Avaros de espiritualidad

Hay acumuladores que pueden mirar al cielo mientras desprecian al prójimo al que dejan tirado.

31 DE OCTUBRE DE 2017 · 16:22

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No sé si habéis pensado en la posibilidad de que, al igual que existen necios acumuladores de bienes aunque desequilibren el mundo, también pueden existir necios acumuladores de espiritualidad, avaros espirituales.

Si los hubiera, serían unos buscadores egoístas de espiritualidad, de una espiritualidad fuera de las líneas y de los parámetros que componen el marco espiritual que nos dejó Jesús, quien vivió una espiritualidad encarnada y en compromiso con el hombre, fundamentalmente de aquellos hombres mujeres y niños que estaban en una situación social y económica difícil, despreciados y marginados incluso por los religiosos de la época.

¿Se pueden construir, loca y egoístamente, graneros espirituales insolidarios? Si fuera así no se trataría de la espiritualidad cristiana. Un constructor de graneros espirituales insolidarios sería aquel que dijera o se identificara con esta frase del fariseo de la parábola ante el publicano: “Gracias, Señor, porque no soy como éste”. Terrible frase de un constructor de falsa espiritualidad. La falsa espiritualidad acumulada insolidariamente suele despreciar al otro, al diferente, al que no tiene, según su perspectiva, tanta espiritualidad acumulada como él.

¡Cuidado! Podemos equivocarnos. Podemos caer en la búsqueda de esa espiritualidad de los avaros necios que, de forma insolidaria, miran al cielo mientras desprecian al prójimo. Espiritualidad farisaica que no sé si aún se puede estar dando hoy. Vosotros me diréis. Sería la existencia de una espiritualidad  a la que no le importa pasar de largo ante el prójimo apaleado porque da prioridad absoluta al rito y al cumplimiento religioso.

Hay acumuladores avaros de espiritualidad insolidaria que pueden mirar al cielo mientras que desprecian al prójimo al que dejan tirado. Espiritualidad farisaica y demoníaca, pero que es capaz de hablar de Dios con tonos graves de una espiritualidad que, a veces, no distinguimos como falsa, formas solemnes y prolijas, largas oraciones que pueden confundir a los auténticos creyentes sencillos que viven una espiritualidad encarnada en el mundo y con la mano tendida hacia el prójimo que les necesita. Creadores de graneros espirituales egoístas en los que se deleitan autojustificándose como los religiosos de la época de Jesús.  

Graneros de espiritualidad falsa e insolidaria, avaros de riquezas espirituales que, en muchos casos, lo que buscan es aquello que buscaba el joven rico de la parábola; Tener todo en la tierra, de forma egoísta en cuanto a las riquezas del mundo y, además, tener todo en el cielo dando lugar a lo que se podría llamar una avaricia espiritual que deja su espiritualidad desencarnada del mundo e insolidaria para con el prójimo al que puede despreciar diciendo con orgullo: “Gracias, Señor, porque no soy como éste”.

Muchas veces se puede dar de forma conjunta la avaricia que sirve al dios de las riquezas y la avaricia espiritual que hacen imposible el seguimiento a Jesús, como ocurrió al joven rico. No pudo aceptar el llamado de Jesús al seguimiento y se fue triste ante la dificultad de querer tener todo en la tierra y todo en el cielo. Se quedó con su riqueza y con su tristeza. Es el fin de los avaros de una espiritualidad insolidaria.

No. Nunca pienses que puedes tener una espiritualidad unidireccional, enfocada solamente al gozo, al disfrute de esperanzas de salvación eterna, preciosa y abundante, buscadores de coronas escatológicas con muchas y grandes perlas y joyas celestiales, mientras que se olvida el grito del prójimo desamparado y no se cumple con el mandamiento de Jesús de práctica de la projimidad. La espiritualidad cristiana siempre se debe dar encarnada en el mundo y en solidaridad con el prójimo sufriente. Los buscadores y avaros de espiritualidad insolidaria, se olvidan de esta última parte y viven una falsa espiritualidad que, a su vez, está desencarnada del mundo y del prójimo y del propio Dios.

Es por eso que los profetas clamaban contra el falso ritual que aumentaba el elenco de buscadores avaros de una espiritualidad de espaldas al prójimo. Acumulaban espiritualidad a base de ritos y genuflexiones, de fiestas solemnes y ayunos que incluso les llevaba a pensar en que Dios no era justo porque notaban su silencio. Un Dios que no les respondía a pesar de sus acumulaciones de falsa espiritualidad desencarnada, una espiritualidad vivida de espaldas a hacer justicia y practicar misericordia con el prójimo sufriente.

Era una falsa acumulación de espiritualidad que emanaba de una fe muerta, una espiritualidad que no se involucraba en la búsqueda de justicia para el extranjero, el huérfano y al viuda como prototipos de los diferentes colectivos marginados y en exclusión que podemos tener hoy.

Avaros de espiritualidad. Creadores de graneros de espiritualidad vividos al margen de la misericordia. ¿Los hay aún entre los religiosos de hoy? Os dejo que vosotros seáis los que juzguéis. Avaros insolidarios de espiritualidad que, a veces, miran como sospechosos a aquellos creyentes que están viviendo una espiritualidad encarnada, de mano tendida hacia el prójimo necesitado y que miran, simultáneamente, hacia el cielo y hacia la tierra con todas sus problemáticas. Viven su espiritualidad mirando hacia esos focos de pobreza y conflicto en los que ellos deben llevar, de forma práctica, los valores del Reino que irrumpe en nuestra historia con la figura de Jesús.

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