Incómodo eso de ser protestante

El protestantismo sigue siendo víctima de un desconocimiento colosal y objeto de todo tipo de pestes, a veces heredando algunos tics ancestrales de desecho procedentes del catolicismo más rancio.

16 DE MARZO DE 2014 · 23:00

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Trabajo hace un cierto tiempo en la historia del protestantismo en los Países Catalanes y trato, permanentemente, con compatriotas que son protestantes, en Barcelona, ​​en Figueres, en Terrassa, Manresa, Badalona, ​​en Maó, en Valencia, en Alicante, en Ibiza , en Mallorca, en Perpiñán y otros lugares, y me honro ya con su amistad. Alguno de ellos son nombres destacados de la cultura, el periodismo o la judicatura, aunque no hacen alarde de su fe, ni tampoco se esconden. Siempre he creído que la historia de las religiones forma parte de la historia general de los pueblos, sin la cual no se puede tener una idea objetiva de la realidad pasada y sus condicionantes. El protestantismo es, hoy, la segunda confesión religiosa en importancia numérica en nuestro país y tiene, sólo en el Principado, unos 600 centros de culto abiertos a sus creyentes, además de otros espacios dedicados a la docencia, el esparcimiento, el atención social o la acogida de personas mayores. Es una realidad viva que sigue siendo desconocida por el gran público o que llega a la sociedad bastante desfigurada, cargada de prejuicios acumulados y rellena de errores y equívocos, en un mar de confusiones e ignorancias. A pesar de vivir en un marco legal laico y en una sociedad cada vez más secularizada y más alejada de vivencias religiosas, el protestantismo sigue siendo víctima de un desconocimiento colosal y objeto de todo tipo de pestes, a veces heredando algunos tics ancestrales de desecho procedentes del catolicismo más rancio. Su confusión frecuente con los Testigos de Jehová, la denominación de "secta" que todavía alguien les atribuye o su reducción simplificadora al fenómeno pentecostal o carismático, llegado de Latinoamérica, son sólo algunas de las anomalías que deben sufrir cada día, desconociendo que, ya en el siglo XVI, los cuatro años del inicio de la Reforma por Lutero, ésta ya tenía eco aquí y los primeros seguidores eran quemados por la Inquisición en la década siguiente. Históricamente, el protestantismo había resguardado siempre al mundo progresista y muchos pastores eran masones y se manifestaban republicanos, con los que hacían causa común en defensa de la libertad, incluida, en particular, la libertad de cultos. Hasta los años treinta, muchos actos públicos de afirmación y propaganda evangélica se hacían en locales republicanos o de partidos de izquierdas. Al proclamarse la República, el protestantismo respiró con normalidad y dejó de ser perseguido, de manera que en las elecciones de febrero de 1936, desde algún periódico protestante, se llegó a pedir el voto, abiertamente, por el Frente de Izquierda, después de que en algún lugar como Alicante, tanto el alcalde como el presidente de la Diputación del nuevo régimen democrático fueran ambos protestantes y uno de ellos pastor. Hace 75 años la represión del franquismo contra el protestantismo fue durísima y forzó muchos pastores en el exilio, los templos fueron obligados a cerrar, las escuelas ya no abrieron nunca más las puertas, los periódicos de siempre no volvieron a aparecer y algunas capillas fueron asaltadas, destrozado el mobiliario y los libros, robados los objetos de valor y agredido su pastor. Franquismo y jerarquía católica, con excepciones catalanas dignísimas, hicieron un todo hasta configurar el nacionalcatolicismo. Por este motivo, la derecha católica e integrista estigmatizó a los protestantes y los condenó al ostracismo, a menudo con la acusación de ser agentes extranjeros, ya que en España sólo cabía una nación, una lengua, una bandera y una religión. Hoy, los pastores jubilados de tiempos del franquismo siguen sin cobrar pensión y ciertas izquierdas, desde una noción de laicidad mal entendida, en una especie de nueva religión, reprueban también a los protestantes por el hecho de ser cristianos, es decir, por tener convicciones religiosas. Por su parte la derecha los condena por no ser católicos y tener una religión diferente. Y cierta izquierda, sólo por el hecho de tenerla. Incómodo, eso de ser protestante. Publicado originalmente en El Punt Avui

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