¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios? (G. Rojas)

Gonzalo Rojas, explica su poesía amatoria: “Yo escribo desde la Palabra para exaltar el cuerpo. Para mí el placer es algo sagrado.”

05 DE JULIO DE 2013 · 22:00

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NADA HUMANO AJENO AL EROS El Eros sublime forma parte de lo Sagrado. Y antes de que algún mojigato se escandalice, recuerde la Biblia y especialmente uno de sus libros más hermosos: El Cantar de los Cantares. Y si todo libro que se contiene en el Libro de los Libros es inspirado por Dios, lo verdadero entonces es que Dios derrochó con nosotros su seminal pulsión erótica. (Digresión: Mientras sale un nuevo libro de Stuart Park, dedicado esta vez al Cantar atribuido a Salomón, recomiendo la magnífica exégesis de José Grau: El más inspirado cántico de amor). Pero vayamos a la poesía amorosa de Gonzalo Rojas, otra de las vertientes de la obra escrita por el notable poeta chileno. Y nada de conjeturas, habiendo testimonios directos del autor: “Alguna gente me ve como un poeta erótico, pero es que no hay nada humano ajeno al Eros. Sin embargo detesto el ‘eros vil’, el eros sucio y bajo. En mi poesía de amor lo sacro es siempre lo luminoso, aunque existe una íntima relación con ese Eros que forma parte de lo humano”. Se trata del Amor, en este caso a la pareja, como cuando en el poema titulado precisamente “El amor”, Gonzalo confiesa: Mírala. Es cosa frágil pero yo la elegí entre todas las hijas de mujer, como Dios a su estrella más pura, para que arda en el viento de mi gran desamparo… BASE BÍBLICA DE SU POESÍA AMOROSA En esta entrega, como en las tres anteriores, vamos ‘descubriendo’ cómo la poesía de Gonzalo Rojas tiene innumerable anclajes bíblicos, algo poco analizado por tantos y tantos exégetas de su obra. Se pasa de puntillas sobre su relación con Dios, se elucubran teorías sobre cuestiones peregrinas, pero no se ve ni se expone lo evidente. No quiero abundar en la base bíblica de su poesía amorosa, pues la misma relumbra para cualquiera que haya leído la Palabra, como lo hizo Gonzalo. Por ejemplo, su poema “Qué se ama cuando se ama”, antologado en muchas lenguas del mundo, tiene buena parte de su fuente tanto en 1 Reyes como en el Cantar. Recordemos, tratándose de Salomón: “Y tuvo setecientas mujeres reinas, y trescientas concubinas” (1 Reyes 11:3); o también el Cantar 6: 8-10: “Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas, /Y las doncellas sin número;/ Mas una es la paloma mía, la perfecta mía; /Es la única de su madre, / La escogida de la que la dio a luz./ La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada; / Las reinas y las concubinas, y la alabaron”. Pero, por si alguien tuviera dudas de la procedencia de esa poesía que críticos mundanos se solazan de catalogar como erótica, baste el título de un texto publicado por el propio Rojas: “Paráfrasis”. Y de cierto que es una paráfrasis de Cantar 1: 9: “A yegua de los carros de Faraón / Te he comparado, amiga mía”. Y en el poema “Pareja humana”, pide a dios que le abra (a él y a su pareja) de una vez, tal como ese otro texto bíblico: “Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía…”. (Cantar 5:2). CUATRO POEMAS DE AMOR Oigamos de nuevo a Gonzalo Rojas, explicando su poesía amatoria: “Yo no soy un poeta erótico. Yo escribo desde la Palabra para exaltar el cuerpo. Para mí el placer es algo sagrado. El parto es algo sagrado. Hay otros poetas que escriben sobre erotismo, yo soy un poeta que escribe sobre el cuerpo”. Y ante otra repregunta, amplía su comentario el poeta de Lebú y de Chillán: “Sí, vuelto por un lado hacia lo sacro y, por otro lado, hacia lo sensual, pero que es más bien una sensualidad atada a lo sacro. Por eso, en mi lectura pública en Madrid, dije que para entender la poesía amorosa no bastaba con leer ni a Darío, ni a Bécquer ni a Neruda, exponentes de la poesía amorosa, sino a los místicos españoles, a Juan de Yepes, a Teresa de Jesús..., porque esos, al fondo, conocían muy bien el cuerpo. Eran unos poetas, que por muy santos que fueran, tenían un sentido muy claro del cuerpo”. Gonzalo Rojas es un poeta que Ama con el cuerpo, pero también con todas las potencias que Dios supo donarle. Con él lo sensual tiende a lo sagrado: el Eros es sagrado. He aquí esta breve antología de poesía amorosa religada a la Biblia y al Dios que Gonzalo supo reivindicar como suyo ¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA? ¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes, o este sol colorado que es mi sangre furiosa cuando entro en ella hasta las últimas raíces? ¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo, repartido en estrellas de hermosura, en particular fugaces de eternidad visible? Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una, a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso. CÍTARA MÍA Cítara mía, hermosa muchacha tantas veces gozada en mis festines carnales y frutales, cantemos hoy para los ángeles, toquemos para Dios este arrebato velocísimo, desnudémonos ya, metámonos adentro del beso más furioso, porque el cielo nos mira y se complace en nuestra libertad de animales desnudos. Dame otra vez tu cuerpo, sus racimos oscuros para que de ellos mane la luz, deja que muerda tus estrellas, tus nubes olorosas, único cielo que conozco, permíteme recorrerte y tocarte como un nuevo David todas la cuerdas, para que el mismo Dios vaya con mi semilla como un latido múltiple por tus venas preciosas y te estalle en los pechos de mármol y destruya tu armónica cintura, mi cítara, y te baje a la belleza de la vida mortal. PARÁFRASIS Mi amor lo duermo en palisandro con mi desnuda en el destierro, una sábana por cristal encima; a yegua de Faraón la he comparado por las piernas largas de su vuelo, alados los tobillos sin más ajorcas que el diamante finísimo del frescor, veloces los dos besos de sus pies; a yegua fragante de Faraón la he comparado. PAREJA HUMANA Hartazgo y orgasmo son dos pétalos en español de un mismo lirio tronchado cuando piel y vértebras, olfato y frenesí tristemente tiritan en su blancura última, dos pétalos de nieve y lava, dos espléndidos cuerpos deseosos y cautelosos, asustados por el asombro, ligeramente heridos en la luz sanguinaria de los desnudos: un volcán que empieza lentamente a hundirse. Así el amor en el flujo espontáneo de unas venas encendidas por el hambre de no morir, así la muerte: la eternidad así del beso, el instante concupiscente, la puerta de los locos, así el así de todo después del paraíso: --Dios, ábrenos de una vez.

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