Tratado sobre los brujos (3)

Los brujos siguen activos, porque su padre sigue por aquí. Eso sí, tienen modos muy diversos de aparecer.

23 DE MAYO DE 2020 · 22:05

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Imagen de Luis Villasmil en Unsplash.

Lambert Daneau es un autor hugonote que escribió sobre muchas materias, y también propuso en su tiempo un modelo de política que hoy llamaríamos “federal”, tiene para mí, por lo tanto, un valor especial. Por ello, puede sorprender que con tanto donde elegir se haya optado por esta obra sobre los brujos para presentarlo al mundo hispano; sin embargo, tras su lectura, se la puede reconocer como un modelo calvinista de acción: con la Escritura como fuente de autoridad superior, actuar sobre la realidad concreta en la que uno vive. Y en ese momento, la presencia de juicios sobre brujería era algo cotidiano. 

El método, ya señalado la semana anterior, es digno de atender, huyendo de las frivolidades tan fáciles sobre una materia así. Había estudiado con Calvino, y éste, (por poner un ejemplo de ese método serio y firme) sobre el mandamiento que dice: No tomarás el nombre del Señor en vano, indica:  “Que no abusemos temerariamente de su santa Palabra, ni de sus misterios dignos de adoración, para provecho de nuestra avaricia, ambición o locura (…) Y si tan grave es usar en vano el nombre de Dios por temeridad, mucho mayor pecado será servirse de él para actos nefandos, como la nigromancia, supersticiones, hechizos, exorcismos ilícitos y otras clases abominables de encantamientos”. (Institución II, viii, 22)

Discute y explica los distintos términos que se recogen en el genérico “brujos”. (p. 55) Empieza con las expresiones de la Biblia: No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos (Deuteronomio 18:10-11), y luego estudia también la presencia de esas palabras en las culturas paganas.

Es muy relevante este planteamiento; primero ver qué dice la Escritura, y tener en cuenta también qué pasa en las diferentes culturas sobre el asunto. Y lo primero que se presenta ante nosotros es que la cuestión tiene su espacio “dentro” del propio pueblo israelita, y luego se pasa a la situación del ministerio de Jesús, y sigue en la presencia del Espíritu para confirmar la palabra sobre el Mesías que se anuncia (Testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad, se dice en Hebreos). Parece que la acción demoniaca se desata abundante durante el ministerio de Jesús, y después durante la expansión del mensaje del resucitado. Tenemos textos desde el que muestra a un fulano, mago judío, como un falso maestro, hasta la constatación de que Dios hacía milagros extraordinarios por mano de Pablo (en el contexto de la predicación); desde un grupo de judíos exorcistas ambulantes, hasta la presentación del inicuo cuyo adviento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios; desde la inclusión de las hechicerías dentro de las obras de la carne, hasta la afirmación de que lo sacrificado por los gentiles es sacrificio a demonios.

Efectivamente, tras la resurrección del Cristo y la proclamación de su Evangelio, notamos todo un mundo múltiple de acciones para impedir su presencia y poder. Son actos de confrontación unas veces, las más, de falsificación con copias de todo tipo. Otro evangelio, otro Jesús, otro cristo, otro espíritu, otros (pretendidos) milagros, etc., y todo ello por medio de gente de todo tipo, desde los más finos a los más groseros, gente que incluso estaría dispuesto (tal es el engaño al que han sido entregados) a dar todos sus bienes a los pobres, o entregar su cuerpo para ser quemado. La historia de la Iglesia (visible) se llena de milagros, milagreros, adivinos, mártires, exorcistas ambulantes y con oficina propia, apóstoles, al poco, obispos arzobispos, y un poco más allá, papas, cardenales, y no les digo porque no acabamos.

La historia del cristianismo (la Iglesia invisible está, pero no es eso) es la historia de las falsificaciones y la mentira. Brujos contra brujos, cada uno con su hechizo; doctrinas contra doctrinas; poderes humanos contra poderes humanos; y todo ello como si fuera Dios mismo en la tierra. Es como si hubieran “resucitado” de nuevo al templo de Jerusalén destruido; la Iglesia cristiana se convierte en un nuevo “Israel”, con sus ritos, sus sacerdotes, sus falsos maestros, su edificar la ciudad con sangre, y pongan más cosas; nada que ver con el nuevo Israel que es el pueblo redimido, el pueblo de la fe. Han reconstruido de nuevo a la Jerusalén caída, la de la tierra, y la presentan como la celestial. Confusión y mentira. Pretendieron ser Jerusalén, y se quedaron en Babilonia; quisieron ser la esposa, y se quedaron en ramera, eso sí, grande y vistosa. Mentira y confusión. ¿Quién os embrujó; quién os drogó? Para cambiar la gloria del Mesías y la gracia de su Evangelio, por la esclavitud de la esclava, aunque la vistáis de “justicia y santidad”, la que produce la gloria humana.

Venid, mirad, gente de la comarca, que os traigo lo que os librará del poder maléfico de los brujos del entorno. Bien, muy bien, ¿qué nos traes? Pues un trozo del cinturón de san fulano, una astilla de la cruz, y cinco pelos de san nosequién. Mentira y confusión. Esto fue así durante siglos, y sigue en la actualidad, con alguna modificación estética. Santuarios, vírgenes, milagros (¿no han escuchado: este santo me gusta mucho porque es muy milagrero?), estampitas, amuletos, agoreros, adivinos. Agua bendita para librar de los demonios. ¿No han visto cómo echan humos en las misas para no sé qué, pero parece algo de encantamiento? 

Vale, y seguro que te callas lo que piensas en esto sobre la eucaristía, pero ¿y los evangélicos? Pues igual. Ya me hubiera gustado ver la oración del papa con los pastores pentecostales. Mentira y confusión. Conozco algo de las tropelías de los que resoplan, gritan, brincan, y echan demonios por el poder de cristo (ya comprenderán que lo ponga minúscula, y porque no hay menos). Son del mismo padre, de ese del agua bendita. Con todos mis respetos para los que viven en el ámbito católico, y para los que viven en el evangélico, pero ninguno para los milagreros y mercaderes de sanidades o salvaciones costeadas por humo de brujos, me es igual un “santo milagrero” que un culto de resoplidos, y gente por los suelos dando brincos.

Los brujos siguen activos, porque su padre sigue por aquí. Eso sí, tienen modos muy diversos de aparecer. Los miserables dictadores, que tanta sangre han derramado, ¿no tienen ningún diablo y sus humos cercano? (no los excusa, pero debe ser algo así). Las grandes carnicerías humanas, los genocidios, lo que se hizo con el pueblo judío por aquellos infames, y pongan y sigan; todo ello muestra que la acción diabólica no es un cuento. Te dirán que es un cuento los que cuentan con formas renovadas de brujería.

En cualquier pueblo o ciudad de cultura católica, te encontrarás con evidencias de que la brujería (con todas sus variables) sigue viva y activa. Desde sujetos que se dañan el cuerpo para no sé qué; hasta los que hacen misas para salvar almas de no sé dónde. Eso es encantamiento. Algo de eso seguro que se da en una nación, la que sea, aunque la nuestra sea, cuando su máxima representación abraza a una falsificación y le pide que ayude y guíe. ¿No es brujería eso de Santiago, y cómo vino a parar acá? (Incluso se lo llevaron allá para ayudar a la conquista.)

Se podrá decir de otro modo, pero seguro que éste vale; cuando los que fueron al “Nuevo Mundo” quisieron quitar la idolatría y hechicerías de allí, ¿qué pusieron en su lugar?, pues las idolatrías y hechicerías de aquí. Cambiaron de dioses no de corazón. Aunque, como siempre ocurre, nuestro Dios soberano usó esos medios diabólicos para sacar adelante sus propósitos, entre los que están la salvación de todos los que antes han sido, y ahora siguen en esas hermanas tierras. Y para la actualidad, reconociendo el trabajo fiel de muchos ministros del Evangelio en esas tierras (de todas las denominaciones), y de creyentes fieles de nuestra Iglesia común (la invisible), me parece que no está de más señalar que, así como el catolicismo sólo cambió de dioses y encantamientos en su estancia desde el inicio y hasta hoy, la iglesia evangélica ha hecho otro tanto; ha quitado a los dioses y encantamientos mágicos del catolicismo, pero ha instalado otros. Antes se echaba al espíritu de turno con un hisopo y agua bendita, o con una estampa de alguna virgen, y ahora se echa al espíritu con fórmulas evangélicas. Han cambiado los santos patrones, pero el patrón sigue siendo el mismo. Pero la hora ya llega, es el tiempo, que el Evangelio será oído, y el corazón cambiado, y echarán de sí todos sus ídolos, los católicos y los evangélicos.

Y termino, porque esto se ha alargado, y yo sólo quería resaltar dos cosas en torno al tema del libro que nos ocupa. Primero, que algunos pondrán cara de pena al ver que alguien todavía cree en estas cosas (como dice, por cierto, la Biblia), y que todo eso tiene explicación por la torpeza e ignorancia de esos pueblos. La ciencia te lo arregla todo. Pues no. La ciencia que sea honesta, un abrazo y ánimo en la investigación; la falsa, es también un encantamiento, pura brujería (lo discutimos en otro momento). Hoy con tanta ciencia se sigue invocando a los demonios.

Segundo, que hay formas de brujería y encantamientos terribles, que no aparecen como tales. Daneau (¡que al final seguimos con él!) decía que -A los que nosotros llamamos brujos- “Habría que llamarlos intoxicadores diabólicos, o envenenadores, ya que emplean venenos”. (p. 58) Hoy tenemos a un tipo de intoxicadores y envenenadores terribles, todos los que mueven por las calles y las casas el veneno de las drogas. Y también tenemos a otro tipo de brujos que trafican con el cuerpo de tantas y tantas víctimas para la prostitución (en algunos casos usando embrujos). Drogas y prostitución, ¿no son tipos de hechicerías? Y finalmente, en este mundo tan “científico” que se burla de los cristianos que creemos esas cosas de la Biblia; que se den una vuelta por muchas discotecas y cosas semejantes (supongo que habrá grados), y que luego se burlen de los aquelarres y los efectos de los encantamientos.

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