Ágora, ¿qué cambió en el 391? (IV)

Decía mi profesor de cine, en el instituto, que toda película tiene un mensaje que “vender”, y que debemos tener eso siempre presente al entrar en el cine, y ser así nosotros mismos quienes decidamos si queremos o no “comprar” ese producto “ideológico”. Desde entonces, esa ha sido siempre mi actitud y, con esa disposición, fui a ver Ágora, la última película de Amenábar."/>

Ágora ¿tiene el Nuevo Testamento un mensaje misógino?

Ágora, ¿qué cambió en el 391? (IV)

Decía mi profesor de cine, en el instituto, que toda película tiene un mensaje que “vender”, y que debemos tener eso siempre presente al entrar en el cine, y ser así nosotros mismos quienes decidamos si queremos o no “comprar” ese producto “ideológico”. Desde entonces, esa ha sido siempre mi actitud y, con esa disposición, fui a ver Ágora, la última película de Amenábar.

19 DE DICIEMBRE DE 2009 · 23:00

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¡ADVERTENCIA! A los que no la hayan visto, les conviene saber que en esta serie de artículos se discute la trama y el desenlace de la película. CIRILO, HIPATIA Y PABLO Ya he comentado que Ágora presenta a Hipatia como una heroína de la ciencia haciendo una reconstrucción distorsionada de su obra astronómica. Pues bien, Amenábar nos da también otra lectura del personaje desde el feminismo, que se ha difundido en las últimas décadas. En esta película, esa interpretación se apoya en el “incendiario” sermón misógino del obispo de Alejandría Cirilo (h.376-444, obispo desde el 412). Cirilo podría haber sido presentado atacando a Hipatia por sí mismo. De hecho, uno de los historiadores antiguos que nos hablan de Hipatia atribuye su asesinato a la conspiración de Cirilo, por la envidia al ver la gran cantidad de gente que se congregaba para escucharla.(1) Pero en Ágora se distorsiona de nuevo la historia de Hipatia para dar un palo a la Biblia, al presentar la base de los ataques de Cirilo en un sermón que gira alrededor del texto de 1ª Timoteo 2:8-15:
“Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos piadosas, sin ira ni discusión. Asimismo, que las mujeres se atavíen con vestido decoroso, con modestia y prudencia; no con peinados ostentosos, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos; sino más bien con buenas obras, como conviene a mujeres que profesan reverencia a Dios. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción; porque no permito a una mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Pues Adán fue formado primero; después, Eva. Además, Adán no fue engañado; sino la mujer, al ser engañada, incurrió en transgresión. Sin embargo, se salvará teniendo hijos, si permanece en fe, amor y santidad con prudencia.”(2)
Lo primero que hay que decir es que ese sermón es imaginario. No tengo constancia de que haya ninguna base para ello. El único episodio real que puede haber inspirado esa escena en Ágora es este relato de un enfrentamiento entre Cirilo y Orestes, que cuenta como el obispo:
“[…] envió personas a Orestes para mediar en una reconciliación: porque el pueblo le había pedido que lo hiciera. Cuando Orestes rechazó escuchar esas propuestas amistosas, Cirilo extendió hacia él los evangelios, creyendo que el respeto por la religión le induciría a dejar a un lado su resentimiento. Cuando, sin embargo, ni siquiera esto tuvo un efecto pacificador sobre el prefecto, sino que persistió en su hostilidad implacable hacia el obispo, ocurrieron los siguientes hechos.”(3)
Sin embargo, en esta historia no se menciona a Hipatia para nada, ni el texto de 1ª Tim. 2:8-15. Es posible que Cirilo, como otros cristianos a lo largo de la historia, interpretase ese texto de forma muy “literal”, como Amenábar supone, aunque no creo que se pueda confirmar este punto, a menos que dispongamos de un comentario de Cirilo a este texto. Pero, en cualquier caso, es necesario decir que la interpretación de la Biblia no fue, ni mucho menos, monolítica entre los primeros cristianos. Y precisamente los alejandrinos, a diferencia de los teólogos de Antioquía, a los que se enfrentaron, se caracterizaron por una interpretación poco literalista. La tradición teológica alejandrina era la interpretación alegórica, que buscaba enseñanzas teológicas en los relatos bíblicos (véase nota 10, capítulo I), a veces de manera tremendamente imaginativa y apartándose por completo de la “letra” de los textos. No vamos a realizar aquí un estudio detallado del entorno sociocultural de las diferentes iglesias cristianas del siglo I, ni entrar en los complejos problemas de interpretación del texto de 1ª Timoteo y otros afines.(4) Pero me gustaría señalar cuán profundamente estos textos paulinos están influyendo en la apreciación popular actual respecto al apóstol Pablo (h.10-h.67). Éste ha pasado en el siglo XX de ser visto de forma positiva, a ser, para algunos, un personaje reaccionario. Durante siglos, Pablo fue considerado como el personaje más culto e intelectual de la iglesia naciente en el segundo tercio del siglo I. A su obra intelectual de reflexión teológica se asociaba una gran actividad de auténtico hombre de acción, y viajero incansable, que recorrió una parte importante del Imperio romano entre Jerusalén y Roma. Por otro lado, entre las diferentes tendencias en la iglesia primitiva, Pablo se ha considerado como el paladín de la postura más abierta e inclusiva del cristianismo, especialmente hacia los no judíos (los “gentiles”). Pablo fue un defensor del abandono de la circuncisión, y la aceptación en pie de igualdad de judíos y gentiles. Sus muchos viajes le llevaron a lugares muy lejanos, con extrañas costumbres (algunas que afectaban de forma especial a los rituales religiosos), y Pablo hizo grandes esfuerzos para mantener el equilibrio de las nuevas iglesias entre la fidelidad al evangelio, y la cultura local propia de cada pueblo: “Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda. […]. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos.”(5) Sus cartas recogen consejos y recomendaciones sobre todo tipo de problemas prácticos. Pablo era especialmente sensible a los problemas internos de las iglesias locales, intentando evitar todo tipo de susceptibilidades y rencillas en unas comunidades que eran todo un experimento social sin precedentes en su época. No olvidemos que la iglesia estaba abierta a todos: ricos y pobres, esclavos y libres, grecorromanos y judíos, etc. Algo así no podía por menos que ser fuente de muchos conflictos. A diferencia de otras organizaciones antiguas, e incluso algunas modernas que todavía subsisten, la iglesia estaba también abierta a… ¡hombres y mujeres! Si los roces entre judíos y gentiles fueron motivo de conflicto en muchas iglesias, parece que en
 
algunas los problemas venían de otras diferencias. En una sociedad patriarcal como la grecorromana, donde el padre de familia era el dueño, literalmente, de su familia, incluida la esposa, los hijos, los esclavos y los animales, y en la que la mujer no tenían ninguna autoridad pública, no sorprende que el experimento social de la iglesia primitiva asombrara a más de uno. La mayoría de las cartas que encontramos en el Nuevo Testamento, de varios autores, cubriendo varias décadas y contextos variopintos, provienen de una época anterior a las persecuciones generalizadas contra el cristianismo y, al igual que se ve en el libro de Hechos, sus autores se esfuerzan porque las comunidades cristianas no sean fuente de desórdenes y conflictos, no sólo de puertas adentro, sino también de cara a la sociedad. Se intenta evitar que la iglesia “escandalice” a una sociedad que puede fácilmente serle hostil, y para ello parece buscarse una conformidad a la sociedad, aunque sea en la apariencia externa y los usos culturales. Así, los cristianos cumplirán con sus deberes cívicos, y pagarán sus impuestos y acatarán las leyes siguiendo el consejo evangélico de dar al César lo que le corresponde, aunque no acepten sus pretensiones de ser un dios. Es por ello también que las familias cristianas mantendrán el patriarcado, aunque de hecho, en la iglesia cristiana, no existían las restricciones a las mujeres que había en otros entornos. Jesús mismo no tuvo ningún problema en enseñar a mujeres, incluso individualmente (la mujer samaritana(6), María la hermana de Lázaro(7), etc.), algo que no era corriente en los maestros antiguos. Y así no extraña que un número importante de mujeres se convirtieran en seguidoras suyas e incluso financiaran sus actividades(8), le siguieran hasta la cruz (los Evangelios no disimulan este hecho, ni tampoco la cobardía de los apóstoles “hombres” que huyeron(9)) y, para gran sorpresa en el mundo antiguo, fuera también un grupo de mujeres las primeras en afirmar, nada menos, que la resurrección de Jesús.(10) En el contexto de la iglesia primitiva, hubo mujeres que tuvieron papeles destacados y que aparecen en las páginas del Nuevo Testamento, como la diaconisa Febe, a quien Pablo confió su carta a los Romanos. Es más, en el capítulo final de esa carta, Pablo menciona a varias mujeres, de las que siete aparecen implicadas en la labor evangelizadora (Febe, Priscila, Junias, Maria, Trifena, Trifosa y Pérsida), en algunos casos incluso colaborando con el propio Pablo. También hubo matrimonios famosos en los que ambos esposos tenían posiciones relevantes, como el de Priscila y Aquilas, en el que ella siempre es nombrada primero. Y, sorprendentemente, ambos aparecen enseñando al líder cristiano Apolos.(11) Además de las colaboradoras de Pablo mencionadas en la carta a los Romanos, otras mujeres con un papel importante en la formación religiosa de otro líder cristiano, Timoteo, fueron Loida y Eunice.(12) Y, curiosamente, podemos leer cómo la primera predicación de Pablo en Europa (en la ciudad de Filipos), a mediados del siglo I, se dirigió a un grupo de mujeres con las que fundó la primera iglesia europea:
“Y el día sábado salimos fuera de la puerta de la ciudad, junto al río, donde pensábamos que habría un lugar de oración. Nos sentamos allí y hablábamos a las mujeres que se había reunido. Entonces escuchaba cierta mujer llamada Lidia, cuyo corazón abrió el Señor para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Era vendedora de púrpura de la ciudad de Tiatira, y temerosa de Dios.”(13)
De la misma manera que integraba a las mujeres, sin provocar por ello un estallido social, el cristianismo repudió desde un principio la esclavitud; pero Pablo no se convirtió en un nuevo Espartaco, y mantuvo una actitud prudente, intentando un cambio de la sociedad no violento y desde abajo. Eso sí, el Nuevo Testamento contiene una carta, que es una obra maestra de retórica y diplomacia, en la que Pablo intercede por Onésimo, un esclavo cristiano fugitivo (y que por ello podía recibir un severísimo castigo), ante su amo, Filemón, también cristiano. Finalmente, nadie debería evaluar la postura paulina sobre la mujer usando el texto de 1 Timoteo sin contraponer el texto de Gálatas 3:28, que expresa, no tanto la situación real y consolidada de los cristianos en aquella época, limitados por ataduras sociales y culturales, sino una visión de futuro, el ideal y sueño del cristianismo por el que trabajar: “Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. Por los motivos que fueran, en determinados lugares y momentos, ese equilibrio no se mantuvo, como refleja el texto que hemos leído de 1 Timoteo. Y es posible, incluso, que determinadas soluciones no fueran siempre las más adecuadas. Pero deberíamos ser cuidadosos en extrapolar de ahí que esa era la situación general y “normativa” de toda la iglesia antigua. Es más, como hemos visto, el propio Nuevo Testamento deja ver que esa no era la forma dogmática de proceder en toda la iglesia cristiana (hay demasiados ejemplos de mujeres, como los que hemos visto antes, que se salen de ese limitado margen). Por ello, tampoco tiene sentido el que se extrapolen ciertos procedimientos, sin más, a cualquier otra época y lugar (de hecho, el texto del Nuevo Testamento no fue un obstáculo, por ejemplo, para que los cristianos impulsaran la abolición de la esclavitud hace más de dos siglos, todo lo contrario, su visión igualitaria fue un estímulo para ellos). En cualquier caso, resulta abrumador comparar la postura global del Nuevo Testamento en estos temas con la de los intelectuales del mundo grecorromano de la época (incluyendo los más destacados filósofos y el tan aclamado derecho romano), para los que mujeres y esclavos estaban apenas por encima del ganado en la escala social. La postura abierta e integradora del cristianismo permite explicar fenómenos como la admiración que las cartas paulinas no ocultan por mujeres como Febe, Priscila, Junias, Eunice o Loida, o que esclavos fugitivos como Onésimo buscasen refugio en Pablo. Por otro lado, mujeres como María o la samaritana anónima aparecen siendo integradas y enseñadas por Jesús, mientras que Lidia y su grupo lo son por Pablo. Y es más, a pesar de lo que se lee en 1 Timoteo, Priscila enseñó al destacado líder cristiano Apolos; y Loida y Eunice, a Timoteo. Sin intentar hacer aquí un estudio exhaustivo de las mujeres del Nuevo Testamento, no podemos dejar de mencionar a Dorcas, líder de la obra social en la ciudad de Jope, que parece haber despertado la admiración tanto de hombres como mujeres en su comunidad,(14) así como de la anónima receptora de la segunda carta de Juan. Ante esta situación, no es de extrañar el peso de las mujeres y los esclavos en la iglesia de los primeros siglos. MUJERES Y HOMBRES EN LA IGLESIA ANTIGUA Por desgracia, con el tiempo, la cultura de la época fue inevitablemente filtrándose en la iglesia y el patriarcado penetró también allí profundamente (por ello hay que ser vigilantes cuando se dice que la iglesia debe alinearse con la cultura de “los tiempos”). Y, sin embargo, algo debía haber en el cristianismo que atraía a las mujeres, ¿por qué?:
“¿Supieron las mujeres de la época apreciar la situación muy superior que les ofrecía el cristianismo en relación con el paganismo? Una vez más, las fuentes son terminantes al respecto. El cristianismo tuvo un éxito extraordinario entre la población femenina del imperio mucho antes de convertirse en religión oficial. De hecho, el número de fieles femeninas de la nueva fe debió de exceder de manera considerable el de varones, y esto en una sociedad donde la ratio demográfica por sexos era exactamente la contraria. Por ejemplo, en un inventario de la propiedad confiscada en una iglesia de la ciudad norteafricana de Cirta durante una persecución en el año 303, hallamos dieciséis túnicas de varón frente a ochenta y dos de mujeres… ¡una desproporción superior a cinco a uno! […]. Si, en buena medida, las mujeres se adhirieron al cristianismo fue, ni más ni menos que porque las consideraba seres humanos, porque condenaba su exterminio [el autor se ha referido anteriormente a la frecuencia del infanticidio femenino en aquella época], porque las equiparaba con los varones, obligando además a estos a adoptar patrones de conducta igualitarios como, por ejemplo, el de la fidelidad conyugal, y porque les otorgaba un status muy superior al reconocido por el paganismo en terrenos como la vida conyugal, la familia o la viudedad.”(15)
Y así podemos ver al escritor cristiano Lactancio (h.250-h.325) enorgullecerse sin rubor en un sorprendente texto, de entre 303-310 (durante la última gran persecución al cristianismo), del carácter “inclusivo” de la fe cristiana y denunciar el sexismo y clasismo en la educación filosófica:
“Nuestro gran seguidor de Platón(16) pensó que la filosofía no era una cosa vulgar, porque sólo la pueden entender los hombres doctos; «la filosofía», dice, «se contenta con pocos jueces y huye a sabiendas de la turba». La consecuencia es que, si huye del común de los hombres, entonces no se trata de sabiduría, puesto que, si la sabiduría es algo que se ha dado al hombre, ha sido dada a todos sin discriminación, de forma que no hay nadie en absoluto que no pueda entenderla. […]. Y si la naturaleza humana es capaz de llegar a la sabiduría, conviene enseñar, para que sean sabios, a los artesanos, a los campesinos, a las mujeres y, en fin, a todos los que tienen forma humana; y conviene que la comunidad de los sabios esté formada por hombres de toda lengua, condición, sexo y edad. Así pues, la prueba mayor de que la filosofía no busca la sabiduría ni es ella misma la sabiduría está en el hecho de que su secreto se queda sólo en la barba y en el palio. Se dieron cuenta de esto incluso los estoicos, los cuales dijeron que debían practicar la filosofía incluso los esclavos y las mujeres; también Epicuro, que invita a filosofar a los ignorantes; e igualmente Platón, que pretendió construir una ciudad a base de sabios. Éstos intentaron hacer lo que exigía la verdad, pero no pudieron ir más allá de las palabras; en primer lugar, porque para poder acceder a la filosofía, se necesita el conocimiento de muchas disciplinas: es necesario aprender, para poder leer, las letras corrientes del alfabeto, [...] los estudios gramaticales, [...] la geometría, la música y la astrología(17), ya que estas disciplinas tienen algo en común con la filosofía. El conocimiento de todo esto no está en manos ni de las mujeres, las cuales en sus años jóvenes deben aprender los oficios que después les serán útiles en los usos domésticos, ni de los esclavos, los cuales deben servir durante esos años a los que pueden aprender, ni de los pobres, ni de los artesanos, ni de los campesinos, cuya obligación es la de buscarse el alimento diario con su trabajo. […]. [...] Así pues, lo que aquéllos, por impulso de la naturaleza, intuyeron que se debía hacer, pero que no pudieron hacer ellos mismos, ni vieron que pudiera ser hecho por los filósofos, lo consigue sólo nuestra doctrina divina, puesto que ella sola es la sabiduría. ¿Acaso esos que no pudieron convencerse a sí mismos de ninguna verdad pudieron convencer a otros de que reprimieran sus placeres, moderaran su ira, frenaran sus pasiones, mientras que ellos mismos se entregaban a los vicios y declaraban que el instinto natural es muy fuerte? El valor, sin embargo, de los preceptos de Dios, puesto que son simples y verdaderos, queda en evidencia en la experiencia diaria. [...]. Esto se consigue gratis, con facilidad y rápidamente, con tal de que los oídos estén abiertos y el corazón tenga sed de sabiduría. Que nadie tenga miedo: nosotros no vendemos el agua ni ofrecemos el sol a cambio de dinero. [...].”(18)
Llama la atención que ni siquiera Hipatia, que era mujer, y tenía alumnos cristianos y paganos en sus clases, fuese capaz de romper con la homogeneidad masculina entre sus alumnos. Los diferentes testimonios históricos nos hablan de muchos de sus alumnos, y conocemos muchos nombres, en especial por la correspondencia de su alumno Sinesio; pero hasta donde he podido leer, no aparece ni una sola mujer entre los estudiantes de Hipatia. Para ser una abanderada del feminismo, como algunos quieren pintarla en nuestros días, parece que a Hipatia la educación de la mujer, específicamente, no le preocupaba en absoluto… Esto es tan obvio, que incluso en Ágora, Amenábar ha presentado a Hipatia rodeada siempre de hombres: su padre, sus alumnos, sus esclavos y ayudantes, el gobernador, el consejo de la ciudad. Ni una mujer parece beneficiarse de ninguna migaja de la sabiduría de Hipatia. Y, sin embargo, el Nuevo Testamento nos satura de ejemplos de Jesús y sus apóstoles (incluyendo a Pablo) relacionándose con mujeres; mujeres que aprenden de hombres, ¡e incluso enseñan a hombres! HIPATIA, ¿UNA MUJER LIBRE?
En Ágora se subraya la falta de interés de Hipatia por los hombres y el matrimonio (parece que real); pero no se nos dice por qué. Lo más que se nos ofrece es una explicación de Teón (imaginaria, pues no se recoge en ninguna fuente antigua), de que Hipatia no podría vivir atada a un hombre, había de ser libre. ¿Atada al marido? Nuevamente vemos aquí asomar la agenda ideológica del siglo XXI preocupada por el machismo/feminismo. Lo que preocupaba a los filósofos neoplatónicos no era eso. Lo que les horrorizaba era la atadura del alma al cuerpo. Platonismo y neoplatonismo eran estrictamente dualistas, y el alma ansiaba liberarse de las cadenas de la carne, vista como algo terrible, la auténtica “cárcel del alma” (de ahí la anécdota en la que Hipatia le muestra, a un alumno enamorado de ella, unos paños manchados con la sangre de su regla). Los que están acostumbrados a pensar que eso es cristianismo medieval, se sorprenderán leyendo esto. Pero al dogma católico semejantes ideas le vinieron como herencia del platonismo y neoplatonismo, es decir, de la escuela filosófica de personas como, precisamente, ¡oh sorpresa! Teón, Hipatia y su escuela. Y esto lo que demuestra es, contrariamente a lo que pretende la película, lo cercanos que estaban cristianos y neoplatónicos ya en el siglo V. De hecho, el cristianismo absorbió dosis ingentes de neoplatonismo, precisamente en Alejandría, aunque también en otros lugares, mientras que el neoplatonismo se tornaba cada vez más “religioso” y “místico”. En Occidente, Agustín de Hipona (354-430) fue responsable de asegurar que el neoplatonismo dominase la teología cristiana occidental (católica), hasta que, a finales de la Edad Media, tras el redescubrimiento de Aristóteles, se impone el aristotelismo (considerado por los teólogos medievales como más “riguroso”, más “científico”) de la mano de Tomás de Aquino (1225-1274) y otros pensadores. Lo sé, no es la imagen que suele haber de la Edad Media, popularmente considerada como una época de ignorancia y obscuridad. El especialista en literatura medieval, C.S. Lewis (1898-1963), tiene unas líneas sobre la relación entre paganismo y cristianismo a finales de la antigüedad, que son muy relevantes, aunque no hable de Hipatia:
“He leído una novela en la que se representa a todos los paganos de aquella época como sensualistas despreocupados y a todos los cristianos como ascetas salvajes. Se trata de un error grave. En algunos aspectos, había más parecido entre ellos que los que hay entre cada uno de ellos y el hombre moderno. Los dirigentes de ambos lados eran monoteístas, y ambos admitían casi una infinidad de seres sobrenaturales entre Dios y el hombre. Ambos era muy intelectuales, pero también (para nuestra forma de ver) muy supersticiosos. […]. Un talante ascético, místico y de renuncia al mundo caracterizaba entonces a los paganos más eminentes no menos que a sus oponentes cristianos. Era el espíritu de la época. En ambos lados, toda clase de hombres daban la espalda a las virtudes cínicas y a los placeres sensuales para buscar una purificación interior y un fin sobrenatural. Al hombre moderno que le desagraden los Santos Padres, le habrían desagradado igualmente los filósofos paganos y por razones semejantes. Ambos le habrían turbado con historias de visiones, éxtasis y apariciones. Le habría resultado difícil escoger entre las manifestaciones más bajas y más violentas de ambas religiones. A un ojo (y estómago) moderno, [el emperador pagano] Juliano, con sus largas uñas y su poblada barba, le habría parecido muy semejante a un sucio monje procedente del desierto egipcio.”(19)
A la vista de este contexto histórico-intelectual (que nos recuerda también la cita de Nilsson, véase capítulo II), no resulta tan extraña la legendaria virginidad de Hipatia y su devoción por la ciencia que nos describen las fuentes históricas. Lejos de ser un prototipo de científica atea o de feminista del siglo XXI, estaría más cerca de un prototipo de “mística” neoplatónica entregada a la ciencia y la filosofía de su tiempo, en consonancia como aparece en la correspondencia de su alumno Sinesio… Autor: Pablo de Felipe es doctor en Bioquímica, investigador, escritor y profesor de Ciencia y Fe en el Seminario SEUT En el próximo capítulo de esta serie:
  • Orestes y Cirilo luchan por el poder en Alejandría
  • El linchamiento y asesinato de Hipatia
  • Un crimen brutal en una sociedad brutal

1) Damascio, Vida de Isidoro. Veremos la cita completa en el capítulo V. 2) Versión Reina Valera Actualizada. Mundo Hispano, El Paso (Texas, USA), 1992. Todas las referencias bíblicas proceden de esta traducción, excepto que se indique lo contrario. 3) Sócrates, Historia Eclesiástica, VII.13. Disponible en: en.wikisource.org/wiki/Nicene_and_Post-Nicene_Fathers:_Series_II/Volume_II/Socrates/Book_VII/Chapter_13. 4) Otros textos relacionados son 1 Cor. 11:2-16; 14:34,35. 5) 1 Cor. 9:19,22 (Biblia de Jerusalén). 6) Jn. 4:1-30. 7) Lc. 10:38-42. 8) Lc. 8:1-3. 9) Mt. 27:55-56, 61; Mr. 15:40,41,47; Lc. 23:27-31; Jn. 19:25-27. 10) Mt 28:1-10; Mr. 16:1-11; Lc. 23:55, 56; 24:1-12; Jn. 20:1-18. 11) Hch. 18:24-26. 12) Loida y Eunice, abuela y madre de Timoteo, respectivamente, aparecen en 2 Tim. 1:5, y en 2 Tim. 3:14,15 se dice que Timoteo ha aprendido las Sagradas Escrituras desde su niñez. 13) Hch. 16:13, 14. 14) Hch. 9:36-42. 15) César Vidal, El legado del cristianismo en la cultura occidental. Espasa Calpe, Madrid, 2000, pp. 82, 83. 16) Cicerón. 17) Hay que tener en cuenta que, en la antigüedad, astrología y astronomía se estudiaban juntas en muchos casos. La diferenciación que ahora hacemos, y el sentido negativo que se aplica generalmente a la astrología, solamente tienen unos cuatro siglos. 18) Lactancio, Instituciones Divinas III.25-26. Editorial Gredos, Madrid, 1990. 19) C. S. Lewis, La imagen del mundo. Antoni Bosch ed., Barcelona, 1980, p. 36.
Artículos anteriores de esta serie:
 1Ágora, ¿en qué contribuyó Hipatia a la ciencia? 
 2Ágora, ¿paró el cristianismo el curso de la ciencia antigua? 
 3Ágora, ¿destruyó el cristianismo la biblioteca de Alejandría? 

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