Tres poemas del joven Moisés
Una muestra de la poesía del chileno Moisés Cruz Villalobos.
14 DE SEPTIEMBRE DE 2017 · 21:35

Elijo tres textos, de marcada raíz cristiana, para presentar una muestra de la obra poética de Moisés Cruz-Villalobos (Concepción, Chile, 1996), estudiante de Antropología, poeta, músico, compositor y lector práctico de temas filológicos.
La selección se hice de su poemario “Humus”, publicado recientemente en Santiago de Chile por Hebel Ediciones.
TENTACIÓN
Han pasado ya tres siglos,
y de nuevo lo llevé conmigo
a un monte muy alto,
pero esta vez
no era el marginal albañil de Nazaret
el que iba conmigo,
sino nada menos que el Sumo Pontífice
Constantino el Grande.
También le mostré
todos los reinos del mundo y su gloria.
Desde ahí se veía su gran imperio
y todo el resto de Europa occidental,
y le dije:
“Todo esto, e incluso más allá del mar, te daré
si postrándote me adoras”.
Lo sentí besar mis pies...
Sonreí.
Millán, 313 A.D.
DESDICHAS
Viajé por todas partes,
estuve en Roma,
en Corinto,
en Tesalónica,
en Filipo,
en Damasco,
España
y por ahí sigue la lista.
Pasé por muchas desdichas,
entre ellas: naufragios, arrestos, golpizas,
estuve ciego, repetidas veces en la cárcel,
bajé en una canasta por una ventana
arrancando de la muerte,
una vez me apedrearon
e incluso flagelaciones he sufrido,
pero, por mucho, lo más difícil
fue ver mi cuerpo ensangrentado
mientras mi cabeza se alejaba
rodando por el piso.
Pero valió la pena.
ORACIÓN
Macarena tenía siete años de edad
y cada noche antes de acostarse a dormir,
se arrodillaba al costado de su cama para orar.
Ella daba gracias por el día,
por haber tenido qué comer
y contar con un lugar
dónde dormir tranquila y segura.
Luego pedía por los días venideros,
para que no le faltara nada a su familia.
También pedía
por la gente en situación de calle
que tan numerosa era
y tan poca comida tiene.
Pedía que él
con su poder infinito los protegiera y guardara.
Pero al finalizar cada oración
era impensable omitir el “amén”.
No fuese a ocurrir que quedara la línea abierta
y Dios escuchara todos sus otros pensamientos.
No quería verlo enojado.
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