Apagón histórico

Tenemos que luchar por la Verdad en medio de la oscuridad. No podemos esperar que venga la luz, pues no la hay. Y en medio de las tinieblas triunfa la luz verdadera.

04 DE MAYO DE 2025 · 20:40

Foto: <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@kamrank92">Kamran Kazemi</a>, Unsplash CC0.,
Foto: Kamran Kazemi, Unsplash CC0.

Lo del apagón es una anécdota, muy ilustrativa desde luego, comparado con el apagón de la historia que estamos viviendo.

Desde el inicio de la historia se ha procurado jaquearla. Mira aquél, diciendo “conque Dios os ha dicho…”. Mira el otro, después de hacer un becerro de oro con el oro del pueblo, “este es el Dios que te sacó de Egipto…”, y todos bailando al son de la falsificación de la historia.

El colmo de los colmos, mira lo que dicen del Redentor. Al que lavó y santificó a su iglesia para presentársela limpia, sin mancha, ni cosa de qué avergonzarse…, me lo presentan lavado y afeitado, perfumado, esperando que venga a verlo alguien con quien salir.

El pecador en sus pecados y en su imaginación lo ha lavado con sus fantasías, y se lo ha presentado delante de sí (mira la semana santa…). Y el papado, que es eso, un jaqueo clamoroso de la historia, se lo presentan unos y otros como cosa simpática…

Tenemos que luchar por la Verdad en medio de la oscuridad. No podemos esperar que venga la luz, pues no la hay. Y en medio de las tinieblas triunfa la luz verdadera…

Pongo dos ejemplos. Muy dispares, pero ejemplos. Visité hace unos días con parte de la familia los jardines y el palacio de Aranjuez. Muy interesantes por lo que suponen de la historia que suponen. El guía, muy servicial y eficiente, nos mostró la verdadera historia del sitio. Según su interpretación, que es la que en España se está considerando luminosa para las generaciones presentes y futuras.

Felipe II aparecía intachable. Eso sí, como un monarca patrimonial. Los jardines y el palacio eran ejemplos claros. Se trataba, y eso lo mostraba como si no pasara nada, de una monarquía que era la dueña del terreno, de las gentes y de los mares de las Españas, y allí en dos semanas hacía sus negocios personales.

No hay sociedad, ni familia, ni grupos, ni ciudades libres, pero eso era lo impresionante. (Por supuesto no pudo faltar lo de que esa monarquía fue la fundadora de los Estados Unidos, o casi.)

En esos ejemplos de historia, Europa ni aparecía, ni nada de rey arrodillado ante la Inquisición, jurando sus métodos… Solo importaba la casa, que era una empresa, aquí y en América.

Muy bien. Una historia totalmente jaqueada. Han cambiado y saqueado la verdad. Y eso es lo que ahora se debe enseñar como gloria de la patria. Eso es la cultura hispana.

Otro ejemplo. Si tuviera un cabreametro se salía. Está tratado, y eso me hace contrastar con alegría sólida, en la parte final, aunque también en capítulo anterior del libro que aquí cito (Villacañas, 2025, 767-794).

La referencia es a un libro, editado en traducción española hace cuatro años, donde se pretende comparar la acción de la Inquisición (española, portuguesa y papal) con la de los consistorios calvinistas. Así lo pone el título, Fe y castigo. Inquisiciones y consistorios calvinistas en el mundo moderno.

Más de 400 páginas, con bibliografía e índice, donde se presentan veintitantos artículos, algunos realmente interesantes. Una lectura muy útil para ver la historia, si no estuviera nublada por la distorsión de la historia.

Eso empieza en el mismo título. Los “consistorios calvinistas” aparecen junto a las palabras castigo e inquisiciones. Eso es lo que interesa. Nuestro autor destroza con suma elegancia la argumentación del libro (no sus artículos sueltos, que son apreciables sin duda).

Pero aquí entre nosotros, en lenguaje del sur (aunque según dónde no se entienda mucho), los editores, también en el caso de la traducción castellana, han puesto un título con muy mala uva.

Presentar que la inquisición y los consistorios eran en el fondo lo mismo, y que ambas realidades producen la sociedad moderna es una burrada.

De ahí mi cabreo, y por eso mi alegría al ver la destrucción del argumentario escrito en escrito académico, al alcance de profesores y estudiosos y de todo el que quiera ver. (Al mundo evangélico reformado de las solas y la santidad, espero que les venga la luz cuanto antes.)

“Incluso en este ensayo de contextualización de las dos instituciones, la argumentación sigue un formato de detalle que en el fondo es un dispositivo de abstracción, en la medida que la descripción no está guiada por ninguna estructura conceptual [negritas mías].

Así, el hecho de que en muchas ocasiones los incursos en los procesos de censura consistorial tuvieran que ser remitidos a los tribunales civiles revela una división clara de poderes, algo sobre lo que jamás se reflexiona…

Frente a esta estructura más general, la inquisición era un tribunal integral. Sus causas no eran revisadas por ninguna instancia ajena al sistema inquisitorial…

Al no tomar en consideración esta diferencia, se puede llegar a conclusiones precipitadas como esta: ‘Al igual que los católicos, los protestantes tenían esta red [de disciplina religiosa] utilizando tanto sanciones espirituales como, en ocasiones, el castigo físico’.

Pero con ello la comparación se convierte en una igualación que ignora la diferencia. Y creo que hay una tendencia en este libro a esa igualación cuyo resultado más evidente es una generalización abstracta.

En lugar de hablar de una desnuda comparación de consistorios e inquisiciones, deberíamos hablar de sociedades de consistorio y sociedades de inquisición… Esta ampliación del horizonte no es algo que veamos en el libro.

Su aspiración fundamental no es otra que la de considerar estas dos formas institucionales como variaciones de un mismo proceso moderno, caracterizado de forma genérica como confesionalización y sin distinción de matices.

A veces la disminución de las distancias entre las dos instituciones adopta una falsa objetividad un tanto irritante, como cuando se describe de forma impoluta que la tortura se usaba para lograr la confesión… Afortunadamente se reconoce que esta no se usaba en los consistorios.

Los autores buscan tender puentes entre la Europa reformada del norte y la inquisitorial del sur, para hacer del proceso moderno algo en cierto modo unitario… Y en atención a disminuir las diferencias entre una y otra institución, se pone énfasis en los elementos coactivos, dejando de resaltar de forma equilibrada la cuestión de la libre aceptación…

Pero sobre todo se pasa por alto la diferencia fundamental; a saber, que el consistorio disciplina la conducta no la intención. Esta queda reservada a la relación entre el creyente y Dios.

La inquisición, por su parte, investiga la intención y por eso se permite la tortura, para identificar el secreto del corazón que por principio al calvinista no le interesa.

Estas distinciones son fundamentales y forman parte de un cosmos cultural y religioso. El fundamento último depende de la idea de si la corporación eclesiástica es una institución de salvación, como cree la Iglesia católica, o solo de santificación, como cree Calvino.

En el primer caso, la Iglesia salva. En el segundo, no. En el primer caso, la autoridad de la Iglesia anticipa el juicio final; en el segundo este juicio ya está pronunciado antes de la creación del mundo y por tanto se debe mantener en el secreto de Dios. Por eso la inquisición se dota de valor soteriológico. El consistorio no dispone de él.

Con ello la inquisición tiene la capacidad de condenar al infierno, algo que el consistorio jamás haría. Una reflexión mínimamente filosófica permite establecer esta diferencia fundamental y organizar a partir de ahí el argumento comparativo.

De eso carece el libro. Quizás sea por eso por lo que, aunque por lo general las colaboraciones del libro resultan sobrias y contenidas, a veces se aprecia un espíritu revisionista que pretende disminuir los perfiles de los elementos más odiosos de la inquisición.

Todo ello hace del libro, a pesar de recoger trabajos de especialista reconocidos, una aproximación necesitada de refinamiento conceptual…

Ya desde la introducción, los editores del volumen enmarcan los procesos modernos en un inmenso proyecto de disciplina moral. Sin embargo, el libro carece de una reflexión adecuada sobre el significado y la morfología de ese mismo proceso de disciplina y de lo que significa moral aquí.

Quizá la falta de este refinamiento conceptual sea el déficit más importante de estos estudios. Las consecuencias de este déficit resultan abrumadoras…

Los interesantes detalles que ofrecen las investigaciones de este libro, al carecer de un entramado conceptual adecuado, conocen el amargo destino de convertirse en meros hechos sin potencia adecuada para marcar la extraordinaria diferencia cualitativa entre estas dos instituciones, una de las cuales fue muy eficaz para ordenar procesos de disciplina moral, de poder pastoral y de cohesión social, mientras que la otra fue completamente irrelevante en relación con todos ellos.”

Lo mismo seguimos la próxima semana. Depende del cabreo.

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