El evangelista astur fuera de norma

La biografía de este creyente evangélico, nacido a últimos del siglo XIX, nos fue remitida por otro creyente heterodoxo y errante también, muy amigo mío, Miguel Rionda Jr., cuya tesina “Protestantes en Asturias” se presentó en 1980 en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Oviedo y supuso el primer intento historiográfico serio del protestantismo asturiano."/>

José Mera Pelayo

El evangelista astur fuera de norma

La biografía de este creyente evangélico, nacido a últimos del siglo XIX, nos fue remitida por otro creyente heterodoxo y errante también, muy amigo mío, Miguel Rionda Jr., cuya tesina “Protestantes en Asturias” se presentó en 1980 en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Oviedo y supuso el primer intento historiográfico serio del protestantismo asturiano.

04 DE DICIEMBRE DE 2006 · 23:00

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Lo publicamos en Asturias Evangélica nº 16 y hoy queremos resumirlo por ser uno de los heterodoxos –aunque parezca poco serio decirlo- por su aspecto físico, su imagen fuera de norma. Desde su conversión, nos cuenta Rionda, “no se cortaba el pelo ni la barba, dejando su cabello largísimo. Daba la impresión de ser un anarquista bohemio poco creíble, visionario escatológico no consecuente. De ahí, quizás, su poco éxito en su dicasterio en cuanto a la captación de miembros para formar una congregación con el talante religioso que descubrió en América y que él mismo se identificó a esa manera de sentir el "protestantismo". Nacido en Llanes (Asturias) “Mere Peláez” – así lo llamaban los íntimos- fue un hombre con propósito evangelizador desde su conversión pero que encajaba mal en moldes religiosos. Fue a encontrar esa forma de expresión espiritual en Estados Unidos donde se identificó con un grupo confesional pentecostal super-fundamentalista en Porland (Oregón). Allí estaba ubicada la sede de esa confesión carismática denominada "FE APOSTÓLICA". Regresa a Asturias por los años veinte, pero vuelve a realizar un itinerario nómada en las ciudades de Santander, Bilbao, Barcelona y por último Zaragoza en 1931, donde por fin se establecerá hasta su muerte en 1965. Este deambular de alguna manera era obligado al querer imitar al Apóstol Pablo y entre sus principios estaban el vivir por fe y apartarse de la religión sistema. Nos dice Rionda también que “la política franquista le prohibió hacer proselitismo pero él no hacía mucho caso a dichas órdenes diciendo siempre que "había que obedecer a Dios antes que a los hombres" según el dicho apostólico. Sin embargo el "cenáculo" que formó no llegó a pasar de treinta personas. No tenían capilla propia y se reunían donde podían”. Así mismo, nos dice Rionda que el recorrido religioso de alguno de sus miembros le llevó al Adventismo aragonés y a otros por diferentes denominaciones, hasta que Jesús Pinilla, convertido en 1935 se hizo carga de la congregación después de la muerte de Mere Peláez y haciendo reuniones en su casa de la calle La Perla, mantuvo la congregación hasta edad avanzada. Al ser una persona con pocas referencias bibliográficas, solo nos remitimos al juicio que nos hace Rionda, que considero conocedor de los hechos. “Los informes policiales de José Mera Pelayo nuestro asturiano-indiano, que se encontraban en el Gobierno Civil de Zaragoza, decían que era un hombre "extravagante" "esquizoide" aunque no emplean esta última palabra queriendo decir lo mismo. Lo dejaron por imposible y pasaba ante la autoridad por "chaladillo", sin peligro para la sociedad. Como dijimos anteriormente los círculos evangélicos de Zaragoza no lo asimilaron a la obra en general, debido a su gran individualismo y a su radicalismo religioso. Era posiblemente "patológico". Pero también algunos creyentes de estos mismos círculos lo tenían por una persona "honesta" y lleno de "bondad" a pesar de sus anomalías... Las bajas o deserciones de su grupo las veía no como una catástrofe sino como una "depuración" natural y no le impedía declarar con aplastante convicción que él y los suyos se encuentran en el buen camino, el único, y también el mas áspero, tal vez la senda estrecha. No hay respuesta que él no conozca; no hay problema ni injusticia para los que él no pudiese ofrecer una terapia pronta y segura, una explicación sencilla según su corazón y su mente lo dictasen. Su casi falta de dudas es tan asombrosa como una tranquilidad de conciencia. ¿Inconsciencia? Nosotros no vamos a juzgarlo ni a encasillarlo. Pero hay algo que escapa al ser humano, por muy sabio que sea, y es que Mere Peláez actuó en ser sensitivo, con un talante quizás demasiado espiritualista, pero aun en sus posibles errores, según sus luces y su entender que escandalizaba a las autoridades e incluso a la mayoría de sus correligionarios, siempre fue honesto. “En nuestras sociedades autoritarias y moralistas no se puede ser diferente”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Orbayu - José Mera Pelayo