La distribución de la Biblia en Canarias

De la misma manera que en Galicia, la afluencia de barcos que comerciaban con las Islas, dejaban cargamentos de Biblias y Tratados en español en los puertos.

10 DE NOVIEMBRE DE 2016 · 16:46

Reverendo Charles F. Baker,
Reverendo Charles F. Baker

De la misma manera que en Galicia, la afluencia de barcos que comerciaban con las Islas, dejaban cargamentos de Biblias y Tratados en español en los puertos. Especialmente en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, cuyos cargamentos de Escrituras y Folletos serían distribuidos por algunos marinos comprometidos personalmente con la evangelización en la España oscurantista, atrasada respecto a la Ilustración casi un siglo y con estructuras inquisitoriales arraigadas. Por 1823 aparecieron en Tenerife dos agentes de la Sociedad Bíblica, el reverendo H. Palmer Reid y John Le Maitre con intención de misionar la Isla. Sin embargo, la vuelta de Fernando VII, la supresión de libertades, el restablecimiento de los privilegios a la iglesia y la persecución de liberales y disidentes, hicieron que estos dos misioneros se vieran obligados a abandonar Tenerife. No desaparecerían los servicios porque el capitán de un barco, llamado Mahy, que frecuentaba Tenerife, siguió con la labor y su hijo establecería una tienda en Santa Cruz, donde se almacenaba y distribuía toda la literatura bíblica. Los conservadores católicos no dejarían de presionar y obstruir la difusión del Evangelio, creándose situaciones delicadas para el comercio británico. El peligro de invasión de la tienda aparecía en el ambiente, por lo que, ante la orden dada a todas las iglesias de las islas de perseguir a los protestantes, hizo que el hijo de Mahy escondiera algunos paquetes y otros los devolvería sin abrir. A pesar de las amenazas parece ser que el interés por las Biblias y Nuevos Testamentos de las clases medias de las islas era manifiesto y en 1830 los misioneros ya tenían una buena reputación.

Por 1845, aunque las dificultades fueron muchas y la intolerancia era enorme para la distribución de la Biblia, no dejaron los misioneros de tener cierta complicidad con los agentes consulares como James Grignon y Philip Bodmann, británico y norteamericano en Tenerife. Por 1865 -cita González Lemus- el caso de “un protestante que se dedicaba a leer y difundir la Biblia en su casa del Puerto de la Cruz tuvo que abandonar el pueblo porque el cura del lugar le amargó la vida y evitó que las tiendas locales le suministraran comestibles”.

La tibia luz de libertad que irradió la revolución de 1868, hizo que Biblias y literatura evangélica fueran vendidas por los mismos protestantes nativos isleños o se enviasen por correo. En 1876 el nuevo régimen volvería con la intolerancia contra los protestantes y otros disidentes. La B.F.B.S. en Canarias alcanzaría su mayor avance en 1884 -1892 con actividades evangelizadoras en toda Canarias y al frente de la misión estaría el matrimonio Mackintosh encargado de la Agency North African Mission, con sede en Marruecos, de la que dependía Canarias. Más tarde la acción misionera de la Agencia Norte-africana pasaría a establecerse en Gran Canaria y Tenerife acompañado este matrimonio por el capitán misionero Anderson. Por 1889 la Sociedad Bíblica Británica designará al Rev. Charles F. Baker como su representante. Este será un tiempo de simpatía hacia todo lo británico y hasta se manifestaba el deseo de que Canarias estuviese bajo el poder de Inglaterra. La prensa liberal no ocultaba su simpatía y desde todos los lugares de la sociedad canaria se saludaba con alegría todo avance. “Además- añade González Lemus-  el contacto de las elites locales con los británicos residentes en las islas le había acercado a la cultura anglicana, a una forma de pensamiento anglicano dominado por la religión protestante, cuya base filosófica estaba más en sintonía con el liberalismo de la época que el de la Iglesia católica nacional”. Baker realizó un extenso recorrido por Tenerife, Gran Canaria y La Palma, entre 1882 y 1892 y aunque en ocasiones tuvo problemas con la iglesia católica, estuvo bien arropado por la sociedad liberal. En su libro Tow years in the Canaries, Charles F. Baker describe las preocupaciones misioneras y la lucha por la libertad. Sobre todo, nos muestra el trabajo de colportorado, pueblo a pueblo, calle por calle, rincón por rincón, entre las montañas y los puertos de mar. Su valentía se muestra en cada momento y especialmente con los ignorantes curas. A uno de ellos le escribirá:

... “Usted por la posición que tiene debe tener conocimiento de las palabras de nuestro Señor Jesucristo ¿cómo es que muestra tan gran desconocimiento de las mismas? O si no es ignorancia ¿cómo es que usted profesa ser ministro de Dios contaminando su lengua con tales mentiras diabólicas? Arrepiéntase, usted que parece siervo del Diablo o no escapará al castigo de Dios. Soy C.F. Baker” (i)

Los años de estancia de Baker en las Islas representaron el éxito de la britanización de las islas, donde el ideal era inglés y hasta los comercios se rotulaban en inglés, de manera que la presencia de un representante de la Sociedad Bíblica, también mostraba el éxito protestante frente la hegemonía católica. Baker era el hombre que disputa el espacio religioso católico y esto comenzó a sembrar inquietud en el clero, viendo una amenaza real y un desafío al sempiterno control espiritual de la sociedad. Por ello el obispo de La Laguna, Nicolás Rey Redondo, prohibirá las biblias repartidas por el inglés y comenzará otras actividades sociales. Establecería diversos institutos religiosos como las Hermanas de la Caridad, las hermanitas de los Ancianos desamparados y las Siervas de María También tuvo inquietudes por la enseñanza, pero entre esas inquietudes no estaba la tolerancia, la libertad y menos aún la prudencia en el trato con el protestantismo permaneciendo siempre hostil. “El que tuviera un libro protestante, estaba en pecado mortal”.

Los incidentes en cuanto a la prohibición y quema de biblias volvían a los tiempos de la Inquisición, con piras de libros en las parroquias, aunque muchos ni conocían la Biblia, ni sabían quiénes eran los protestantes. Baker aprovecharía las circunstancias adversas e injustas para reclamar un mejor trato. En el Diario de Tenerife publicaría Baker una carta sobre el incidente ocurrido con el Alcalde y párroco de Arafo, mientras él mostraba una Biblia. Estos le amenazan con llevarlo a la cárcel si persistía en la venta. La denuncia en el Diario de Tenerife, tendría un gran impacto en la sociedad isleña y Baker conseguiría numerosas simpatías, siendo la acogida al pastor protestante de admiración por haberse enfrentado públicamente ante lo que parecía intocable hasta entonces. También el éxito de ventas y distribución de las Escrituras fue intenso entre 1889 y 1998. Ante la enfermedad de Baker que se volvió a Inglaterra, designarían para Canarias al escocés M’Garva y un misionero para atender a los barcos.

Es necesario destacar también, que a partir de la revolución de 1868 el clero católico apenas tendrá influencia en las clases altas y sobre la intelectualidad, manteniendo esta influencia solo en el campesinado, por lo que la colaboración de personas de ideología liberal, propiciarán una mejor acogida a los misioneros y sociedades bíblicas. La American Bible Society tendría colaborando al protestante Marcial M. Velázquez que difundía la Biblia en el interior de las islas. La Guerra hispano-americana de 1898 en Cuba, supondría un rechazo de todo lo americano y británico, creando una ola de anti protestantismo también en Canarias. La iglesia católica y los católicos tradicionalistas verían en los ingleses la introducción de nuevas ideologías y como enemigos ideológicos el protestantismo, la masonería y el liberalismo. Las escuelas montadas por los misioneros protestantes, -dice González Lemus- no eran otra cosa que “los templos levantados por los corruptos de las sociedades bíblicas” y a los británicos había que combatirlos y rechazarlos porque “después de arrebatar la hacienda, arrebataban el inestimable tesoro de la fe”

Cuando comienza el siglo XX, Puerto de la Cruz y Gran Canaria tienen una buena comunidad británica asentada y un flujo de turistas constante que parecía iba a suponer una mayor tolerancia hacia los protestantes, pero no fue así. En 1902 un grupo de sacerdotes entabla un ataque más intelectual y teológico. La pedagogía liberal protestante en las escuelas, resultaba malévola frente a la enseñanza católica. Para este grupo de curas católico “los ingleses protestantes hacen propaganda contra el gobierno y los monarcas católicos de España, además de llamar a sus escuelas a los niños pobres, donde les visten y dan dinero y les hablan de amor, del buen trato que debe darse a los animales y cómo debe atenderse a los árboles y las plantas”. Ante las absurdas argumentaciones y los reproches posteriores a tales mentiras, sacarán en 1903 un folleto titulado “El protestantismo en Tenerife” donde reconocerá el trabajo educativo, pero atacará a las Sociedades bíblicas. “En su casa -dice-- no sólo ejercía el culto protestante, repartía folletos, sino que también fundó una escuela, donde “lanza públicamente insultos contra los dogmas sacrosantos de nuestra Religión Santísima, contra la santa Misa, contra el Purgatorio y contra los Sacerdotes”. Añadía más sobre este asunto: “los ingleses protestantes hacen propaganda contra el gobierno y los monarcas católicos de España, además de llamar a sus escuelas a los niños pobres, donde les visten y dan dinero y les hablan de amor, del buen trato que debe darse a los animales y cómo debe atenderse a los árboles y las plantas”.

Los constantes ataques católicos se manifestaron de muchas maneras. González Lemus cita el caso de mayo de 1910, cuando el vicecónsul británico en el Puerto de la Cruz, Thomas Reid, se dirige por escrito al alcalde del pueblo denunciando el trato vejatorio que recibió su compatriota y su esposa cuando se encontraban los dos en una plaza de La Orotava difundiendo la Biblia. Al parecer la pareja inglesa regaló unos ejemplares a varios villeros presentes y al comunicar estos al inglés que no sabían leer el británico entonces comenzó a leer capítulos del libro sagrado. Mientras leía pasajes bíblicos apareció el comisario y un policía que de «forma violenta, a gritos, empujones y de una manera muy incorrecta lo cogieron por el brazo y lo condujeron a la plaza de la Constitución [conocida popularmente por plaza del Quisco] donde se encontraba el alcalde». Éste, muy irritado y haciendo uso arbitrario de su autoridad, le prohíbe repartir o leer pasajes de sus libros y «usando un lenguaje muy descortés» lo amenazó con la cárcel si persistía”. En otra ocasión se encontraba John Henry Brown un domingo en la calle del Calvario del La Orotava paseando, cuando regala un Evangelio, pero la casualidad que el alcalde vio la acción y se acercó a él y después de intercambiar unas palabras bajo amenaza de cárcel lo cita en el ayuntamiento el martes siguiente. Una vez allí, según el vicecónsul Thomas Reid, «de nuevo le prohibió que regalase tratados evangélicos o leyera la Biblia públicamente, le quitó además un ejemplar que llevaba en las manos en ese momento y lo tiró al suelo con violencia, usando a la vez contra su esposa palabras insultantes y amenazándoles de modo que afectó su salud”.

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(i) Dos años en las Islas Canarias. Charles F. Baker. Ediciones Graficolor. La Laguna. Tenerife 2000

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