Clamor
15 DE MAYO DE 2025 · 06:12
Hay momentos de andar lento
y pausado,
cuando me distraigo
contemplando el paisaje,
y las cavernas del camino
me son acogedoras.
No distingo la calidad
de las piedras del sendero
y prefiero playas dulces
por donde transitar descalza.
En los bosques de sombras
y hojarasca seca me cobijo
y gasto mis zapatos
en bailar música extraña a mis oídos.
Me despierto con sed
y bebo en amargura
extrañas pócimas
que no me satisfacen.
Me enredan las mentiras
que me cuentan viejos sabios
a los cuales no reconozco
como amigos.
Cierto sabor a sal
flota en el aire que respiro
anunciando el naufragio
como algo acostumbrado.
Y el mar me envuelve
en su oleaje y me transporta
a regiones donde no habitan
los rostros que yo amo.
Y cuando la marea sube
y el miedo me atrapa la cintura,
los corales me entretienen
y no me dejan ver el fondo
del abismo,
y hay nereidas
que en su encanto maligno
me rodean y juegan
a destrozar mis cimientos
con saña indescriptible...
Entonces, clamo,
con voz rota,
casi sin aliento,
perdida la esperanza,
quebrados los anhelos.
Clamo en el alba,
en los tibios ocasos
y en el alma honda
destrozada en harapos,
cubierta de jirones
la alegría
y en llanto bañados
los jilgueros.
Clamo, clamo,
y me desgarro en lágrimas
que enjuagan la ternura,
retornan las certezas
y me devuelven
con renovado ahínco
la memoria perdida,
el gesto puro y limpio
de los días pasados
refugiada entre tus brazos.
Clamo, porque no sé
de otro modo
que me devuelva tu imagen,
que me traiga a tu encuentro,
que me retorne a tu espacio.
Clamo, porque nunca
faltaste a ninguna llamada
de un corazón que se debate
por no seguir viviendo.
Clamo porque no hallo
otra manera
de librarme del asedio
de los soldados del tiempo.
Clamo por tu nombre,
clamo por tu cielo,
clamo por alcanzar tu presencia
y bañarme de nuevo,
recubrirme de estrellas
y saciarme de luz
hasta entregarme entera.
Y en ese clamor santo,
profundo y sin mentiras,
me responde tu canto,
tu cántico nuevo,
me saludan relucientes
y cercanas, otra vez,
las piedras del sendero.
Me recuerdas mi nombre
y me llenas de agua los cántaros,
oasis siempre dispuesto
en mi desierto.
Y, sobre todas las cosas,
mi amado Maestro,
mi nazareno bendito,
tu amor sin medida
me construye de nuevo,
me enraíza a tu suelo
y me restablece la savia
para seguir viviendo,
agarrada a tu manto,
sin soltarme un momento,
clamando, siempre clamando,
por la sanidad de tu encuentro.
Olga Moros Poema ganador del 2º Certamen de Poesía Claudio Gutiérrez Martín Selecciona: Isabel Pavón
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