La despedida

Quién pudiera segmentar el dolor para que no duela tanto.

07 DE FEBRERO DE 2012 · 23:00

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Se deshacen las manos en agitado movimiento. Enmudecen las palabras que aderezadas por la sal se abaten en un punzante monólogo de adioses. Ha llegado la hora. Suena una lejana canción que recuerda a los que se quedan, la música emitida por quien parte a un eterno lugar. El dolor se traduce en silencio mezclando la congoja con un prolongado gesto de añoranza. Fingen entereza, pero sus miradas salpican la tristeza que no puede ser camuflada, el penetrante dolor que siente el humano frente a la ausencia de vida. El gran viaje siempre produce pesar entre quienes han de despedir al ser amado. Una vez llegado el momento del adiós, se entrelazan la impotencia y el pesar, la temida soledad con el abatimiento. Quién pudiera segmentar el dolor para que no duela tanto. Hurgar en el ayer, escarbar y entresacar una sonrisa, una palabra, una conjugación idónea para así poder paliar el desorden de emociones. La muerte siempre provoca una inquietante aridez. Saber que la vida es sólo la antesala de lo eterno hace que los adioses no sean tan dolorosos, aún así, vivir separados de las personas queridas, seres que han compartido escenario con nosotros, sigue siendo un bocado agrio. Las despedidas portan las credenciales del silencio más triste, de la entrecortada respiración, del olor penetrante a vida vivida y sesgada, a flores apiñadas en un ramillete reseco, a galernas imprevistas que azotan las ventanas del alma. Quienes conocemos al Misericordioso, al único y Verdadero, sabemos cuán excelente es la vida que nos aguarda tras la muerte. Una eternidad sin pesares, sin congojas, sin adversidades. Un eterno gozo inefable del que dispondremos aquellos que hemos decidido acunar a Dios en nuestros corazones. La muerte es sólo un tránsito. Pero… que triste es ver marchar a quienes nos preceden y no poder aprovechar más tiempo junto a ellos. Se deshacen las manos en agitado movimiento. Adioses que quedan flotando en el aire como mariposas en recuerdo del alma huida.

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