¿Mienten los animales?

Salvando las correspondientes distancias, el reino animal ofrece también ejemplos de “mentira blanca o piadosa”.

27 DE OCTUBRE DE 2022 · 18:20

Ejemplar de chorlitejo colirrojo (Charadrius vociferus) practicando el comportamiento del ala rota para engañar a los depredadores. /(Foto: TexasEagle – Flickr- CC.,
Ejemplar de chorlitejo colirrojo (Charadrius vociferus) practicando el comportamiento del ala rota para engañar a los depredadores. /(Foto: TexasEagle – Flickr- CC.

Suele entenderse que la mentira blanca o piadosa es aquella falsedad que se dice con alguna buena intención. O sea, que la benevolencia final sería el bien perseguido al no decir o reflejar la verdad tal cual es.

A veces, lo que se pretende es hacer más digerible alguna cruda realidad. En otras ocasiones, la intención es evitar roces, altercados, fricciones innecesarias o comportamientos desagradables para las personas y causar así el menor daño posible.

La mentira piadosa o noble sería pues una práctica maquiavélica frecuente en política, mediante la cual los gobernantes intentarían mantener el orden social.

Así mismo, mentiras piadosas son aquellas que se refieren al Papá Noel, la llegada de los Reyes Magos cada seis de enero o los regalos del Ratoncito Pérez, que pretenden hacer felices a los niños.

Salvando las correspondientes distancias, el reino animal ofrece también ejemplos de esta clase de mentiras, cuyo fin último puede ser el de proteger la propia vida o la de las crías indefensas, aunque a veces sea parasitando o engañando a otras especies.

Un caso paradigmático es el del mentiroso cuco o cuclillo (Cuculus canorus) que pone sus huevos en nido ajeno para que sea la hembra engañada de la especie parasitada quien críe a sus descendientes, a costa de la vida de los suyos propios.

Una crueldad zoológica propia de un mundo caído, en el que impera todavía la influencia de ese siniestro personaje, llamado en la Biblia, padre de mentira (Jn. 8:44).

El arrendajo funesto o siberiano (Perisoneus infaustus) es otro pájaro mentiroso de la familia de los cuervos, que habita los bosques de pinos y píceas del norte de Escandinavia y Siberia.

En ocasiones, se le ha visto engañar a otros ejemplares de su misma especie, con el fin de robarles la comida. [1] No sólo es mentiroso sino también ladrón.

Estas aves tienen una característica llamada de alarma que emplean para advertir al resto del grupo de algún peligro inminente.

Cuando se les aproxima un depredador como el gavilán o alguna otra rapaz, graznan de una manera determinada con el fin de avisar a los demás para que se pongan a salvo.

Evidentemente esto es una conducta altruista que beneficia a toda la población de arrendajos. Sin embargo, en ocasiones este altruismo se torna mentiroso y egoísta.

En efecto, a veces emiten tales graznidos de alarma cuando no hay ningún peligro y lo hacen sólo para asustar a grupos vecinos de arrendajos, conseguir que huyan despavoridos y así poder robarles tranquilamente la comida que éstos han escondido.

Todo un comportamiento mentiroso para aprovecharse del trabajo y del alimento de los demás

Otras aves echan mano de la mentira piadosa, al fingir estar enfermas o tener algún ala rota, para atraer la atención de los depredadores y alejarlos del nido donde se encuentran sus huevos o pollos recién nacidos.

En un reciente trabajo científico publicado en la revista Proceedings of the Royal Society, [2] cinco investigadores estudiaron este último comportamiento y descubrieron que se da en unas 52 familias de aves, comprendiendo 285 especies diferentes.

Desde pájaros como los mirlos, gorriones o currucas hasta aves mayores como los faisanes o los patos.

Esto resulta sorprendente e inesperado, en la perspectiva evolucionista, ya que supone que tal comportamiento -supuestamente originado por mutaciones al azar y selección natural- habría tenido que darse independientemente muchas veces en las diversas familias de aves.

Se trata de una conducta que se observa en familias muy separadas en la filogenia evolutiva y que no poseen antepasados directos comunes.

Si ya es difícil entender cómo la simulación del ala rota llegó a originarse una única vez, cuánto más lo será en tantas familias diferentes. Decir que pudo ocurrir por “convergencia evolutiva” sin explicar cómo, no soluciona el problema.

Las exhibiciones de distracción en las aves se conocen también con el término “paratrepsis” y son -como decimos- comportamientos usados contra los depredadores diurnos para atraer su atención lejos del nido o las crías.

No es una conducta exclusiva de las aves ya que se ha observado también en peces y mamíferos.

En general, algunos autores evolucionistas suponen que tales actitudes debieron iniciarse primero como “parálisis parciales” o movimientos incontrolados originados por el estrés, al ver acercarse a los depredadores.

Otros etólogos no están de acuerdo con esta explicación y piensan que se debe al conflicto de intereses generado en el animal, entre su instinto de conservación y el impulso de proteger a las crías.

Mientras que algunos apuestan por conductas que se aprenden y se transmiten culturalmente de padres a los hijos. No obstante, nadie sabe realmente cómo pudo aparecer por evolución una conducta semejante.

Estas aves no son agentes morales capaces de tomar decisiones con la finalidad de engañar sino que simplemente se están comportando de acuerdo a un patrón instintivo que han heredado de sus progenitores.

Tal comportamiento suele servirles con muchos depredadores animales pero no con el ser humano quien, al ver la pantomima del ala rota, busca inmediatamente el nido en la proximidades.

Los pájaros realizan este truco sin hacer primero ninguna reflexión teórica o razonamiento abstracto, con el fin de solucionar el grave problema de un ataque imprevisto.

Lo hacen instintivamente, sin pensar, porque no piensan sólo actúan como robots programados para ello. ¿Cómo pudieron adquirir tal comportamiento engañoso? Nadie lo sabe.

Pero no son responsables morales de su engaño porque no son agentes morales que hayan reflexionado y decidido mentir. Simplemente lo han heredado pues fueron diseñados así.

Algunos creen que estudiando estos comportamientos de los animales quizás algún día seremos capaces de comprender el origen de la mentira o la sinceridad en el ser humano.

Sin embargo, olvidan el gran abismo moral y espiritual que existe entre nosotros y el resto de los seres de la creación.

Ningún juez aceptaría jamás que la mentira de un testigo, dicha con el fin de salvar a su amigo acusado, fuera simplemente consecuencia de un patrón de conducta heredado por evolución.

Más bien, pensaría que es el resultado de una elección moral libre, generada por creencias personales en abstracciones humanas tales como la idea de justicia, de verdad, de deber, etc.

En mi opinión, lo que indican estas mentiras y simulaciones de supervivencia de los animales es que detrás de ellas hay una inteligencia que trasciende a la propia naturaleza.

Si esto es así, la ciencia humana nunca podrá tener acceso a ella ya que, por su propia metodología material, es incapaz de analizar lo inmaterial y trascendente.

Notas

1.  F. C. R. Cunha & M. Griesser, 2021, Who do you trust? Wild birds use social knowledge to avoid being deceived, Science Advances, 28 May 2021, Vol 7, Issue 22, https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.aba2862

2.  L, de Framond, H. Brumm, W. I. Thompson, S. M. Drabing and C. D. Francis, 2022, The broken-wing display across birds and the conditions for its evolution, Proceeding of the Royal Society B, 30 March 2022, https://doi.org/10.1098/rspb.2022.0058

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