Ciego de Avila y los Jardines del Rey

Una de las razones para llevarte a Ciego de Avila es para que salgas de la ciudad y te dirijas, 100 kilómetros de distancia, a Los Jardines del Rey.

19 DE FEBRERO DE 2013 · 23:00

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Prende el motor del coche, que nos vamos. Cuidado con las velocidades, no te ocurra como en el aeropuerto de Habana, que no las encontrabas. Casi todos los coches que te alquilan en Cuba son automáticos. Baja la palanca a la D, primera letra del inglés “drive” (conducir) y olvídate del resto. No de los frenos, claro, ni del volante. Digo que los cambios de marcha se dan por si solos. ¿Dónde vamos? Don Quijote no disponía de mapas, no trazaba el rumbo de antemano. Tan solo decía “en marcha” y suficiente. Sancho le seguía. Nos dirigimos a Ciego de Avila, capital de la provincia de igual nombre y cabecera municipal. Desde aquí al lugar de donde venimos, Villa Clara, hay 160 kilómetros. No tengo más remedio que llevarte por el mismo camino que recorriste antes. Regresar por la autopista hasta Taguasco. Si pasas por este pueblo en horas de comida o cena hallarás a hombres y mujeres que te hacen señas elevando el puño derecho hacia la boca. Te están diciendo que allí hay casas que ofrecen comidas criollas. Ricas comidas, dicen. Poco después de dejar Taguasco se acaba la autopista. Entras en la carretera central. Pasas por Jatibonico, Majagua, y no te desvíes hasta llegar a Ciego de Avila, en la región central de Cuba. No es tan antigua como otras ciudades establecidas por los primitivos colonizadores españoles. Ciego de Avila fue fundada en 1840. Tiene aspecto moderno, con amplias calles y algunas casas que recuerdan influencia andaluza. Todos, o casi todos los turistas que llegan por carretera a Ciego de Avila lo hacen para dirigirse a Cayo Coco o Cayo Guillermo, dos grandes y hermosas islas de playas virginales. Cayo Coco posee un aeropuerto internacional. Nada te digo de ellas porque, cuando terminemos el recorrido de la isla desde Pinar del Río a Baracoa, escribiré todo un capítulo sobre los Cayos de Cuba. Ciego de Avila no es, precisamente, una ciudad entretenida ni con muchas ofertas turísticas. Pero tiene su encanto. Puedes iniciar el paseo por el parque José Martí, en el centro de la villa, cómo no. Tres lugares emblemáticos son la Casa de la Cultura, la Galería de Arte y el Teatro Principal, considerado uno de los teatros con mejor acústica del país. En su construcción colaboraron dos italianos, Giovanni de Marco y su hijo. Una de las razones para llevarte a Ciego de Avila es para que salgas de la ciudad y te dirijas, 100 kilómetros de distancia, a Los Jardines del Rey. Se trata de un grupo de islas conocidas desde 1514, con una extensión aproximada de 400 kilómetros. Dicen que el nombre le fue impuesto por el conquistador Diego Velázquez en honor del rey Fernando de España. En otros libros le llaman Jardines de la Reina. ¿Son dos lugares distintos o es uno solo? Qué más da el rey o la reina, tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando. Si decides recorrer los 100 kilómetros que he mencionado no te invadirá el sopor, porque en el trayecto encontrarás lugares de interés, como el típico Pueblo Holandés de Turíguano, con casas que sugieren la arquitectura de los Países Bajos. En su gordo (711 páginas) y magnífico libro HEMINGWAY EN CUBA, el escritor cubano Norberto Fuentes dice que durante la segunda guerra mundial, el autor de EL VIEJO Y EL MAR equipó su yate El Pilar con cañones y bombas de profundidad y se dedicó a perseguir a supuestos submarinos alemanes que según él sondaban las aguas de Los Jardines del Rey. Una excentricidad más de don Ernesto, porque de haber existido tales submarinos habrían hundido su yate en un soplido. ¿Eres andaluz o andaluza? Da igual. Si eres español sabrás que en la campiña sevillana hay un pueblo llamado Morón de la Frontera. Aquí existen dos monumentos al gallo. Uno en la llamada Glorieta del Gallo, en la Alameda, y otro, el más visitado, en la Plaza del Gallo, en el Mirador. La leyenda del Gallo de Morón tiene más de cuatrocientos años. José María Iribarren, en su clásico libro EL POR QUÉ DE LOS DICHOS da varias versiones de la leyenda. La más fiable cuenta que en una disputa entre políticos del lugar y otros llegados de Granada, uno de éstos, “de pocas luces y carácter poco tratable”, gritó que donde “el estuviese no había más gallo que él”. Los del pueblo le aguardaron llegada la noche, lo desnudaron y azotaron. De este hecho nació la coplilla: No te vayas a quedar como el gallo de Morón, cacareando y sin plumas a la mejor ocasión. Pues bien, a 32 kilómetros de la capital, Ciego de Avila, existe otro Morón y otro gallo. Si te queda tiempo, dirígete allí. A la entrada del pueblo se alza una estatua en bronce del famoso gallo, emblema de la villa. Ya que estás en Morón, aparca el coche de motor donde puedas, no te será difícil, y toma un coche tirado por caballos que te dará un recorrido por el pintoresco poblado. Una vez me dijiste que te gustaba el pescado. Aquí, en Ciego, tienes excelentes restaurantes donde degustar este delicioso animal comestible sacado del agua, donde vive. Te oriento: En la carretera de Ceballos, sentido Habana-Camagüey, encuentras el Hotel Ciego de Avila, de la cadena cubana Islazul, prácticamente el único que merece la pena en la ciudad. A espaldas del Hotel corre una laguna, orillada por restaurantes especializados en pescado. Si te vale mi experiencia, te aconsejo uno instalado en la misma laguna, al que se llega por una pasarela firme y segura. Pide que te cocinen un pargo a la plancha, tómate una copita de vino blanco español y luego túmbate unos minutos en el asiento trasero del coche. Pero no te quedes dormido, porque seguimos viaje hacia una de las ciudades cubanas más cargadas de historia: Camagüey.

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