Defender la causa de los pobres

Dios nos enseña que pocas cosas hay más espirituales que ayudar a los que lo necesitan; que el ayuno que él espera de nosotros es que demos de comer al hambriento. Así de sencillo.

26 DE MARZO DE 2018 · 09:49

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Michael Jordan despertó una gran expectación desde su primera temporada en la NBA. Se veía que iba a ser uno de los mejores de la historia, así que la marca de ropa deportiva Nike apostó fuerte por él. Sus primeras zapatillas eran rojas y negras, pero los responsables de la NBA las prohibieron porque eran diferentes a todo lo que se había visto hasta ese momento. Cada vez que Michael jugaba con ellas le caía una multa, que la propia Nike pagaba con gusto, porque esas zapatillas se vendían cada día más. De hecho, el spot que se hizo para televisión bajaba desde el rostro de Jordan hasta sus zapatillas y, al llegar a ellas, aparecía una gran X y una frase: «Prohibidas». Las ventas se dispararon.

No vamos a juzgar a la marca deportiva, porque cualquiera hubiera hecho lo mismo. La publicidad y las ventas mandan en el día de hoy en casi todos los sectores de la sociedad. Aún así, es bastante triste que algunas personas que tienen muy poco sean capaces de hacer cualquier cosa para conseguir los productos que ven en la publicidad... Mientras, los que tienen más invierten en publicidad para vender más y ganar más dinero a costa de los que tienen menos. Parece como si fuera imposible parar el sistema.

La descripción que el profeta Jeremías hizo del pueblo de su época podría referirse perfectamente al día de hoy, ¿no crees?: «Como una jaula llena de pájaros, así están sus casas llenas de engaño; por eso se engrandecieron y se enriquecieron. Han engordado y se han puesto lustrosos. También sobrepasan en obras de maldad; no defienden la causa, la causa del huérfano, para que prospere, ni defienden los derechos del pobre» (Jeremías 5:27-28).

Defender la causa del huérfano y los derechos del pobre, ¡qué gran objetivo para la vida! ¿Crees que hay muchas personas que se lo han propuesto? Me temo que no. Y me entristece que no haya mucha diferencia entre creyentes y no creyentes. Da la impresión de que vivi- mos preocupados por muchas cosas, pero no por las necesidades de los que no tienen nada. Defendemos los derechos de casi todos (¡sobre todo los nuestros!), pero casi nunca los de los que no tienen casi nada.

Si queremos ser verdaderamente cristianos, deberíamos leer con toda atención el capítulo 58 de Isaías. Dios dice que el culto que él espera de nosotros es que demos de comer al hambriento, que nos preocupemos por los huérfanos y las viudas, que estemos siempre al lado de los que sufren... Cuando termines de leer el capítulo te quedarás con una sensación de sorpresa, porque siempre que hablamos de algo espiritual pensamos en situaciones espirituales. ¡Cae de cajón!, pero no es así; Dios nos enseña que pocas cosas hay más espirituales que ayudar a los que lo necesitan; que el ayuno que él espera de nosotros es que demos de comer al hambriento. Así de sencillo.

Dios quiere que le amemos, pero espera también que de ese deseo surja un amor incondicional a nuestro prójimo, a los que tenemos al lado. Porque el amor exige siempre la entrega. No podemos quedarnos en palabras. Tenemos que actuar: ayudar, comprometernos, dar, estar al lado de quien lo necesita, defender, luchar...

Nuestro objetivo en la vida no es enriquecernos y engordar, no importa si muchos lo creen así. Lo que realmente merece la pena es amar y dar.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - Defender la causa de los pobres