Consejería pastoral en la iglesia
La consejería debe apelar a todos los recursos auxiliares que no sean contrarios a los principios que establece la Biblia para responder con eficacia a una situación en extremo compleja y desafiante.
01 DE JUNIO DE 2019 · 17:00
Ya pasaron los tiempos en que las personas sufrían sus problemas calladas. Contar los problemas a otros era un signo de debilidad que lastimaba el amor propio. En otros tiempos prevalecía la idea de que los problemas, por graves que fueran, eran del individuo y solo a él le competía resolverlos. Este doloroso silencio era afrontado con la mortificante idea de que el afectado se creía ser la única persona que sufría tan grave calamidad.
Aunque aún queda mucho de este hermetismo, prevalece por la actitud obstinada de algunos en particular, no como un paradigma social valedero. La consulta profesional y la consejería terapéutica son recursos cada vez más disponibles y, sin dudas, forman una parte atendible de la misión de la iglesia hoy.
Los tiempos han cambiado. La psicología moderna ha dado apertura para socializar los problemas de la intimidad. Hoy día, los problemas no son tan propios, “tan mío”, como se creyó hace un tiempo. Por necesidad los problemas personales demandan ser expuestos ante un interlocutor que nos permita, primero, desahogarnos, lo que siempre resulta muy reconfortarle; y segundo, ayudarnos a encontrar una solución, a construir una salida apropiada.
Como se puede apreciar la consejería ha pasado a ser una especialidad importante en la vida de hoy. Existen canales a través de los cuales podemos comunicar nuestra situación en busca de una salida frente a un problema que nos agobia.
En las iglesias cristianas se puede encontrar una ventana abierta para la consejería. Actualmente esta ventana tiene que abrirse más. Las iglesias tienen que darle una mayor atención a la consejería. Ya este ministerio no puede ser ocasional o informal, limitando su utilidad para cuando se detecte una necesidad intentar resolverla en el camino.
La iglesia debe asumir la consejería como uno de sus ministerios más importantes. Así lo exige la complejidad y la dinámica de la vida de hoy. La consejería actual tiene en la psicología un importante brazo auxiliar. No estamos diciendo con esto que la consejería cristiana deba seguir paso a paso todas las pautas de la psicología moderna.
Se trata de una necesidad que se ha dimensionado y que requiere especial atención. La consejería debe apelar a todos los recursos auxiliares que no sean contrarios a los principios que establece la Biblia para responder con eficacia a una situación en extremo compleja y desafiante.
En cuanto a lo que tiene que ver con la sicología, está claro que debe la consejería pastoral aprovechar con discernimiento muchas de sus aplicaciones. Con esto tampoco queremos decir que el consejero cristiano para validar su trabajo tenga que estar titulado como profesional. Sí lo está, mucho mejor.
Tampoco estamos proponiendo una consejería limitada al aspecto clérigo-profesional, pues la sanidad interior requiere de la oración intensa, del apoyo firme de un equipo de intercesión que confié en la liberación espiritual, y que esté entrenado en la destrucción de fortalezas a través de un ejercicio espiritual que sabe apelar a recursos como la oración y el ayuno.
Necesitamos de equipos de acompañamiento solidario, de equipos compasivos con la medicina espiritual y emocional para curar heridas, para levantar a los caídos y para ayudar a las personas a superar traumas y situaciones, las cuales, solas, podrían destruirlas de manera irremediable. Todo en la fuerza del Espíritu.
La consejería no tiene que ser tarea exclusiva del pastor. Esta responsabilidad puede ser delegada a hermanos o hermanas con testimonio, discreción personal y sentido de la prudencia, además del conocimiento de la Palabra de Dios que les confieran la necesaria autoridad para ejercer una función tan delicada y comprometedora. Poseer la debida vocación, con el convencimiento de un auténtico llamado que inspira una constante superación y un genuino interés en los demás, son virtudes que no deben faltar en el ministro encargado de la consejería o en un miembro del equipo pastoral entregado a estas labores.
Entendemos que la Biblia y la experiencia en la fe son recursos indispensables para realizar esta necesaria tarea. Observemos la forma en que el profeta Natán abordó al Rey David en una de sus peores crisis personales. El profeta, usando del método de preguntas, llevó al Rey David a examen introspectivo de conciencia que le permitió hablar y confesar la gravedad de sus pecados y volverse arrepentido a Dios. (Ver Segunda de Samuel capítulo 12 y Salmos 51)
Es mucho lo que se debe y se tiene que hablar de la consejería como ministerio de la iglesia. Quiera el Señor que las instituciones de educación cristiana traten con amplitud en seminarios y otros espacios todas las posibilidades de servicio que ofrece la consejería hoy.
Nuestro deseo es que cada iglesia cristiana se aplique con mayor dedicación a la consejería, no solamente para los creyentes, sino también para los no creyentes que hoy padecen este vendaval de conflictos que azota toda la vida en sociedad. No olvidemos que la consejería también puede ser una excelente oportunidad de evangelización.
Trabajar la consejería desde cualquier ángulo que nos toque hacerlo no es tarea simple. Hay que saber escuchar, saber preguntar, hay que despojarse de fórmulas acabadas y únicas, abrirse a la dirección del Espíritu Santo y utilizar al máximo la sabiduría, que no es otra cosa que lo mejor del conocimiento a nuestro alcance, aplicado con amor y compasión en el servicio a los demás para gloria y honra a nuestro Padre celestial.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Para vivir la fe - Consejería pastoral en la iglesia