La actual Navidad produce «resaca psicológica»

En Navidades no sólo hay que temer los kilos de más. El ser humano se enfrenta a una serie de emociones con una fuerte carga afectiva de todo tipo a las que nadie escapa. Unos estímulos que desaparecen de forma fulminante el 7 de enero provocando efectos colaterales físicos y también psicológicos en nuestro organismo.

MADRID · 11 DE ENERO DE 2010 · 23:00

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El excesivo consumo de alimentos y alcohol durante las vacaciones navideñas suponen un peligro del que los profesionales sanitarios no se cansan de alertar. Desde la Sociedad Española de Neurología (SEN) nos advierten de que el consumo excesivo de alcohol en Navidad incrementa el riesgo de sufrir afecciones neurológicas inmediatas. «Para la persona que no bebe habitualmente -explica el doctor Samuel Díaz Insa, Coordinador del grupo de Cefaleas de la SEN-, la ingesta de alcohol de forma esporádica es mucho más lesiva de lo que habitualmente se cree» y sus daños son más visibles a corto plazo que en el caso de alguien acostumbrado al alcohol. «A partir de un par de copas de vino o tres cervezas -detalla- las neuronas dejan de funcionar correctamente y se incrementa el riesgo de sufrir migraña y otras cefaleas». Al doctor Díaz Insa no le gusta banalizar con el término resaca, «algo más que un dolor de cabeza: produce deshidratación, síntomas autonómicos como dolor abdominal y diarrea e importantes trastornos neuropsicológicos». PROBLEMAS NERVIOSOS Nuestro sistema nervioso tampoco es inmune a las fiestas navideñas. «El alcohol aumenta el riesgo de padecer procesos cerebrales como depresión y epilepsia, un peligro que aumenta gravemente si la ingesta se complementa de otras sustancias neurotóxicas (tabaco, cocaína, cannabis...) pudiendo producir pérdida de neuronas en determinadas áreas de los lóbulos frontales, hipocampos, cerebelo, amén de aumentar el riesgo de infarto y hemorragia cerebral», afirma el doctor Díaz Insa. La ingesta de comidas ricas en sal y grasas, así como el exceso en dulces pueden ocasionar graves consecuencias cuando se produce un consumo desproporcionado y en pocos días. Subidas de la tensión arterial, retención de líquidos, descompensación de la función cardíaca son algunos de los efectos a los que sometemos a nuestro cuerpo durante estas fechas. VOLVER A EMPEZAR CUESTA El alegre consumismo, el dispendio sin remordimientos y un estado festivo que se alarga más de dos semanas encuentra la otra cara de la moneda en el síndrome post-navideño, un término con el que el profesor Aguado no está en absoluto de acuerdo. «Ni siquiera le doy credibilidad al manido «síndrome post-vacacional»: sencillamente, no existe». Para el psicólogo, tras pasar un tiempo de vacaciones, asueto o repleto de celebraciones agradables, «es normal que al sujeto le cueste adaptarse a su vida cotidiana, igual que no hay que extrañarse de que tras varias semanas acostándose tarde y sin madrugar, sea más difícil la conciliación del sueño, pero en ningún caso podemos hablar de trastornos psicológicos», ataja. El arranque de enero como catarsis en la que el sujeto hace balance sobre lo acontecido los doce meses anteriores y se plantea los objetivos del nuevo año suponen para el profesor Gerardo Aguado un mito que tampoco debe obsesionar a la persona. «Lo importante es plantearse metas en firme y cumplirlas, aunque admito que el primer día de enero es un lugar común en el que concurren muchos propósitos».

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