Choque cultural
Oaxaca, México
2 de marzo
Lo que para algunos es rutina, para otros es un descubrimiento, y a veces hasta una prueba. Hoy me han invitado a mi primera degustación de algo llamado “chapulines”. Creo que su nombre común es “escarabajos”.
2 de marzo
15 DE DICIEMBRE DE 2007 · 23:00
En Oaxaca vive un señor a quien llaman “el hospitalario”(1), que se dedica a dar clases acerca de las distintas especies de helechos de la zona, y a introducir a los viajeros en la cultura autóctona. También le llaman “el bromista”(2).
Después de una ración abundante de tortas de maíz con carne sumergida en un chile que bien podría valer para limpiar piezas de automóvil (mejor que la coca-cola), y de buscar en vano agua sin color ni olor alguno, el hombre aparece con una fuente de esos pequeños insectos, chisporroteantes y similares en apariencia y textura a los frijoles secos o el mismo maíz recién tostado.
Lo que para muchos es su sustento, para el resto supone una nueva experiencia.
Salgo del baño con el estómago clamando a los cielos por la comida picante. Cierro la cortina, y una niña se me queda mirando curiosa. Mastica sin ganas una guindilla a la que nadie se acercaría a menos de diez metros.
Me tiende una más pequeña, para aficionados, de un blanco brillante. A mi alrededor, todo parece sudar: las paredes, las alfombras chillonas, el cielo, los árboles altos de la cercana selva. Mis manos.
No quiero ser maleducado, así que tomo la guindilla, y la acerco a mis labios. La mirada de la niña dice “no temas al dolor”. La guindilla es tan fuerte que noto cómo me raja el labio inferior. La niña se ríe y se marcha a contarle a “hospitalario” la gracia. Sus risas me llegan a través de las paredes rosas y las vigas de color chocolate. Me acerco al lavabo, esperando un chorro potente de agua fría.
Pero en Méjico no siempre ocurre lo que uno espera. Lo que es dignidad, y hasta derecho humano para unos, puede ser un capricho para otros. El agua que llega a las distintas estancias de la casa, procede de un depósito sobre el que cae el sol durante horas. Me arde la boca, y me precipito al exterior, donde ya es de noche, donde los helechos han parado de crecer.
“Hospitalario” viene a ver mi estado. Me da un vaso de agua fría y dice que no dude en pedir ayuda cuando la necesite.
Los grillos agitan las copas de los árboles, que se trenzan alrededor de nubes extrañas. Me alcanza un plato de chapulines, aderezados con el siempre presente limón. Saben sólo a limón, pero puede que sea porque tengo entumecidas las papilas gustativas.
Lo que para unos es subir un escalón más, o romper un prejuicio pequeño, es la mayor de las victorias para los demás.
Es difícil entender al ser humano que se siente raro junto a otro ser humano, pienso mientras pruebo otro escarabajo y veo la hierba crecer y adquirir tonos eléctricos.
1) En español, en el original 2) Ídem
1) En español, en el original 2) Ídem
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tierras - Choque cultural