El papel del psicólogo: mitos y verdades (III)

Hemos considerado algunas de las dificultades con que los psicólogos nos encontramos de cara al ejercicio de la profesión fuera y dentro de los entornos evangélicos. Pero, como se suele decir, aquí viene “donde lo matan”. Me explico: los psicólogos que, además de ser psicólogos, son cristianos (o mucho mejor dicho, los cristianos que, además de serlo, somos también, por fortuna o por desgracia, psicólogo"/>

Psicólogos cristianos y cristianos psicólogos

El papel del psicólogo: mitos y verdades (III)

Hemos considerado algunas de las dificultades con que los psicólogos nos encontramos de cara al ejercicio de la profesión fuera y dentro de los entornos evangélicos. Pero, como se suele decir, aquí viene “donde lo matan”. Me explico: los psicólogos que, además de ser psicólogos, son cristianos (o mucho mejor dicho, los cristianos que, además de serlo, somos también, por fortuna o por desgracia, psicólogo

10 DE JULIO DE 2010 · 22:00

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¿Desechamos ciertos ámbitos laborales (como la política, la investigación genética o el derecho) simplemente porque puede suponer un cierto problema compatibilizar los enfoques de la profesión con los del cristianismo, ejercer el propio oficio y actividad sin faltar a los principios que nos sustentan como creyentes y personas? Y¡ojo!, sin hacer concesiones, que “compatibilizar” no significa cambiar ni una coma de la Biblia. Más bien parece razonable y beneficioso que en todas las profesiones hubiera más cristianos de los que hay, que probablemente otro gallo nos cantaría. El problema entonces, ¿cuál es? ¿La profesión o el profesional que no hace lo suficiente por ser coherente y no faltar a los principios de la fe que le sostiene? ¿La psicología o el uso que a veces se hace de ella?¿No ayuda esta ciencia, acaso, a las personas en el terreno de lo familiar, sentimental, cognitivo o emocional de la misma forma que la medicina ayuda en el entorno de lo físico? ¿O se nos ha olvidado considerar al cerebro como un órgano más dentro del maravilloso cuerpo que Dios nos ha dado, sujeto también a disfunciones y padecimientos? ¿No es el cerebro quien ejerce el control sobre nuestros pensamientos, emociones y comportamiento visible? ¿Hemos dejado de ser esos seres frágiles necesitados constantemente de ayuda que se nos presentan en los Evangelios y en los cuales todos nosotros nos vemos retratados a la perfección? Pareciera en nuestros entornos a veces que el cerebro y, por extensión, la mente, siguen siendo esos marginados a los que no hay que prestar ninguna atención, como si el funcionamiento no fuera similar a cualquier otro de los órganos de nuestro cuerpo. Mi pregunta es ¿dónde en la Biblia se nos insta a no poder pedir ayuda cuando algo no funciona bien en este sentido? ¿Podemos solicitar ayuda a un médico ante la bajada de hierro de constituye una anemia pero no podemos pedir ayuda terapéutica a un profesional de la salud mental ante una bajada de ánimo que constituye una depresión, sujeta también por agentes químicos a nivel cerebral y, por tanto, susceptible de ser tratado eficazmente por psicofármacos? ¿No nos da esto ninguna pista respecto al funcionamiento real de los problemas de salud mental? ¿Vivir en victoria la vida nueva significa que no tenemos momentos de debilidad, o acaso quiere decir que aunque los tengamos nos hemos que negar a la ayuda que personas formadas y con las que, además, podemos compartirla misma fe y los mismos principios de vida cristiana, nos pueden proporcionar? Por otro lado, y en la línea de esta cuestión sobre los cristianos que somos psicólogos… ¿hay alguna diferencia entre la forma de entender la profesión y su ejercicio cuando uno es cristiano? ¿Es lo mismo pedir ayuda, siendo creyente, a un psicólogo creyente que a uno secular? He de decir que las técnicas psicológicas son iguales en uno y en otro caso. De hecho, los colegios profesionales, a través del código ético del psicólogo, regulan que esto sea así y que cada cual no funcione según su libre albedrío. El propio ámbito laboral limita poder incidir de forma personal y tendenciosa en ciertos temas desde la consulta, que no puede ser nunca un trampolín para el proselitismo o nada susceptible de ser confundido con él. El psicólogo de fe cristiana, entonces, no hace una psicología distinta aunque, evidentemente, ciertos problemas los ve desde una óptica diferente. Por ejemplo, no se le da el mismo valor al matrimonio o a la posibilidad de su disolución desde un prisma que desde otro o, poniendo otro caso, a las cuestiones relacionadas con la culpa, de la misma forma que un médico creyente difiere de otro que no lo sea respecto a temas como el aborto o la eutanasia. Todas las profesiones tienen sus dilemas morales, por el simple hecho de existir (¿o acaso el frutero que es cristiano no tiene que tomar decisiones cuando un cliente le paga más de la cuenta?). Evidentemente, los principios de cada cual, creyente o no, influyen en su ejercicio profesional, y lo que busca un creyente cuando quiere que sea un profesional también creyente quien le atienda no es una psicología diferente, sino un punto de coincidencia y de identificación con él que facilite la comprensión. Y los que trabajamos la psicoterapia conocemos de la importancia que tiene la identificación terapeuta-paciente y la comprensión de su problemática de cara al pronóstico de la intervención. ¿Cómo reacciona un terapeuta no creyente cuando el paciente le dice que pone su problema delante del Señor cada día, hablando con Él y esperando Su respuesta? ¿Cómo reaccionará ante esto un terapeuta cristiano? Psicologías diferentes no, entonces, pero sí diferentes niveles de comprensión y un lenguaje común: el de la fe que les une. Si, como yo, piensas que Dios se sigue valiendo hoy de personas que a través de su profesión ponen en marcha los dones que Él les ha dado, si crees que la ciencia y el conocimiento al que Dios nos permite tener acceso son parte de la manera en que Él manifiesta Su gracia hacia nosotros, probablemente estés colocado en un punto bastante más equilibrado que los dos que hemos ido mencionando hasta aquí. Desde esa concepción, la psicología puede ser y es una herramienta legítima y al alcance de nuestra mano hoy, tanto si somos creyentes como si no. Sin duda que es una tremenda responsabilidad intentar ejercerla desde el equilibrio y desde el respeto profundo a lo que es verdaderamente fundamental de cara a la vida de las personas: su relación con Dios y el poder del Señor sobre la vida de Sus hijos. Pero mientras estamos en este mundo, estamos sujetos a un organismo que sufre, a un cuerpo que tiene una profunda relación con la mente y que la sostiene con un sustrato concreto: el cerebro, un órgano tan órgano como los demás órganos. Negar esto, es negar mucho de nuestra propia esencia y limitaciones y es también cerrarnos las puertas a recibir ayuda de forma responsable e inteligente por parte de otros que, igual que nosotros, pero también desde su profesión, aman al Señor y le siguen, usando las capacidades que Él mismo les ha permitido desarrollar a través de su formación seria y la búsqueda temerosa de agradar al Señor su Dios por encima de todas las cosas. MULTIMEDIA Pueden escuchar aquí el audio de una entrevista de Esperanza Suárez a Lidia Martín Torralba sobre "Fe y psicología: ¿complementarios o enemigos?".
Artículos anteriores de esta serie:
 1Fe y psicología: aproximación 
 2Ser pastor no es ser psicólogo, y viceversa 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El espejo - Psicólogos cristianos y cristianos psicólogos