“El amor es un acto de perdón interminable...
una mirada tierna que se convierte en hábito.”

Peter Ustinov

La observé de lejos y de inmediato quedé cautivado. Aquella joven era, por encima y por debajo de todo, alegría: Aún en la distancia me embargó la convicción de haber encontrado, por fin, a la felicidad humanada, pues su ser entero proyectaba dicha. Aquellos ojos eran ventanas por las que se asomaba la felicidad de la vi"/>

Tolerancia

“El amor es un acto de perdón interminable...
una mirada tierna que se convierte en hábito.”

Peter Ustinov

La observé de lejos y de inmediato quedé cautivado. Aquella joven era, por encima y por debajo de todo, alegría: Aún en la distancia me embargó la convicción de haber encontrado, por fin, a la felicidad humanada, pues su ser entero proyectaba dicha. Aquellos ojos eran ventanas por las que se asomaba la felicidad de la vi

30 DE SEPTIEMBRE DE 2006 · 22:00

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No pude evitarlo, tuve que preguntarla el motivo de su gozo. Ni un segundo tardó en responder. No lo dijo, lo gritó: “¡¡He encontrado a mi príncipe azul!!” Hoy he vuelto a verla. Tardé en reconocer que era la misma persona. Arrastraba su cuerpo y sobre todo su alma. Sus ojos no eran hoy ventanas a la alegría, sino sombríos miradores por los que se asomaba una aflicción indescriptible, e insoportable también. Ni pude ni quise evitar el interrogarla por el motivo de su tristeza: Respondió enseguida, su voz era un susurro, dejé de respirar para escucharla mejor: “Mi príncipe azul ha desteñido” Poco después me explicó. “Cómo ha cambiado desde que nos casamos. Antes no tenía fallos, pero ahora no le encuentro virtudes.” Más vale que cuanto antes asumamos esta verdad: Todos los príncipes azules destiñen. Por más que en el noviazgo idealicemos a una persona y lleguemos a convencernos de que ese ser no reúne ni un solo defecto, el matrimonio se ocupará de sacarnos del error y plantarnos cara a cara con la realidad, y la realidad es que cada ser humano comete fallos y todos, sin excepción, cargamos con errores. TOLERAR Comencemos con la letra “T” de este acróstico, para componer un alimento que resulte sólido y revitalizante a cualquier matrimonio bajo de defensas en esto de la convivencia. La tolerancia y la flexibilidad deben estar presentes en la pareja.
Lo que no se dobla se quiebra, por eso debemos aprender a tolerarnos a pesar de nuestros fallos y a ser flexibles en la relación en pareja. Las posiciones radicales arruinan el matrimonio. “Todos ofendemos muchas veces y de muchas maneras” Dijo el apóstol Santiago. No hay error más grande que creer que somos los únicos que no cometemos errores. No hay nadie libre de equivocarse y por cuanto otros tendrán que tolerar nuestros fallos, es mejor que adoptemos nosotros también una posición tolerante. He conocido a personas cuyo objetivo en la vida parece ser no dar jamás su brazo a torcer en una disputa. No consienten un error de trato en aquellos con quienes conviven y jamás se doblegan a disculpar y obviar una ofensa. En el círculo de los amigos esa posición resulta incómoda, pero en el ámbito de la familia tal postura es peligrosa. Cuando alguien se empeña a defender sus derechos a ultranza y no está dispuesto a doblegarse jamás frente a su pareja, suele conservar su dignidad y se queda con sus derechos, pero pierde el matrimonio. Domina tu carácter y dominarás el mundo, dijo alguien sabio, y me permito añadir, domina tu carácter y sanarás tus relaciones. Pero, por supuesto, hay determinados límites en la tolerancia. Ser comprensivo no es lo mismo que ser permisivo. Hay cosas que, definitivamente, no se deben permitir. El maltrato físico ó psicológico no tiene justificación ni debe tolerarse. Asimismo una traición de la confianza ó una infidelidad, deben ser analizadas con sumo cuidado y tratadas en la pareja con toda franqueza y también con toda contundencia y determinación. Un varón pedía constantemente comprensión y tolerancia a su esposa frente a sus traiciones e infidelidades: “Soy débil – decía el individuo-. No puedo evitar caer en la tentación, ella debe comprenderlo” La debilidad no era el único problema de este hombre, sufría de una carencia mayor: carecía de vergüenza y dignidad.
El odio es el veneno de nuestra familia, la comprensión su cura.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - FaMiLiA - Tolerancia