Sermones actuales
El propósito fundamental de la publicación de este libro es ayudar al predicador en su importante ministerio de llevar el evangelio al ser humano que vive en plena era de la globalización.
08 DE MAYO DE 2025 · 19:50

En el año 2008, la editorial Clie lanzó mi libro “Sermones actuales” que recopilaba 52 mensajes, expuestos oralmente en diversas iglesias de España.
En su introducción me refería al mandamiento dado por Jesús, acerca de predicar el evangelio a toda criatura, señalando que la predicación homilética que se realiza desde el púlpito cristiano también puede constituir una parte de dicho mandamiento.
De ella depende en buena medida el crecimiento espiritual de los creyentes, así como la extensión del reino de Dios en la tierra. Se trata, por tanto, de algo prioritario en la vida de la Iglesia. Sin embargo, el trabajo del predicador no está exento de dificultades.
En ocasiones, el ministro no se siente suficientemente preparado para realizarlo, ya sea por desconocimiento del verdadero sentido del texto bíblico, por no saber bien la técnica de comunicación que necesita su comunidad, por carecer de las ayudas suficientes para preparar adecuadamente el mensaje, por el escaso tiempo disponible o, simplemente, porque está cansado y algo desanimado ante la aparente falta de resultado de sus predicaciones.
Hay congregaciones en las que se detecta poco interés por los temas tratados en el púlpito o por el modo en que estos son expuestos; otras se quejan de la falta de preparación bíblica del pastor.
A veces, a éste le resulta difícil encontrar el lenguaje apropiado y la proporción adecuada para ofrecer, en los pocos minutos que dura la predicación, todo lo que desea decir o aquello que la asamblea requiere.
Estas dificultades, y otras más que pudieran darse, no tienen por qué desmoralizar al predicador. Es necesario recordar que al propio Señor Jesucristo estuvieron a punto de despeñarlo por un barranco, la primera vez que predicó en su pueblo de Nazaret.
Incluso al apóstol Pablo se le durmió un joven en su famosa plática de Tróade. Esto significa que muchos grandes predicadores han experimentado la oposición o la apatía del pueblo, ante alguno de sus mensajes.
El buen predicador no nace, sino que se hace a fuerza de estudio, meditación y ejercitación en el púlpito. Cuanto más se predica, mejor suele hacerse.
Pero lo más importante, es ser conscientes de que Dios habla a la comunidad cristiana a través del ministro de culto, y por medio de él provoca una respuesta de fe en la iglesia.
Por tanto, cada predicador es un colaborador del Dios. De ahí la necesidad de ser fieles a la escritura, para saber lo que realmente Dios ha dicho.
El predicador que desea ser obediente a la palabra divina debe conocer y estudiar continuamente la Biblia; intentar comprender la intención de cada pasaje para explicarlo correctamente a la congregación; no olvidar nunca la dimensión evangelizadora; y, sobre todo, descubrir lo que dice “hoy” la palabra, cómo se aplica a la realidad cotidiana de sus oyentes.
Este último es el verdadero compromiso profético que cada ministro tiene con su congregación.
Pero igual que debe conocer la Palabra y su intención, debe también sintonizar con la sensibilidad de quienes le escuchan. Cada comunidad evangélica posee sus propias circunstancias, que pueden variar con el tiempo.
La mentalidad, cultura, inquietudes, problemas, prejuicios, necesidades, etc. cambian de una iglesia a otra. ¡Cuánto más de un país a otro!
Todo esto debe tenerlo presente el predicador que desee ofrecer buenos mensajes a su iglesia y provocar una actitud de respuesta ante la invitación de la palabra. Pero empezando siempre por el propio predicador, que es sin duda el primero al que la predicación se dirige.
Asimismo, la actitud espiritual del ministro de culto es fundamental. El que predica debe hacerlo desde dentro de la congregación, no desde fuera ni desde arriba. Tiene que asumir que es un hermano con el precioso ministerio de impartir la palabra al resto de la comunidad, para que la entiendan.
Predicar desde dentro es amar a la iglesia, pertenecer a ella y no sentirse superior. Hay que conocer a todos los miembros a quienes se habla, estar al corriente de sus problemas y necesidades, vivir unido a ellos y no predicarles desde la distancia o con ironía.
El predicador no debe actuar como un profesor, sino como otro oyente más de la misma palabra que predica. Si ésta no ha calado previamente en su alma, difícilmente llegará a la de sus hermanos.
Más que pensar, ¿qué les predico el domingo próximo?, hay que preguntarse, ¿qué nos puede decir la Palabra el próximo domingo? El pastor no es un vidente o un visionario, sino un testigo de Cristo que debiera emplear más el “nosotros” que el “vosotros”.
Tenemos que predicar con alegría, a pesar de las dificultades propias de este ministerio. El buen profeta de la Palabra debe superar las situaciones que le producen desánimo para transmitir un mensaje de confianza y esperanza a la iglesia.
Pero sólo se puede hablar con alegría, cuando se está plenamente convencido de transmitir la buena noticia de Jesucristo. Y tal convencimiento es algo que el oyente debe notar en todo predicador.
No se trata de quejarse siempre de lo mal que va el mundo, sino de proclamar esa salvación que viene de Dios y se ha encarnado en la persona de Jesús.
El encuentro con la Palabra divina se realiza a través del estudio bíblico personal, la oración privada y la propia predicación desde el púlpito. Para realizar bien estas tres tareas se requiere del tiempo suficiente de concentración, mediante la ayuda de buena bibliografía pastoral.
También es necesario, antes de hablar “de” Dios, hablar “con” Dios, para que sea Él quien ilumine nuestro mensaje.
Y, finalmente, permitirle al Espíritu Santo que, en el mismo instante de la predicación, hable a nuestra mente y haga que nuestras palabras resuenen primero dentro de nosotros mismos, antes de llegar a nuestros hermanos que escuchan.
El lenguaje debe ser claro, pero no vulgar. El ser humano de hoy, que no ha tenido una formación religiosa adecuada, no suele estar acostumbrado a oír términos como: redención, justificación, salvación, guerra espiritual, lucha contra Satanás, escatología, apologética, hermenéutica, parusía, milenio, comunión, etc.
Sin embargo, sí que entenderá con mayor facilidad conceptos más actuales: solidaridad, amor a la vida, anhelo de justicia, deseos de paz, búsqueda de la libertad, el Dios personal o cercano, el servicio a los demás y otros por el estilo.
Todo predicador debe procurar sintonizar con su congregación, pero de una manera digna, sin demostraciones de erudición arrogante, alejamiento de la realidad, búsqueda continua de la risa o la lágrima fácil, lenguaje ordinario o grosero, excesivo detallismo anecdótico, un tono frío y aséptico, abusar del subjetivismo emocional, etc.
El buen sermón debe alejarse de tales defectos para buscar un equilibrio temático y una adecuada forma de exposición.
Por supuesto que lo más importante será siempre el núcleo del mensaje, aquello que se comunica, pero también es primordial cómo se comunica, para que llegue a la gente y la persuada a creer o a cambiar de actitud.
Para ello hay que aprender a contar, narrar, sugerir imágenes, saber intercalar las frases cortas y tajantes entre la exposición más profunda, resumir y destacar las ideas principales con mayor viveza, utilizar los contrastes, las comparaciones, las paradojas y los símbolos.
En una palabra, intentar predicar como lo hacía Cristo porque Él será siempre nuestro mejor maestro.
El presente libro está constituido por una cincuentena de sermones, muchos de los cuales son de carácter apologético, que han sido predicados por el autor, durante la última década, en iglesias evangélicas de España.
El propósito fundamental de su publicación es ayudar al predicador en su importante ministerio de llevar el evangelio al ser humano que vive en plena era de la globalización; contribuir a la renovación de la Iglesia por medio de la inculturación actual de su mensaje; servir de referencia e inspiración a la hora de crear nuevos sermones o como base a partir de la cual poder modificar, cambiar, intercalar y adecuar a cada comunidad eclesial.
El estilo literario de la obra refleja necesariamente las características propias del lenguaje hablado: abundancia de frases cortas e incisivas, exclamaciones, interrogantes, admiraciones, conversaciones breves, anécdotas, etc.
Cada una de estas cincuenta predicaciones u homilías -veinte de las cuales están basadas en textos del Antiguo Testamento y las treinta restantes en el Nuevo- viene precedida por su correspondiente esquema, en el que se resaltan los puntos principales.
Se incluye la lista bibliográfica que, además de la Biblia, ha servido de inspiración. Nuestro deseo es que esta obra pueda ser usada como eficaz herramienta en manos de todos aquellos que la requieran, en especial, de los ministros de culto del pueblo de Dios. ¡A Él sea siempre toda la gloria!
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Zoé - Sermones actuales