La atormentada fe de T. S. Eliot

Tras su conversión, siguió en cierto sentido siendo introvertido, enfermizo, dubitativo y depresivo. Pero Eliot encontró el asombro del perdón.

10 DE MAYO DE 2022 · 13:00

Su conversión no le dio una fe inamovible, que le hizo llenarse de alegría, sino que siguió en cierto sentido siendo introvertido, enfermizo, dubitativo y depresivo.,
Su conversión no le dio una fe inamovible, que le hizo llenarse de alegría, sino que siguió en cierto sentido siendo introvertido, enfermizo, dubitativo y depresivo.

Este año es el centenario de La tierra baldía (1922), una obra fundamental de la poesía contemporánea, que refleja el vacío vital de T. S. Eliot (1888-1965), justo antes de su conversión al cristianismo. Se ha publicado recientemente toda la obra del Premio Nobel de Literatura en lengua castellana, junto con una nueva traducción del libro por Jaime Tello para la editorial Visor, que titula “estéril”, en vez de baldía, para acentuar su sentido de ruina y agotamiento. 

El nombre de Thomas Stearns ha pasado a la historia de la literatura por esas iniciales, T. S., que acompañan siempre su apellido. Eliot parece la quintaesencia de lo británico, sino fuera porque nació en la patria del blues, Saint Louis, bajo el cielo de Missouri. Era el último de siete hermanos de una familia de Boston, establecida por un calvinista emigrado a Nueva Inglaterra. Su padre se dedicaba a hacer ladrillos, aunque su abuelo era predicador unitario. Había sido enviado como misionero al católico St. Louis, pero llegó a ser rector de Harvard y fundador de la universidad de Washington. 

La inspiración poética parece que le viene de su madre, ya que ella escribía versos. Eliot publicaría un libro suyo dedicado a Savonarola. Era una mujer religiosa, que dio a sus hijos una estricta disciplina basada en la práctica de la autonegación, por la que el poeta se sentía siempre culpable por cualquier placer, por inofensivo que fuera.

Al sufrir de una hernia congénita, el joven Eliot descubre el único placer, que le resulta tolerable, lejos de toda actividad social, deportes o juegos: los libros. No se sentía más santo por ello. Todo lo contrario. Siempre tuvo una clara conciencia de su pecaminosidad y su culpa, que le hacía hundirse en una profunda angustia, dominado  por el escepticismo y la desilusión, sin encontrar paz alguna. 

La atormentada fe de T. S. Eliot

La editorial Visor había publicado ya una nueva traducción de 'La tierra baldía' (1922) por Jaime Tello.

Tiempo de indecisiones

Estamos al principio de un siglo lleno de luchas y cambios, pero también de grandes incertidumbres… 

Habrá tiempo de asesinar y de crear,

y tiempo para todos los trabajos y los días de las manos

que levantan y dejan caer una pregunta en tu bandeja;

tiempo para ti y tiempo para mí,

y tiempo aún para cien indecisiones,

y para cien visiones y revisiones

antes de tomar té con tostadas.

(La canción de amor de J. Alfred Prufrock, 1917,

traducida por José María Valverde, como el resto

de los poemas de este artículo)

Estudia en Harvard, donde se licencia en literatura inglesa en 1910. Viaja entonces a Europa, donde escribe Prufrock y Retrato de una dama. En la Sorbona de París sigue las clases de Bergson, junto a otro poeta español, Antonio Machado. Vuelve luego a Harvard para doctorarse en filosofía, interesándose por el sánscrito y las religiones orientales. Le atrae especialmente el budismo, pero no consigue por él paz alguna, ni ve criterio en su pensamiento que permita una objetividad para descubrir ese Absoluto que busca en la filosofía. 

Eliot está en la universidad alemana de Marburg cuando comienza la gran guerra. Tiene entonces que abandonar el país, para marchar a Inglaterra, donde continúa su carrera académica en Oxford. La guerra trae la muerte de su mejor amigo, Jean Verdenal, mientras la cultura europea se hunde en el barro y la sangre de una larga guerra de trincheras, que deja toda una generación rota.

Ciudad irreal,

bajo la niebla parda de un amanecer de invierno,

una multitud fluía por el Puente de Londres, tantos,

no creí que la muerte hubiera deshecho a tantos (…)

Allí vi a uno que conocía y le paré, gritando: “¡Stetson!

¡Tú que estabas conmigo en las naves en Mylae!

Ese cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,

¿ha empezado a retoñar? ¿Florecerá este año?

(La tierra baldía, 1922)

Tras ver aceptada su tesis doctoral en Harvard, el poeta finalmente decide no presentarla, al tener que cancelar su viaje en el último momento, por el peligro que supone cruzar un mar lleno de submarinos alemanes. Esto era algo como una señal para él, ya que se quedó sin el título que buscaba, aunque luego consiguiera muchos honores académicos. 

La atormentada fe de T. S. Eliot

Eliot siempre tuvo una clara conciencia de pecaminosidad y culpa, que le hacía hundirse en una profunda angustia.

Un matrimonio difícil

En 1911 se casa con una bailarina, Vivienne, al poco de conocerla. Su matrimonio fue especialmente difícil. La historia ha sido llevada al cine por un director británico, Brian Gilbert, en Tom y Viv, una película que hicieron Willem Dafoe y Miranda Richardson en 1994. Comparten en esa época su vivienda con el filósofo Bertrand Russell, que empieza una relación con Viv, siempre nerviosa y sufriendo de mala salud. Su inestabilidad emocional la convierte a menudo en una persona histérica, que Russell describe como alguien que “vive al filo de la navaja”, por lo que cree que “acabará siendo una criminal, o una santa”. 

Eliot vive entonces de dar clases, aunque tiene grandes problemas económicos. La situación se hace tan grave en 1917 que el poeta empieza a trabajar en un banco de Londres, a la vez que continúa enseñando y ayuda a editar una revista llamada El Egoísta. Es fiel a su matrimonio, aunque a menudo se encuentra desolado…    

Esta noche estoy mal de los nervios. Sí mal. Quédate conmigo.

Dime algo. ¿Por qué nunca me dices nada? Habla.

¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué?

Nunca sé en qué estás pensando. Piensa.”

Pienso que estamos en el callejón de ratas

Donde los muertos perdieron los huesos.

(La tierra baldía)

Virginia Woolf y su marido se hacen amigos de los Eliot y publican su primer libro de Poemas en 1919. El poeta se había intentado alistar al ejército norteamericano, pero no fue aceptado a causa de su hernia. Su padre muere ese año, sin haber aprobado nunca su carrera literaria. No comprendía porque se había quedado en Inglaterra y no aceptaba a su mujer, por lo que es prácticamente desheredado. 

La atormentada fe de T. S. Eliot

Su difícil matrimonio fue llevado al cine en Tom y Viv, una película que hicieron Willem Dafoe y Miranda Richardson en 1994.

Tierra baldía

Al acabar la guerra, Eliot publica otros dos libros de poesía y comienza La tierra baldía, o estéril, mientras hace una nueva revista literaria. Continua trabajando en el banco, pero Vivienne está cada vez peor. Está al borde de la crisis…

Aquí no hay agua sino solo roca

roca y nada de agua y el camino arenoso

el camino serpenteando allá arriba entre las montañas

que son montañas de roca sin agua

si hubiera agua nos detendríamos a beber

entre la roca uno no puede pararse ni a pensar

el sudor está seco y los pies están en la arena

con tal que hubiera agua entre la roca (…)

 

¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado?

Cuando cuento, sólo estamos tú y yo juntos

pero cuando miro adelante por el camino blanco

siempre hay otro caminando a tu lado

deslizándose envuelto en un pardo manto, encapuchado

no sé si hombre o mujer

-pero ¿quién es quién va al otro lado tuyo?

(La tierra baldía)

Por prescripción médica, Eliot se retira a descansar al lado del mar, en Margate. Aunque debía hacerlo solo, no quiere dejar sola a Vivienne. Finalmente tiene que ingresarla en un sanatorio en París, para irse él a Lausana, donde con la ayuda del poeta Ezra Pound logra acabar La tierra baldía. Este poema, publicado en 1922, se convierte en la voz de toda una generación, que se considera ya “perdida”.

“En las arenas de Margate.

No puedo relacionar nada con nada.

Las uñas rotas de manos sucias.

Mi pueblo humilde pueblo que no espera

nada.”

la, la

 

A Cartago llegué entonces

Ardiendo ardiendo ardiendo ardiendo

Oh Señor Tú me arrancas

Oh Señor Tú arrancas

ardiendo”.

La atormentada fe de T. S. Eliot

Virginia Woolf dice que hay que considerar muerto a Eliot, porque cree en Dios, la inmortalidad y va a la iglesia.

El coste de la fe

En 1925 Eliot se hace editor de la casa Faber, donde aparecerán Los hombres huecos, un libro de versos inspirados por El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. La novela es un tremendo cuadro de la depravación humana que ha inspirado a muchos autores, como al director de cine Coppola, que traslada su historia al Vietnam en Apocalypse Now (1979). El poeta muestra así su clara conciencia de pecado, pero todavía no ha dado el paso de fe, que le costará “no menos que todo”.

La Vida es muy larga

Entre el deseo 

y el espasmo

entre la potencia

y la existencia

entre la esencia

y el descenso

cae la Sombra

 

pues Tuyo es el Reino

pues Tuyo es

la Vida es

pues Tuyo es el

 

Así es como acaba el mundo

Así es como acaba el mundo

Así es como acaba el mundo

No con un estallido sino con un quejido.

Después de buscar y luchar toda su vida, Eliot finalmente se rinde a la “paz que sobrepasa todo entendimiento”. En 1926 se convierte al cristianismo, siendo bautizado en una pequeña iglesia anglicana cerca de Oxford. Viv no le acompaña. Ella está, como muchos de sus amigos en contra. Ezra Pound culpa al capellán de Worcester Collage, William Stead, de “corromperle”. 

Virginia Woolf le escribe a su hermana: “He tenido una conversación muy lamentable y molesta con Tom Eliot, al que podemos considerar muerto a partir de ahora”, porque “cree en Dios y la inmortalidad, y va a la iglesia”. La fe de Eliot va a ser a partir de ahora vital para poder entender poemas como el Viaje de los Magos…

Esto: ¿se nos llevó tan lejos a buscar

Nacimiento o Muerte? Había un Nacimiento, es cierto,

tuvimos pruebas sin duda. He visto nacimiento y muerte,

pero había creído que eran muy diferentes; este Nacimiento fue

dura y amarga angustia para nosotros, como Muerte 

nuestra muerte.

La atormentada fe de T. S. Eliot

T. S. Eliot (1888-1965) es considerado por muchos, el mayor poeta del siglo XX.

El asombro del perdón

Miércoles de ceniza es tal vez la declaración pública más conocida de su fe. Editada en 1930, precede a su primer volumen de ensayos, antes de volver a Estados Unidos, donde va a seguir dando clases. Toma entonces la difícil decisión de  separarse de Vivienne, a quien dedica este libro, antes de que muera en un sanatorio para enfermos mentales en 1947. Luego se volverá a casar con su secretaria, Valerie, diez años después.

Y ruego a Dios que tenga misericordia de nosotros

y ruego que pueda olvidar yo

esos asuntos que discuto demasiado conmigo mismo

explico demasiado

porque no tengo esperanza de volver otra vez

que respondan estas palabras

por lo que se ha hecho, para que no se vuelva a hacer

ojalá el juicio sobre nosotros no sea demasiado gravoso. (…)

 

Ruega por nosotros pecadores ahora 

y en la hora de nuestra muerte.

Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. (…)

 

Enséñanos a estar sentados quietos

incluso entre estas rocas

nuestra paz en Su voluntad (…)

 

No me consientas quedar separado

y llegue hasta Ti mi clamor.

Su conversión no le dio una fe inamovible, que le hizo llenarse de alegría, sino que siguió en cierto sentido siendo introvertido, enfermizo, dubitativo y depresivo. Pero Eliot encontró el asombro del perdón. Confió en que por la sangre de Cristo era libre de todo pecado y culpa. 

Tras una vida dedicada a la poesía, la crítica y el teatro, acabó su carrera con unas interesantes Notas para la definición de la cultura, que muestran la perspectiva cristiana con la que ahora veía el mundo. Partió con su Señor en 1965, siendo enterrado en la famosa Esquina de los Poetas de la Abadía de Westminster. Salía así de esta tierra baldía, tras encontrar el agua viva que sale de la Roca, maravillado por el milagro del perdón “después de tal conocimiento”. 

Te damos gracias a Ti que nos has movido a edificar,

a encontrar, a formar, en la punta de los dedos y

los rayos de nuestros ojos.

Y cuando hayamos edificado un altar a la Luz invisible,

quizá podamos poner en ella las lucecitas para

las que se hizo nuestra visión corporal.

Y te damos gracias de que la tiniebla nos recuerde la luz.

¡Oh Luz Invisible, Te damos gracias por Tu gran gloria!

(La Piedra)

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