Ante las oleadas de refugiados

Creo que el tema de los sufrimientos de los refugiados debería estar más presente en nuestros ámbitos congregacionales.

08 DE SEPTIEMBRE DE 2015 · 13:14

Refugiados marchan desde Hungría a Austria, a pie. / Cuatro,Refugiados
Refugiados marchan desde Hungría a Austria, a pie. / Cuatro

Cuando uno oye en ámbitos seculares hablar de la solidaridad que se debe tener con los refugiados sirios, palestinos, ucranianos y otros, cuando escuchamos que políticos no creyentes hablan de conformar ciudades refugio que acojan a estas víctimas de las guerras y de las violencias, cuando vemos a familias en el ámbito secular ofreciendo sus casas, habitaciones que tienen libres y tendiendo manos de ayuda, siento una especie de vergüenza al ver que en nuestras iglesias se silencia mucho el tema y no se oyen llamadas a la solidaridad, a la acogida y al amor al prójimo que está en una situación de víctima de las violencias humanas.

Creo que el tema de los sufrimientos de los refugiados debería estar más presente en nuestros ámbitos congregacionales. Hablar más de ellos desde nuestros púlpitos, animar a que entre nosotros surjan familias de acogida o personas que ayudan de una u otra manera. El cristianismo no sólo nos anima, sino que nos exige hacer presentes, tanto en la sociedad, como en la política, como en nuestros ámbitos religiosos congregacionales, o sea, en la iglesia, a las víctimas del mundo, a los eliminados y excluidos de la historia, a los don nadie, a los desclasados, a los proscritos... a todas las víctimas sin distinción de cuales sean las causas por las que han llegado a ser víctimas.

Son llamadas que se hacen en la Biblia a las que muchas veces no damos prioridad. No damos prioridad a las migraciones internacionales, tanto de refugiados como de migrantes económicos. No damos prioridad a los colectivos marginados que en la Biblia están muy bien representados en el Antiguo Testamento a través de estos colectivos desprotegidos del momento que eran los huérfanos y las viudas junto a los cuales se ponían también a los extranjeros. Es como si diéramos prioridad a una espiritualidad un tanto desencarnada que nos produce cierto gozo, pero desarraigada del concepto de projimidad que nos dejó Jesús. Debemos hacer presente a Dios en nuestros templos, pero yo creo que la Biblia nos exige que sin dejar de hacer visible al prójimo, fundamentalmente al prójimo sufriente y, en este caso, a los refugiados que se acercan a nuestras puertas.

En estos momentos los refugiados son el prójimo que se nos acerca de una manera clara. Muchas veces a través de la pequeña pantalla en nuestros hogares, pero los vamos a ver también circulando por nuestras ciudades intentando el conseguir una vida digna lejos de su patria, de sus lugares de origen y de parte de sus familias. La iglesia no puede estar de espaldas a esta tragedia humana y a la llamada de acogida que se nos lanza a todos nosotros. En algún sentido las iglesias deberían intentar también ser iglesias de acogida concienciando a sus miembros, fundamentalmente a aquellos que tengan espacios libres en sus casas. El recuerdo y el hacer presente a la víctima o al débil, debe ser un lugar teológico preferente e inevitable en el sentir cristiano y en la misión de la iglesia.

También se da el caso de que entre los refugiados hay también cristianos, pero debemos ir más allá y contemplar la posibilidad de acogida del prójimo sin exclusión de raza, religión, ideología o situación social.  

Hay que tener en cuenta también que se está faltando a la projimidad y se está cayendo en el pecado de omisión, cuando se mantiene un silencio ante el escándalo que suponen los flujos migratorios, sean refugiados o migrantes económicos,  cuando permanecemos silentes ante la pobreza del mundo, ante los privados de libertad, ante el silenciamiento del grito de los obligados a dejar su tierra y su parentela, ante las víctimas inmoladas por la fuerza de las diferentes estructuras de poder... o de terror.

 

Massive influx of Syrian Kurdish refugees into Turkey / European Commission DG ECHO (Flickr - CC BY-NC-ND 2.0)

No se debe dar el silencio y la inactividad ante estos escándalos humanos. Debemos intentar que estas víctimas sean presencias reales en medio de nuestras congregaciones, en medio de nuestro discurso, de nuestros sermones u oraciones. Esta debería ser una de las formas en que la iglesia se confronta en protesta contra la injusticia política, contra el horror de las guerras, contra las violencias, el terror y la muerte violenta de tantos hombres. No se puede tener presente a Dios dejando ausente al hombre en su sufrimiento.

Quizás en nuestras iglesias se debería trabajar también una especie de teología de las víctimas del mundo, una pastoral de la violencia y de cara al prójimo que tiene que huir de las guerras, de la violencia y del horror. Tenemos que acercarnos al mundo sufriente que, quizás, sea como el otro mundo desconocido y de cuyo horror no hemos participado, porque al acercarnos a ese otro mundo nos vamos a acercar también al mundo del otro, de esos otros a los que, si mostramos insolidaridad, nos va a ser muy difícil la relación con el Tú trascendente al que queremos adorar.

Si nos consideramos cristianos y seguimos al Maestro, también debemos convertirnos en agentes de su Reino, en acogedores y rescatadores de los que sufren violencia, los que parece que no tienen lugar en el mundo, los que no encuentran acogida en los “mesones” de la historia… Nos recuerda a Jesús. Él también fue refugiado en Egipto y tuvo que huir de la violencia y de la muerte en brazos de sus padres en medio de la noche. Él, nuestro Maestro, comprende a los refugiados.

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