Un inesperado regalo

La vida pasa demasiado deprisa, a menudo no somos conscientes de su velocidad. Hoy somos y mañana dejamos de ser.

13 DE JUNIO DE 2016 · 09:36

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Recibió aquella mañana una extraña misiva. Decía que Doña Leonor García había fallecido legando a Rosa Jiménez una finca con cinco hectáreas de terreno en Adalia, un precioso pueblo de Valladolid.

A Rosa se le tornó la mirada y un frío recorrió su espalda. Intentó hacer memoria y recordar la última vez que vio a Leonor, esa mujer que hoy la visitaba en forma de carta, trayendo consigo una buena y mala noticia.

A Rosa se le vino el mundo encima cuando tras unos intensos momentos de remembranza se acordó del tiempo que había pasado sin ver a aquella amiga que le ofrecía de imprevisto un regalo tan desmesuradamente generoso.

- Pero… ¿Qué habrá movido a Leonor a pensar en mí como sujeto al que otorgar tal fortuna?- Se preguntaba Rosa sin salir de su asombro, sin tener conciencia plena de lo que se estaba desplegando a su alrededor.

Tras leer una y otra vez la carta, decidió aclarar aquel asunto poniéndose en contacto a través de un número de teléfono que aparecía en ella.

Tras varios intentos fallidos por fin logró hablar con alguien, ese alguien derivó la llamada a otra persona que resultó ser la nieta de Leonor.

Rosa, entre desorientada e incrédula, expresó a Laura, que así se llamaba la joven, lo sorprendida que estaba ante la noticia recibida.

La chica que se encontraba al otro lado del auricular, con la voz entrecortada describió como su abuela hablaba de su mejor amiga, una mujer del sur que le había concedido la oportunidad de conocer al salvador de su vida, una mujer que la aleccionó en los caminos de Dios y que durante años fue su confidente y consejera.

Rosa sintió una nostalgia enorme al recordar como en sus días de juventud conoció a una vallisoletana a la que tuvo el privilegio de anunciar el mensaje de salvación. Que juntas mantuvieron una preciosa amistad que se fue diluyendo cuando Rosa regresó a Cádiz, su ciudad natal.

Tras una emotiva charla con Laura, experimentó el roce de la nostalgia ciñéndose sobre ella. Tocó con los dedos de la memoria el rostro sonriente de aquella lejana amiga y un atisbo de llanto arremetió en sus ojos y sin darse apenas cuenta comenzó a llorar la ausencia de aquella vieja amistad.

Comprendió que había dejado pasar demasiado tiempo, que los días se convirtieron en meses, los meses en años y los años fueron deshojándose unos tras otros hasta convertirse en décadas.

Aquella mañana Rosa aprendió una lección de amor traída desde lejos de manos de una muerta. Destapó el frasco de los recuerdos y en homenaje a aquella amiga vertió en su presente gotas del ayer que le hicieron valorar lo extinto.

Por unos momentos cerró los ojos dejando que Leonor llenara su presente con frases relegadas, frases rescatadas del olvido que entonadas con torpeza dieron un merecido homenaje a la amiga perdida.

La vida pasa demasiado deprisa, a menudo no somos conscientes de su velocidad. Hoy somos y mañana dejamos de ser.

Detente, pon freno a las prisas, toma un poco de tiempo y compártelo con quien estimas. La vida es demasiado corta para dejar asuntos importantes para mañana.

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