La profecía más asombrosa del Antiguo Testamento

Daniel no solamente juega un papel fundamental en cuanto al conocimiento del nacimiento del Mesías, sino también en cuanto a su muerte.

20 DE MARZO DE 2019 · 11:09

Réplica de la puerta Ishtar de Babilonia. / MohammadHuzam, Wikimedia Commons (CC 4.0),
Réplica de la puerta Ishtar de Babilonia. / MohammadHuzam, Wikimedia Commons (CC 4.0)

En las últimas dos entregas (1 y 2) empezamos nuestra búsqueda del día de la cruz. El calendario judío en combinación con las leyes y reglas para celebrar la fiesta de la Pascua indica dos posibles años. Pero por el nombramiento de Poncio Pilato por parte de Sejano todo indica hacia una fecha para la crucifixión: el 3 de abril de 33 dC. Soy consciente de que ninguno de los dos argumentos anteriores -tomado de forma aislada- pueda tener suficiente poder para comprobar el hecho de forma definitiva. Pero como tantas veces ocurre: la unión hace la fuerza y muchas veces son los indicios acumulados los que apuntan en una dirección. Y creo que es así también en este caso. Como ya anticipé: hoy vamos a tener ayuda de uno de los profetas más interesantes del Antiguo Testamento. Es realmente asombroso lo que él en su momento dijo en cuanto a la crucifixión. Posiblemente estamos hablando de una de las profecías más espectaculares de cuantas haya en la Biblia.

Vamos a hablar un poco de Daniel. En el año 605 aC, un joven judío fue capturado por los babilonios y llevado a Mesopotamia. Israel había escogido el bando equivocado, confiando en Egipto, en contra de las advertencias de los profetas como Jeremías. La reacción de los babilonios -que exigían en pago de un tributo anual- no se hizo esperar. En aquel año emblemático las tropas de Babilonia ocuparon Jerusalén temporalmente, saquearon el templo y se llevaban a los jóvenes de buena educación que pertenecían a la clase alta a su capital. Entre ellos estaba Daniel. Nunca volvería a ver su país de origen. Pero jamás iba a olvidar de donde venía, que era judío y adoraba a un solo Dios: el Dios de Israel. La fecha también es importante por otra razón: marca oficialmente el comienzo de cautiverio de Israel en Babilonia. Y serían exactamente 70 años hasta la orden de Ciro que daba a los judíos la posibilidad de regresar.

A partir de este momento, Daniel fue educado en la sabiduría de los babilonios. Aprendió el arameo, el idioma de Babionia. Aprendió su historia y sus costumbres. Con el tiempo llegó a ser algo como el primer ministro del imperio: el jefe de los consejeros del rey. Entre ellos estaban los “magi” de los cuales ya hablábamos en su momento. Daniel no solamente juega un papel fundamental en cuanto al conocimiento del nacimiento del Mesías, sino también en cuanto a su muerte.

Dicha profecía se encuentra en el capítulo 9, versículo 21 - 26 del libro que lleva su nombre: 

Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento. Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión. Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.

Esta profecía sin lugar a dudas figura entre las más inusuales de todo el AT. Sin entrar en todos los detalles, quedan dos datos fundamentales que son fáciles de entender: habrá una “orden para restaurar y edificar a Jerusalén” y se le “quitará la vida al Mesías”. 

Hay diferentes formas de entender las semanas. Personalmente opto por la explicación más sencilla y directa. De lo que no cabe duda son los dos acontecimientos que se describen.

Por regla general hay unanimidad entre los expositores que las semanas son grupos de siete años. Realmente, en el texto hebreo la palabra “semana” (shabua´) ni siquiera sale en el hebreo, sino la palabra sheba’ que significa simplemente “siete”. Y así lo traduce literalmente también la LXX.

Gabriel, el mensajero de Dios, le dice a Daniel que después de los “siete sietes” habrá otro grupo de “62 sietes”. En total llegamos a la cifra de 69 “sietes”. Si partimos de la suposición muy fundada que estamos hablando de años y haciendo las multiplicaciones correspondientes llegamos a la siguiente fórmula (7 + 62) x 7 = 483 (años). Al término de estos años, el Mesías perdería su vida y sería por lo tanto el año de la crucifixión.

A estas alturas tenemos que tomar en cuenta otro detalle: los años -sobre todo en su uso profético- tenían 360 días y no 365,24 como en nuestro calendario gregoriano. Que esto no es simplemente un subterfugio para que cuadren las cifras lo vemos en Apocalipsis 11:2-3 donde los 42 meses del versículo 2 se convierten en 1260 días. De nuevo: no es cuestión de modelos escatológicos, sino estamos simplemente hablando del uso de un año de 360 días para hacer cálculos, igual que Juan lo hace en el libro que más se asemeja a Daniel en el NT.

Los 360 días de los 483 años de esta profecía nos llevan a una cifra total de 173.880 días. Y si esta cifra de nuevo la dividimos por lo que es el año solar de nuestro calendario llegamos a la cifra de 476 años según el calendario gregoriano que es el nuestro. Ese cálculo, por cierto, también funciona con el año calendario judío, ya que con la ayuda de fórmulas algo complejas se consiguió aproximar el calendario lunar hebreo, a lo que corresponde a un año solar.

Pero ahora queda por decidir una cuestión muy importante: ¿a partir de que acontecimiento y a partir de qué año vamos a tener que calcular? 

De nuevo, la Biblia nos ayuda a salir de dudas. Nehemías 2:1 nos cuenta:

“Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia…”

El año en cuestión es el año 444 aC. Acto seguido, El rey Artajerjes da orden para reconstruir la ciudad y su muralla. Si calculamos 476 años desde el año 444 aC y tomando en cuenta que el año 0 no existe, llegamos exactamente al año 33 dC. Y ¿no es curioso que el texto de Nehemías dice explícitamente que esto ocurrió no solamente en el año 20 del reinado de Artajerjes, sino además en el mes de Nisan? El mismo mes en el que Jesucristo finalmente sería crucificado.

Esa profecía fue hecha más de 500 años antes del nacimiento de Jesucristo, está en consonancia con todo lo que hemos visto ahora. Igual no sirve como “prueba” aislada para algunos. Pero va exactamente en la misma línea. Todo indica hacia esta fecha: el 3 de abril del año 33 dC.

Pero esto aún no es todo. Tal vez el argumento más poderoso y convincente es un argumento escrito en los cielos, como ya lo hemos visto con los acontecimientos que llevaron al nacimiento de Jesucristo. Es un argumento poco usado. Pero lo más curioso es que el primero que lo usó fue nada menos que el apóstol Pedro.

Lo veremos la semana que viene.

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