Rompiendo una lanza en favor de Mical
Una mujer absolutamente estereotipada y encasillada, fruto de una vida nada fácil y con un amor que jamás dejó de sentir por un esposo que no le correspondió en la medida de lo correcto ni la amó tal como ella lo amaba.
20 DE OCTUBRE DE 2018 · 13:00
“Uno de los más arraigados y extendidos prejuicios, reside en la creencia de que todo hombre posee en propiedad ciertas cualidades definidas: que es bueno o malo, inteligente o tonto, enérgico o apático, y así sucesivamente. Los hombres no son tan de una pieza.”
“No se puede categorizar a la gente así, en puros y defectuosos. Quizás debamos empezar a colaborar todos.”
“Cuando tomamos una decisión en una fracción de segundo, afirma Payne, somos muy vulnerables a dejarnos llevar por nuestros estereotipos y prejuicios, incluso por aquéllos en los que no necesariamente creemos ni respaldamos.”
Me encantan estas tres frases de diferentes autores, desde Leon Tolstoy, hasta trozos aislados de algún diálogo de un libro o película. Me pareen que nos introducen muy bien en un tema que, precisamente por la horrible problemática que traen consigo los estereotipos, pueden llegar a deformar una realidad; más aún, una personalidad, según la poca o mucha información, según nuestras opiniones o afectos, o según nuestra poca o mucha información sobre lo que sea.
Desconozco porque razón el Señor hizo que lleve varios días pensando en Mical. ¡Por supuesto que conozco su historia desde niña! Pero cuando me puse a investigar con todo el rigor que he podido la vida de esta mujer, que podría calificar con unos cuantos adjetivos, se me queda muy corta toda la información que yo tenía, tal vez influenciada por la enseñanza generalizada sobre esta vida y el, prácticamente único desde el cual se mira a esta mujer, la escena de David trayendo el arca danzando ante sus criadas y el menosprecio de Mical en su corazón mientras miraba desde una ventana. Todo lo componemos rápidamente y sacamos unas cuantas, más bien pocas lecciones que distorsionan bastante la realidad.
Entre las muchas cosas que examiné con cuidado para tener un punto de vista bastante más amplio del que tenía, me he encontrado con auténticas barbaridades. Desde los que del modo más cursi y distorsionado, tratando a Mical de, en palabras de hoy, mujer cómoda, disfuncional como esposa, algo parecido a una mujer moderna caprichosa, cómoda, y compulsiva a la hora de comprar o modo de vivir; hasta otro tipo de cosas en esta historia que no son verdad ni por un lado ni por el otro.
Todo esto me hizo pensar mucho en las etiquetas o estereotipos que podemos hacernos de una persona, cualquiera… Y no sólo llegar a romper literalmente su corazón y su vida; sino su testimonio, prestigio o legado.
Mical (heb. Mîkâl, “arroyo”). Generalmente se interpreta este nombre como una forma abreviada de Mîkâ’êl, “Miguel”, que significa “¿Quién como Dios?”; pero también es posible que sea el nombre del dios Mekal, documentado por una inscripción encontrada en las excavaciones de Bet-sán. Personalmente, me quedo con la acepción de “ARROYO”, así fue su vida, un único amor, David, y el dejarse fluir como un arroyo en el que el agua sólo puede fluir, sin poder evitar un camino que no se elije y que manejan otros; ellá fluyó, hasta que cansada de sufrir, tuvo unas mal acertadas palabras. Sólo por eso, se le diagnostica como haría un médico no demasiado bueno en lo suyo como si fuera una enferma de lo que no era.
Mical era la hija menor del rey Saúl (1Sa 14:49); cuando su padre descubrió que ella estaba enamorada de David, hizo planes para que ese afecto destruyera al joven. Por lo tanto, la ofreció a David como esposa con la condición de que matara a 100 filisteos, esperando que perdiera su vida en la empresa. Sin embargo, David volvió con éxito de su tarea; no sólo trajo 100 prepucios, trajo 200, y en consecuencia le fue entregada como esposa (18:20-28).
Cuando David se vio forzado a huir de la ira del rey, Mical le ayudó a escapar (19:11-17). Más tarde, fue dada a otro hombre (25:44). Cuando Abner se acercó a David y le ofreció entregarle las tribus del norte gobernadas por Is-boset, David rehusó negociar con él hasta que se le devolviera a Mical (2Sa 3:12-16).
Mical se menciona por última vez cuando despreció a David en su corazón al verlo danzar en público delante del arca cuando era trasladada a Jerusalén (6:15, 16); sintiendo que él se había degradado, ella lo reprendió (vs 20-22). Mical murió sin tener hijos (v 23); aunque no es mi propósito en estos momentos llevar la razón en cosas un tanto veladas, como los cinco hijos que se atribuyen a Mical de su matrimonio conde Adriel hijo de Barzilai meholatita, en realidad otros manuscritos indican que se trataba de Merab, la hija mayor de Saúl (1Sa 18:19).
Me sigue encantando tristemente el nombre de Mical como “Arroyo”, Un dulce arroyo que fluía dirigido por otros yendo de acá para allá.
Mical amó a un único hombre toda su vida, David; y personalmente creo a la luz de las Escrituras que quien solamente la amó con toda su alma, hasta seguirla llorando, fue Phaltiel, (1 Samuel 25:44).
Hay quien define el matrimonio de David con Mical como de alto voltaje, pero sinceramente creo que la peor parte se la llevó ella. Es bien cierta toda la escena de la ventana y el arca, su menosprecio luego dicho en palabras, creo que unas palabras muy poco acertadas, pero nacidas del dolor, fruto de mucho dolor, y en este caso, el que esté libre, que tire la primera piedra.
Simplemente he hecho un pequeño recorrido bíblico por la vida angulosa que enlaza a Saúl, David y Mical; y con ello no la estoy justificando en todo; pero sí quiero romper una lanza en su favor. Una mujer absolutamente estereotipada y encasillada, fruto de una vida nada fácil y con un amor que jamás dejó de sentir por un esposo que no le correspondió en la medida de lo correcto ni la amó tal como ella lo amaba.
Este es un tema al que el Señor me lleva una y otra vez, le ruego que me ayude a mirar a los demás con Su mirada, Su comprensión y Su amor; a comprender, a ayudar, a tener compasión, y a no permitir jamas que nadie sea roto y destruido por mis palabras dichas a la ligera o por ideas preconcebidas repetidas sin pensar.
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