Mi recuerdo para Esther
Artículo de Beatriz Garrido, in memoriam de Esther García, amiga de la autora y recientemente fallecida en Vigo (Pontevedra).
18 DE ABRIL DE 2009 · 22:00

Querida mía: hoy estoy muy triste y siento un dolor ahogado que me nace de adentro, de mis propias entrañas.
Eramos hijas de hermanos, de esos hermanos que se quieren y se respetan hasta el final.
Tu tenías doce años cuando yo nací, y seguro que te hizo mucha ilusión mi llegada y, seguro también que me tomaste en los brazos con mucho cuidado, tal cómo eras tú, suave y calladamente.
Y yo fui creciendo y te veía crecer a ti, y ya entonces te admiraba. Desde siempre tú tenías esa serenidad, ese aplomo y esa confianza en Dios, que ni el maldito cáncer logró destruir.
Cuando tenías catorce años, ya estabas en amores con Samuel, quien muchos años después llegaría a ser el tan conocido siervo de Dios Samuel Pérez Millos.
Recuerdo el día de tu boda, estabas tan guapa con aquella media melena castaña, tu carita de chiquilla de, tan sólo, diecinueve años, aquel traje de raso blanco con aquella larga cola que mi hermana y yo sujetábamos. Recuerdo cada detalle, como te sacaban las fotos antes de salir de casa, tu ramo de novia, aquel precioso bouquet de capullos de rosas, y.... te seguía admirando, siempre fuiste un referente para mi. Eras guapa, elegante; pero, sobre todo serena, esa serenidad que sólo da una fe inquebrantable en Dios.
Con los años, qué bonito!! las dos terminamos sirviendo al Señor a tiempo completo junto a nuestros esposos y, cada vez que nos veíamos, era una ocasión para darnos un abrazo fuerte y decirnos, la una a la otra, cuanto nos queríamos.
Pasaron más años y el Señor permitió en tu vida, igual que en la de Job, pruebas muy duras. Te vinieron de un lado y permaneciste firme como una roca, haciendo frente a la vida y a las circunstancias. Te vinieron del otro lado, y seguiste igual: callada, serena, seguro que llorando por dentro; pero con esa fe que seguía admirando, yo me hubiera roto en mil pedazos....
Al final vino la enfermedad, cualquier otra persona se quebraría, pero tú seguiste mirando a Dios y confiando en El.
La última vez que hablamos me dijiste: “y si me tengo que ir, no pasa nada, me voy con el Señor”, te dije cuánto te quería y rompiste a llorar diciéndome que tú también me querías a mi.
Pasaron sólo unos meses y el linfoma segó tu vida con tan sólo sesenta y dos años. La enfermedad dejó su huella en tu cara y en tu cuerpo, pero tu serenidad y tu confianza en Dios, seguirían allí hasta el final.
Ahora estas junto al Señor y seguro que tu traje blanco es el mejor planchado y almidonado de todos, y estarás radiante.....
Gracias, querida mía, por todo lo bueno que me has dado siempre, por todo lo bueno que aprendí de ti, gracias por tu cariño, por tu ejemplo y por tu vida.
Déjame decirte, por última vez, lo mucho que te quiero y...”espérame en el cielo, corazón”.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Muy Personal - Mi recuerdo para Esther