Jesús el sanador
Una visión sobre la persona de Jesús.
16 DE ENERO DE 2016 · 23:20
Como ya decía, sin guardar un orden riguroso, pretendo analizar algunas de las curaciones o actuaciones terapéuticas de Jesús de Nazaret que podrían, hoy, tener alguna explicación o comprensión científica.
Vuelvo a aclarar que el que se pudiera explicar algunas de las actuaciones taumatúrgicas de Jesús desde los conocimientos científicos actuales, no le resta al Médico Divino gloria alguna, sino todo lo contrario.
Pero antes de entrar más a fondo en este análisis conviene recordar qué conciencia tenían los habitantes de Palestina, y otros pueblos limítrofes, de la Persona de Jesús.
En el círculo de sus discípulos (especialmente los apóstoles) y aún entre los maestros de los escribas, fariseos y saduceos era reconocido como maestro, señor, profeta y por otros calificativos. Los apóstoles, por boca le Simón Pedro, le llegaron a considerar como el Hijo de Dios y como el Santo de Dios.
Sin embargo llama poderosamente la atención de que a Jesús de Nazaret nadie le considerase, o al menos se atreviera a reconocerle, pública y abiertamente, como el Hijo del Hombre. Y es precisamente este último nombre con el que se definía, siempre, Jesús, a sí mismo.
No obstante, tenemos que advertir, que sí había unos personajes que captaban, perfectamente, el sentido de su verdadera y más sublime identidad: los endemoniados (¿enfermos mentales?) de su tiempo.
Cuando estudiamos la estratificación o tectónica de la Personalidad, hablamos de la esfera somática del (ser humano) y de la anímica y pneumática, que yo denomino esfera de la intimidad. Esta esfera está constituida por tres estratos: el Yo o Conciencia (en el sentido de darse cuenta de una realidad), el Superyó o Conciencia del Bien y del Mal (lo que podría denominarse conciencia ética) y el estrato más profundo del : el Inconsciente o Subconsciente.
Esta esfera más profunda es consustancial al nuevo ser que va a nacer, aun cuando se encuentre en el seno materno. Y es a partir de este estrato más profundo, anímicamente hablando, que se van formando todos los demás.
El doctor Viktor Frankl, eminente psiquiatra y psicoanalista habla en su obra “La presencia ignorada de Dios”, de cómo en lo más profundo de nuestro ser (en el lenguaje teológico hablaríamos de nuestro corazón) existe una imagen reprimida de Dios.
Los contenidos de la esfera inconsciente mueven, fundamentalmente, nuestra vida y son los agentes que informan nuestra conducta y determinan, en la mayoría de las ocasiones, nuestra salud o nuestra enfermedad.
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