“La tecnología se ha movido más rápido que los procesos legales y probablemente seguiremos perdiendo la carrera”
Europa y otras regiones del mundo están intentando controlar el poder de grandes compañías tecnológicas sin un acuerdo sobre cómo debería ser la legislación, dice el experto Jonathan Ebsworth.
VALENCIA · 23 DE NOVIEMBRE DE 2020 · 12:36
La Unión Europea podría multar a la empresa de comercio electrónico Amazon por violar las reglas de competencia y por el uso datos de los clientes para obtener una ventaja injusta. Al mismo tiempo, el gobierno chino prepara una legislación para frenar el poder de gigantes de la red como Alibaba y JD, y en Estados Unidos se está produciendo un intenso debate sobre cómo controlar mejor el poder que Facebook, Google y Tik Tok, entre otras, tienen en el comportamiento de los usuarios de redes sociales.
Jonathan Ebsworth, experto de TechHuman, un grupo multidisciplinar que explora el impacto de la revolución digital en la vida humana desde una perspectiva cristiana, ha hablado en una entrevista con Evangelical Focus sobre estas iniciativas y el efecto que podrían tener en el futuro.
Pregunta: ¿Cómo evalúas los esfuerzos de las administraciones políticas en Europa para regular y controlar el comportamiento de los gigantes de la tecnología?
Respuesta: Me anima que los políticos comiencen a percibir que el crecimiento sin restricciones de las grandes compañías requiere algún tipo de acción. Durante demasiado tiempo l defensa de la idea según la cual ‘la regulación ahoga la innovación’ ha mantenido a los políticos en silencio. Sin embargo, creo que todavía tenemos dos conjuntos de problemas que necesitamos superar para que esto dé lugar a los resultados positivos que la sociedad necesita.
Por un lado, necesitamos desarrollar un consenso sobre los daños que han surgido con el crecimiento de estas compañías. No creo que ese consenso exista hoy. La competencia desleal solo es una dimensión, y quizá ni siquiera es la más importante que debe ser abordada aquí. Pienso que ‘la economía de la atención’ está, probablemente, en el corazón de principales amenazas sociales que afrontamos hoy. Se trata de ese enfoque económico que está impulsando cada vez más un uso preciso de las herramientas de manipulación del comportamiento respaldadas por técnicas como el ciclo ‘hook’.
Las consecuencias de esto son muchas y significativas. Por ejemplo: las personas de un amplio abanico de edades, desde niños de 9 o 10 años hasta personas de 60 años, como poco, pasan cantidades de tiempo cada vez mayores frente a sus dispositivos electrónicos y menos tiempo hablando entre ellas. Los algoritmos que nos presentan el contenido con la intención de mantenernos en la red, nos presentan contenido cada vez más extremo con la intención de alimentar nuestros prejuicios, cualquiera que sea la dirección en la que nos encontremos. Mientras que la ‘conexión’ digital a través de las redes sociales parece brillante y real, es una imitación pálida de las verdaderas relaciones humanas. El resultado de aumentar el tiempo es socavar nuestra humanidad esencial. Me pregunto si la naturaleza de esta lucha por nuestra atención va dirigida a desgastar el tejido de la sociedad y hacerlo incluso más fino de lo que ya es.
Como parte de este proceso deshumanizador, estamos viendo que las visiones del mundo de las personas se distorsionan hasta un punto en el que grupos dispares comparten pocos puntos en común, lo que resulta en una completa ‘falta de comunicación’. Esta es realmente la consecuencia en la política actual, pero volverá a afectar a todos esos valores y creencias sociales fundamentales que históricamente se han asumido con seguridad, y ahora son materia de acaloradas discusiones, sin ninguna causa visible de debate.
Desearía que esto fuera solo un problema secular, pero lo vemos infectando también a varias partes de la comunidad de la Iglesia, donde hemos perdido de vista la gracia. Hemos olvidado que “el que está libre de pecado ha sido invitado a lanzar la primera piedra”, y de hecho ninguno de nosotros, como pecadores, tiene derecho a juzgar, y menos a condenar.
Un segundo problema es que los instrumentos legales que estamos utilizando, como las leyes antimonopolio e incluso el Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea (RGPD) no son realmente armas diseñadas para luchar en las batallas del siglo XXI. La tecnología se ha movido y se moverá más rápido que los procesos legales. Es una carrera que probablemente seguiremos perdiendo.
P: ¿El hecho de que China también esté intentando frenar el poder de estas compañías apunta a una lucha global en los próximos años entre los países y la grandes empresas privadas por el control de los datos de los ciudadanos y para qué propósitos?
R: Veo surgir múltiples ‘luchas’ que reflejan los valores y culturas tremendamente diferentes en las diferentes partes del mundo. También dentro de los ‘superbloques’. China es un régimen autoritario, que ve la tecnología como una amenaza cuando se ejecuta fuera del control estatal y como un medio cuando es controlado o utilizado por el estado para ejecutar una autocracia efectiva del siglo XXI.
Estados Unidos tiene valores muy diferentes. Muchos observadores describen el entorno regulatorio en los Estados Unidos como el ‘salvaje oeste’. Allí, quizás más que en cualquier otro lugar del mundo, se sigue escuchando el grito de ‘la innovación ahogada’ como consecuencia inevitable de la regulación. Esa nación está más vigilada que muchas, pero en su mayor parte, la vigilancia primaria, y la manipulación, la realizan empresas privadas, no el estado. Sin embargo, hay muchas pruebas de que determinados grupos estatales y federales presionan a las empresas privadas para que ‘compartan’ datos, a menudo utilizando enfoques que se sitúan al margen de los controles y mecanismos que limitan a esas autoridades públicas.
Europa vuelve a enfocar el problema de manera diferente. Parece haber una creciente voluntad de regular, aunque queda por ver si las autoridades europeas pueden; (a) acordar, y (b) enmarcar de manera efectiva las medidas que se requieren. Sospecho que durante algún tiempo, las grandes empresas tecnológicas que no son de Estados Unidos desobedecerán las reglas y verán las multas impuestas como ‘costes de continuar haciendo negocios’ en lugar de cambiar sus formas.
En las democracias occidentales necesitamos cambiar actitudes para demostrar que ciertos comportamientos, ya sean liderados por empresas tecnológicas o por el Estado, son intolerables, y que tenemos la voluntad y los medios para desafiar a las empresas que se salen de esas normas. Hoy en día, no existe un acuerdo claro sobre cuáles deberían ser esas normas, y mucho menos sobre cómo tratar con quienes se extralimitan del comportamiento aceptable.
Se está librando otra batalla, particularmente entre China y Occidente, aunque esto significa principalmente corporaciones estadounidenses. Una carrera de armamentos tecnológicos, a la que otros países también quieren unirse. Esto es increíblemente peligroso y, en última instancia, puede representar una amenaza existencial mayor que el desgarro del tejido social a través de la ‘economía de la atención’. Para agravar esta batalla, está la explotación de las debilidades en las plataformas de atención, como Facebook, Instagram, Snapchat y algunas de las herramientas de Google, así como los proveedores de noticias, que difunden información errónea en un intento deliberado de desestabilizar a los Estados ‘competidores’.
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