cruz no significa que, en esta Semana Santa que se aproxima, nos sumerjamos en angustias y dolores físicos que nos incapacitan para el trabajo de colaboración con el Maestro. No. Ese no es el sentido de la Semana Santa. No te sumerjas, en la celebración de estos acontecimientos de la pasión, en inseguridades, miedos, depresiones o fobias hacia vivir la vida en plenitud. 

No hay vivencia del auténtico cristianismo sin llevar la cruz sobre nuestros hombros, sobre nuestras espaldas, sobre nuestro corazón y sobre nuestra alma. Tomar la cruz sobre nosotros, nuestra cruz en la lucha contra la increencia, la incredulidad y el ateísmo en el mundo, es algo positivo, activo, motivante y que nos arrastra a ser manos tendidas y pies diligentes para acudir hacia los lugares en donde nuestros prójimos sufren. 

Toma tu cruz, llévala. Quizás, este hecho de sumarse a llevar sobre nosotros nuestra cruz, esté en la línea de la projimidad, del amor al prójimo en el que tanto insistió Jesús hasta mostrarlo como semejante al amor a Dios. Es así como nos podemos convertir en seguidores del Maestro que nos empodera para que seamos también, con su ayuda, agentes de liberación, anunciadores de salvación.

La tragedia de muchos llamados cristianos es ésta: Son cristianos que se han despojado de su cruz, quizás por comodidad o por pensar que la cruz, ni siquiera la nuestra, la que hemos de llevar, ya no es necesaria. Yo debo portar mi cruz ante las injusticias y opresiones del mundo. Es el signo y señal que me habilita delante de Dios y de los hombres. Que en estos días que se aproximan en los que vamos a celebrar la Semana Santa, sepamos mostrar nuestra cruz como servidores de Dios y de los hombres, como personas que viven el Evangelio en total compromiso.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - De par en par - Cristianismo sin cruz