Más canciones que los Beatles

Frances Jane van Alstyne, más conocida como Fanny Crosby, a lo largo de su vida compuso los textos de más de 9000 himnos, de los cuales algunos figuran entre los más populares entre los evangélicos hasta el día de hoy.

28 DE JULIO DE 2021 · 12:35

Fanny Crosby fotografiada en 1906 por W. J. Searle. / Librería del Congreso de los Estados Unidos, Wikimedia Commons,
Fanny Crosby fotografiada en 1906 por W. J. Searle. / Librería del Congreso de los Estados Unidos, Wikimedia Commons

A lo largo de su extensa y exitosa carrera, los Rolling Stones han publicado 322 canciones, superando a los Beatles, que “solo” llegaron a 278. Según 1 Reyes 4:32, el rey Salomón llegó a 1005, pero fue superado por Charles Wesley, con unas 3000. Pero hay una mujer prácticamente desconocida que escribió el doble de canciones e himnos que los cuatro juntos. Su nombre es Frances Jane van Alstyne, más conocida como Fanny Crosby, que a lo largo de su vida compuso los textos de más de 9000 himnos, de los cuales algunos figuran entre los más populares entre los evangélicos hasta el día de hoy. De hecho, escribió tantos que se vio obligada a publicar gran parte bajo un centenar de pseudónimos distintos porque no quería llenar los cancioneros con su nombre. Sin embargo, su camino no iba a ser fácil.

Fanny nació el 24 de marzo de 1820 en una pequeña ciudad cerca de Nueva York. Su padre era descendiente directo de los “padres peregrinos” que llegaron a bordo del Mayflower a la zona de Boston en 1620. Uno de los descendientes más ilustres de Fanny fue el cantante Bing Crosby, que cantó la famosa canción Blanca Navidad, la más vendida de todos los tiempos, con más de 50 millones de copias.

Cuando Fanny tenía seis semanas cogió un resfriado que se complicó y que finalmente causó una inflamación de sus ojos. Sus padres quisieron llamar a su médico de toda la vida, pero infelizmente no estaba disponible. Finalmente recurrieron a un hombre que pretendía ser médico, pero que resultó ser simplemente un farsante sin formación en medicina. Este hombre mandó aplicar cataplasmas de mostaza caliente en sus ojos. Fanny se curó, pero como resultado del tratamiento inadecuado se quedó ciega y el supuesto médico desapareció.

El noviembre de aquel año fue bastante lluvioso, pero para conseguir el sustento para su familia su padre trabajaba en los campos aún bajo fuertes aguaceros. Un día llegó con un terrible resfriado a casa. Su situación se empeoró y a los pocos días falleció, solo una par de meses después del desastroso tratamiento de los ojos de su hija. Para poder sacar adelante a Fanny, su madre se vio obligada a buscarse un trabajo como interna y la pequeña fue educada principalmente por su abuela.

A pesar de no poder ver, no fue una niña sedentaria y le encantaba jugar con los niños de su edad. Fanny subía árboles y aprendió a montar a caballo. Aunque a veces asistía al colegio, no le costaba seguir los estudios porque el alfabeto braille acababa de inventarse y aún no estaba muy extendido.

Su amor por la poesía empezó a una temprana edad y el primer poema que escribió a los ocho años reflejaba su negativa de autocompadecerse y rendirse. Su título es Soy un alma feliz y dice entre otras cosas:

Oh, qué niña alegre soy

aunque yo no puedo ver

He resuelto que en este mundo

siempre contenta estaré.

 

Cuántas bendiciones disfruto

que otras personas no ven.

Y llorar o suspirar por ser ciega

No puedo, y no lo haré.

Mientras que se dedicaba a escribir poesías, memorizaba la Biblia. Consiguió retener en su memoria cinco capítulos por semana y ya de niña sabía recitar el Pentateuco, los evangelios, el libro de Proverbios, el Cantar de los Cantares y muchos salmos.

A los 15 años, el duro trabajo de su madre finalmente le facilitó la entrada en el recién fundado Instituto para Ciegos de Nueva York. Esta institución sería su hogar los siguientes 23 años: 12 de estudiante y 11 de profesora. A los veintidós años de edad ya se la consideró competente para enseñar gramática, retórica e historia antigua y moderna y, finalmente, llegó a ser instructora de su instituto. Al mismo tiempo, más y más gente le encargaba poesías para diferentes ocasiones, hasta que el rector del instituto le pidió evitar “distracciones” de este tipo para no entorpecer su propia educación académica. Para el jefe de la institución dedicarse a escribir poesías era simplemente una forma de alimentar su propio ego.

Fue necesario la intervención de un buen amigo del director que cambió finalmente su actitud con respecto al talento extraordinario de la joven. Sus palabras fueron decisivas para el futuro de Fanny: “Aquí tenemos una poetisa. Hay que darle todo el ánimo posible. Tienen que leerle en voz alta los mejores libros y enseñarle las poesías más bellas. Y verá que algún día los resultados serán patentes.”

Y esos resultados no tardaron mucho en producirse. Cuando tenía 23 años, Fanny Crosby tuvo la ocasión de hablar delante del Congreso de los EE. UU. y entabló amistad con varios presidentes.

En el año 1858, a los 38 años, se casó con un ex-estudiante suyo, Alexander van Alstyne, que fue considerado uno de los mejores organistas de Nueva York y que escribió las melodías de muchas de sus himnos. Ella misma no solía poner música a sus textos y eso que tocaba el arpa, el piano, la guitarra y algunos instrumentos más. Por regla general, otros músicos se le acercaban para pedirle textos para sus melodías. 

En una ocasión, el famoso músico William Doane le hizo una visita sorpresa a su casa y la pidió poner texto a una melodía que había compuesto recientemente y que quería presentar en un congreso evangélico.

Pero había un problema: su tren salía en 35 minutos. Doane se sentó en el piano y tocó la melodía. Al escucharlo, Crosby le respondió sin pensar mucho: “La melodía dice: ‘estoy seguro en los brazos de Jesucristo’”, y escribió rápidamente la letra para la melodía. Con las palabras: “Léalo en el tren, pero ahora corra para no perderlo,” le despidió de su casa. Este himno se iba a convertir en uno de los más populares de Fanny.

En 1859 tuvo un bebé que murió a los pocos días. No se sabe si fue niño o niña pues nunca hablaba del tema y el único testimonio de su existencia son estas breves palabras: “Fui madre y conocí el amor maternal. Dios nos dio un tierno bebé. Pero los ángeles descendieron y llevaron a nuestro pequeño para estar con Dios en su trono”.

Su editor le había encargado tres himnos por semana pero a veces escribía seis o siete en un solo día. Algunos de ellos llegaron a ser muy populares en todo el país, sobre todo a partir del momento cuando los evangelistas Moody y Sankey empezaron a usarlos en sus campañas.

Entre sus más conocidos se encuentran Grata certeza, No me pases, no me olvides y Alabad al gran Rey

En una ocasión un predicador comentó: “Qué pena que el Maestro que te ha dado tantos dones no te haya dado también el don de la vista”. Fanny le respondió: “Sabe, si yo al nacer hubiera podido pedirle al Señor una cosa, le habría pedido nacer ciega. Porque cuando vaya al cielo, la primera cosa que alegrará mi vista será la cara de mi Salvador.”

Y comentó sobre el hombre que la dejó ciega:

He oído que este médico nunca dejó de expresar su remordimiento por lo que pasó (…) pero si pudiera hablar con él ahora, le diría, ‘gracias, gracias -una y otra vez- por volverme ciega’. (…) Si mañana se me ofreciera la vista terrenal perfecta, no la aceptaría. Creo que fue la intención de Dios que yo viviera mis días en oscuridad física, para estar mejor preparada para cantar sus alabanzas. No podría haber escrito miles de himnos si hubiese sido obstaculizada por las distracciones de poder ver todos los objetos hermosos e interesantes…

Fanny Crosby era capaz de escribir unos himnos muy complejos y música con una estructura clásica, pero prefería escribir de forma sencilla y de tal manera que la gente en las iglesias pudiera entonar sus textos con facilidad. Siguió escribiendo hasta poco antes de fallecer a los 95 años. La última estrofa que compuso fue: “Algún día llegarás a la orilla del río…”.

La escribió a raíz de la muerte de la hija de una amiga suya, a la que le dedicó la poesía en su carta de condolencia. El 12 de febrero de 1915 se sentó para escribir lo siguiente a su amiga y su esposo:

Queridos amigos, ¿qué puedo decir? ¿Cómo puedo consolaros en estos momentos de tristeza? No estáis desamparados porque hay un mensaje de inspiración que os susurra: lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Sabéis que vuestra querida Ruth está a salvo en los brazos de Jesús. 

Y terminó la carta con esas palabras: 

Algún día llegarás a la orilla del río, algún día. 

Y el lazo que se ha roto se restablecerá, algún día. 

Tus queridos te esperarán allí, donde está el árbol de la vida, 

hasta que vayas a compartir su gozo, algún día.

Seis horas más tarde, Fanny Crosby también llegó a la orilla de aquel río y se fue tranquilamente mientras dormía. 

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