Dios es el Arquitecto

El primer ejemplo de culto que leemos en la Biblia es el de las ofrendas que Caín y Abel trajeron al Creador.

22 DE JUNIO DE 2012 · 22:00

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“Es un dato bien conocido para los historiadores de la Iglesia, que a medida que la vida espiritual empieza a decaer...elementos formales y extraordinarios comienzan a acrecentarse...Para aquél que sirve a Dios en Espíritu y con devoción sincera poca será su necesidad de incorporar lo inusual y lo constantemente innovador."(1) Los cristianos adoramos a Dios porque sabemos que nos ama, que es nuestro Padre Eterno y que como hijos e hijas suyos, somos herederos de su Gloria. Sin embargo, muy a menudo olvidamos que Dios es también el arquitecto que ideó, diseñó y ejecutó el proyecto de la Creación sin que nadie lo asesorase; el que también quiso que los humanos fuésemos co-administradores suyos de todo lo que nos rodea y sostiene. ¿Será que lo olvidamos por dedicar mucho tiempo a proyectar, ejecutar y contemplar nuestras pequeñas obras? Hagamos un repaso del Proyecto de Dios para redimir al pecador. El Señor Jesucristo enseñó claramente que Él fue enviado por su Padre para buscar y salvar lo que se había perdido y a establecer un pueblo que adorase a Dios en espíritu y en verdad, porque esa es la clase de adoradores que le agrada.(2) La adoración que agrada a Dios no depende de realidades visibles o materiales sino espirituales; no se produce desde un ámbito físico utilitario, sino desde lo sobrenatural que Dios regala al hombre común para que lo trascienda. "De modo que hasta uno que no cree, cuando entre a la asamblea, pueda entender lo que está pasando, y… se postrará ante Dios y lo adorará, exclamando: ‘¡Realmente Dios está entre ustedes!’”(3) Esa y otras razones bíblicas que veremos en el estudio que hoy comenzamos nos ayudarán a comprender mejor el lugar que ocupa en las Escrituras la adoración a Dios y qué nos dicen ellas sobre el lugar de adoración. En el comienzo del libro del Génesis, se nos describe a Dios creando el universo. El relato es contundente: Dios dijo y fue hecho. Excepto el ser humano, obra de sus manos, todo lo hizo Dios por medio de la palabra (4). La carta a los Hebreos define que Jesucristo es quien sostiene todas las cosas con “la palabra de su poder”(5). Y luego el Verbo, el kyrios divino que era desde el principio, vino al mundo encarnado en la persona de Jesús el unigénito Hijo de Dios (6). Dios impartió precisas órdenes a la primera pareja humana, constituida por el hombre y la mujer que Él creó, para que administrase su Creación. Mientras le obedecieron Adán y Eva caminaron junto a su Creador. Bastó que le desobedecieran tras ser engañados por el autor de la mentira para que la relación se cortase y fuesen expulsados del lugar donde vivían en perfecta armonía con su creador. La desobediencia de nuestros padres a Dios, su obediencia a otra voz y a insinuaciones contrarias al mandato divino determinaron el ingreso del pecado en la Creación, lo que es abominable ante Dios. Esa es la razón por la que vino la condena previamente advertida e inexorablemente cumplida y los seres humanos fuimos destituidos de la gloria de Dios, comenzamos el largo camino de una vida sujeta a vanidad por perder nuestro estatus original. Cargamos la culpa heredada, y la frustración de no poder hacer lo bueno que queremos sino lo malo que no queremos. Así comprendemos que todo ello es consecuencia de nuestro estado natural: separados de Dios y espiritualmente muertos. Pero el Creador tenía previsto redimir a su criatura, y nos lo anticipa en Génesis 3:15-21. Porque es Dios Creador y Proveedor suyos son tanto el querer como el hacer por su buena voluntad. Su Proyecto está hoy en plena ejecución. EL CULTO EN LA ANTIGÜEDAD El primer ejemplo de culto que leemos en la Biblia es el de las ofrendas que Caín y Abel trajeron al Creador. Aunque Abel no lo supiese –como nosotros hoy- su adoración fue un acto de fe a través de un cordero, figura del Cristo de Dios que habría de venir para quitar el pecado del mundo. Caín intentó adorar a Dios, trayéndole una ofrenda fruto de su trabajo, no nacida de la fe que agrada a Dios. El lugar de culto de ambos era uno y el mismo: allí donde estaba Dios. El espíritu de los adoradores era lo diferente. Un mismo lugar, dos cultos distintos. Uno sólo de ellos agradó a Dios. Abel adoró de corazón a Dios y aunque su propio hermano le quitó la vida, la fe de Abel “aún muerto habla por ella.”(7) La siguiente mención de la adoración es la de Génesis 4:26 donde se nos informa que los humanos comenzamos a invocar el nombre de Diosa partir de Enós; nieto de Adán y Eva, hijo de Set cuyo nombre significa sustituto (pues Eva lo consideró como enviado por Dios en lugar del asesinado Abel). Es importante recordar que invocar es la acción de llamar a alguien por su nombre. En este caso, es llamar a Dios por su nombre; una acción que con el tiempo sufrió tal deterioro que la ley entregada a Moisés incluye como segundo mandamiento: No tomarás el nombre de Yahvé tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.”(8) Todos sabemos que se invoca el nombre de Dios en vano en cualquier sitio, incluidos los lugares de culto. Desde el primer fratricidio los hombres fuimos siguiendo las huellas del homicida, nos fuimos liando en trabajos y proyectos humanos que fueron alejándonos cada vez más del Creador. Nos corrompimos adoptando costumbres mundanas que desafían su santa ira deificando lo pecaminoso. Hasta que Dios instruyó a un hombre justo, Noé, para construir el arca en la que salvaría a las especies animales y a los que quisieran obedecer y no perecer, entrando en ella. En otro acto de fe, ya en la era posdiluviana, Noé adora a Dios; de manera consciente y sencilla quema una ofrenda: “Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar. Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho. Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche. (9) No es el altar edificado, ni el lugar elegido, ni el holocausto ofrecido, sino el espíritu de fe de Noé lo que agradó a Dios. La ofrenda es respondida por Dios con la promesa de seguir sosteniendo la vida y el orden mientras el planeta exista. Dios llama luego a Abram, hombre rico y sin descendencia, para que deje la tierra de sus padres, en Harán, y vaya a la tierra que le daría para que sea bendecido con una gran descendencia. (Génesis 12). “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.”(10) Este impresionante relato, y los hay muchos en la Biblia, tiene sin embargo algunos aspectos que lo hacen único. 1. Dios llamó a Abram.Uno de los atributos de Dios como arquitecto, es que puede llamar a quien Él desea para asignarle una tarea dentro de su proyecto. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos. (11)Esta verdad revelada por Jesús a sus discípulos también nos enseña que hay muchos llamados que se involucran sin haber sido escogidos. 2.Abram obedeció al llamado.Una persona a la que se llama y se niega a responder no se comporta según normas aceptadas socialmente, con buenos modales; puede que tenga problemas o busque esconderse. Lo normal es que cuando se nos llama, respondamos al llamado. Eso es obedecer. En el caso de Abram, él obedeció al llamado de Dios. 3. La fe movió a Abram a la obediencia.El llamado divino viene con la medida de fe necesaria para obedecer. El relato bíblico no sugiere que Abram primero planificó una estrategia o calculó el coste; solo afirma que obedeció. 4. El llamado fue a salir sin saber a dónde iría.Difícilmente alguien viaje de un lado a otro sin tener un destino prefijado. Abram era hombre respetado por su capacidad para hacer negocios y manejar su hacienda. Era de la clase de gente a la que difícilmente se la pueda separar de su estilo de vida y compromisos sociales, así porque sí. Sin embargo, la Palabra afirma que Abram demostró su obediencia emigrando sin saber si quiera a dónde. 5. Confiaba en la promesa de Dios.Dios era quien lo llamaba y le había asegurado una descendencia numerosa. A un hombre anciano aunque aún en sus cabales, pero que no había podido tener hijos a causa de la esterilidad de su esposa, la promesa de Dios fue mucho más fuerte que las circunstancias negativas. Eso es confiar y Abram confió. 6. Habitó como extranjero en la tierra prometida.Ser inmigrante en un país extraño es una de las situaciones más difíciles de enfrentar para cualquier ser humano, salvo contadas excepciones. Los países más adelantados de la tierra muestran estadísticas de inmigrantes adaptados a su cultura e idioma, que pueden enorgullecerlos. Abram estaba en la tierra que Dios le había prometido dar como herencia; pero aún así vivió como extranjero en ella, como peregrino. Lo hizo por fe. Abram tuvo fe y fue paciente por tres generaciones. Le nacieron hijos y luego nietos, todos ellos heredaron con él. La fe espera todo el tiempo que sea necesario para que la promesa se cumpla. 7. Esperaba la ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios.¿A qué ciudad se refiere el escritor sagrado? ¿Sería la Jerusalén asentada en Sion? Pues si esperaba esa ciudad, nunca la pudo ver puesto que Abraham murió muchos siglos hasta de que David conquistase Jebus y amurallara lo que luego fue Jerusalén (hoy la Antigua Jerusalén). La ciudad que tiene fundamentos, la que esperaba Abram, no es otra que la Nueva Jerusalén, la Jerusalén Celestial cuyas bases son las doce tribus de Israel y los doce apóstoles de Jesucristo. Y, aunque todavía no estemos físicamente viviendo en ella, la fe que nos da nos confirma que es real, que Dios es su Arquitecto y Constructor y que la está preparando para que no tengamos temor ni miedo al presente o al futuro, y todos los llamados y escogidos por Dios la habitemos junto a Él. CONCLUSIONES En la Antigüedad, en el período que media entre la expulsión del huerto de Edén y la llegada de Abraham a la tierra que Dios le había prometido, el culto a Dios consistía en una relación personal con Él basada en la obediencia. No existía una orden de Dios que significase montar un ritual en un sitio específico para poder rendirle adoración. Los sacrificios agradaban a Dios sólo cuando provenían de un corazón y una mente movidos por la fe. Los casos de fe citados muestran a hombres temerosos de ofenderle y agradecidos por las misericordias recibidas. La adoración era resultado de la fe que Dios daba a cada escogido suyo; porque, en realidad, sólo Dios puede generar una adoración que satisfaga su santidad. Recibir la fe, responder al llamado y adorar de corazón era la parte invisible del culto. Ofrecer a Dios un acto de servicio, como el de un siervo a su Señor, era lo único visible. No vemos que allá hubiese una liturgia acotada o un orden del culto, ni una urgencia de edificar un lugar específico para adorar en comunidad al Señor. Dios es el arquitecto, y tiene un proyecto que va mucho más allá de nuestro deseo de hacer algo por Él. El quiere hacer algo por, en y con nosotros. Dios desea obediencia, no sacrificios. Quien obedece, se entrega a sí mismo a Aquél en quien confía. Y Él se agrada con esta ofrenda y nos hace ver con los ojos de la fe su magnífica obra en plena construcción: la ciudad de Dios, la Jerusalén celestial. Ese es el lugar donde Él mora en los Cielos desde antes de Crear lo visible e invisible; el santuario de su presencia que viene preparando para recibir allí nuestra adoración. El Señor nos abra los ojos y ayude para que impidamos que nuestra vida de fe sea contaminada con costumbres y obligaciones mundanas extrañas a la adoración y servicio que sólo Él busca y merece. El próximo domingo seguiremos con Lugares de culto en Israel: Dios es el Arquitecto (II). Hasta entonces si el Señor lo permite (1) The Revised Church Order Commentary: An Explanation of the Church Order of the Christian Reformed Church”, por Idzerd Van Dellen y Martin MonsmaZondervan Publishing House, 1972 (2) Juan 4:23. Jesús le explica esta verdad a la mujer samaritana, junto al pozo de Jacob. (3) 1ª Corintios 14.25. (4) Hebreos 11:3. (5) Hebreos 1:3. (6)Juan 1:1. (7)Hebreos 11:4 (8) Éxodo 20:7 (9)Génesis 8:20-22. (10)Hebreos 11:8-10. (11)Mateo 22:14.

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