Aprendiendo a perdonar

El perdón nos libera, nos quita la pesada soga que se ciñe alrededor del cuello ahogando, asfixiándonos, matándonos. Nos redime de una pesada carga.

19 DE JULIO DE 2017 · 21:00

,ave volando, cielo volar

Perdonar. Olvidar. Zanjar el ayer y vivir el presente. Saborear las primicias del nuevo día y dejar que la brisa fresca de la mañana despeine la desazón, haciendo que cada tramo de vida por vivir esté saturado de una envolvente fragancia de optimismo.

  • ¿Cómo se logra olvidar?

Su pregunta me golpea. Durante unos segundos medito en mi respuesta. No es fácil encontrar las palabras idóneas para conseguir que quien sufre pueda recibir un halo de esperanza.

  • Perdonando. Respondo

No digo nada más, no busco ninguna otra palabra. Sé que ella entiende la profundidad del verbo perdonar, todo lo que circunda a un término tan en desuso, lo realmente importante es que descubra la manera de ponerlo en práctica.

Olvidar el dolor producido por alguien que supuestamente te amaba y que en un arrebato de sinrazón decide hacer de tu vida un infierno, no es algo simple de ejecutar.

Pasar página a un lamentable capítulo de tu vida y emprender un largo camino de regreso, no debe de ser sencillo.

Pero es el perdón el canal que nos libera de una pesada carga de dolor. Es el ungüento milagroso que hace escocer las heridas para que cicatricen con prontitud.

Al perdonar aliviamos el pesar que siente nuestro corazón, nos concedemos la oportunidad de ser un poco más libres.

Una clara demostración de perdón nos la enseñó Él. Jesús, después de haber sido vejado, maltratado, humillado, expresó las palabras más bellas jamás oídas:

  • Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

El rencor y el resentimiento carcomen, mustian el alma, hacen que seamos presos de sentimientos que debieron ser sepultados y que por no hacerlo aún arremeten en contra nuestra con su punzante y envenenado aguijón.

Son como un iceberg, están ahí, dentro del agua, enormes masas de hielo de las que sólo vemos la cima que aparece en la superficie pero bajo el mar, se oculta un misterioso bloque de enorme solidez y dimensión.

El perdón nos libera, nos quita la pesada soga que se ciñe alrededor del cuello ahogando, asfixiándonos, matándonos. Nos redime de una pesada carga.

Nos hace menos cautivos de pensamientos y sentimientos, más ágiles para volar lejos, muy lejos.

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