El bisabuelo emigra de Zacatecas a la ciudad de México, en busca de mejores condiciones para desarrollar su heterodoxia religiosa. El protestantismo pasa a las siguientes generaciones, y es así que Carlos Monsiváis nace en el seno de una familia de clara raigambre disidente en un contexto abrumadoramente católico y guadalupano. Muy niño es llevado por su abuela y su madre a una Iglesia pentecostal, situada en la calle de Carretones, en el barrio de la Merced, de la ciudad de México.(2) Esto tiene lugar antes de que la familia emigre de la Merced a la periferia citadina.
Las primeras páginas de su Autobiografía(3) de 1966 las dedica Carlos Monsiváis al lugar de la Biblia en su vida y al hecho de haberle correspondido “nacer del lado de las minorías” religiosas. En el escrito se presenta a sí mismo como “precoz, protestante y presuntuoso”, lo hace después del título que elige para iniciar su narración:
Firmes y adelante, huestes de la fe. Quienes desconocen la himnología protestante pudiesen pensar que se trata de una ironía personal, pero no, es la primera línea de un himno muy popular en las iglesias protestantes mexicanas. Lo compone en inglés (
Onward Christian Soldiers) Sabine Baring-Gould (1834-1924), pastor anglicano y literato. Escribe el himno en 1864, “para los niños de una misión de su iglesia que iba a visitar otra escuela dominical, y él deseaba que fueran marchando y cantando con cruz y banderas”.(4) La tonada es autoría de Arthur S. Sullivan (1842-1900). La versión en español es de Juan B. Cabrera (1837-1916), converso al protestantismo en 1863 y en 1880 nombrado primer obispo de la Iglesia Reformada Española.(5)
En una entrevista que tuvimos con Carlos Monsiváis, al preguntarle acerca de algún recuerdo que le trajese el himno de Martín Lucero (Castillo fuerte es nuestro Dios), nos respondió: “Bueno, me gusta mucho, pero me gusta mucho menos que
Firmes y adelante. Para mi generación
Firmes y adelante era el himno de batalla, no
Castillo Fuerte, éste tenía una resonancia de otro tipo, sin el despliegue de Sullivan, que convierte a
Firmes y adelante en pieza de resistencia de los sentimientos épicos del protestantismo”.(6)
Respecto a que el himno
Firmes y adelante, como dice Carlos, es una “pieza de resistencia de los sentimientos épicos del protestantismo”, veo comprobado su aserto en dos lugares, por citar sólo tales ejemplos de muchos que pudiesen mencionarse, muy distantes entre sí. Alejados geográficamente pero que comparten el sentido de minoría que se aglutina para hacerle frente al medio que les hostiliza. El primer lugar es la colonia Betania (en Teopisca, Chiapas), conformada por evangélicos expulsados de San Juan Chamela. El asentamiento se funda en 1980, encabeza la acción Manuel
Caxlán, hijo de un líder histórico de loas chamelas protestantes: Miguel
Caxlán.
En un multitudinario acto conmemorativo de la resistencia que dio nacimiento a Betanania, el domingo 31 de julio de 2005 tiene lugar una gran concentración para celebrar los 25 años de fundación del poblado. A la ceremonia al aire libre asisten entre 3 mil y 4 mil personas. Se interpretaron varios estilos de música y el programa se inició con la entrada al lugar de un contingente acompañado por una banda que interpretaba el himno
Firmes y adelante, huestes de la fe. Hubo un recuento histórico y pasaron al estrado algunos de los que dirigieron dos décadas y media atrás el asentamiento de las primeras familias. El día del acto, y de acuerdo con el propio censo de las autoridades del lugar, Betania contaba con 628 jefes de familia, más o menos unos 4 mil pobladores, 10 veces más que los habitantes originales.
Como en otras diásporas forzosas en la historia, obligadas por sus seguidores, la que resultó en la fundación de Betania es un recordatorio tanto de los costos de la intolerancia como de la lucha de quienes defendieron su derecho a la diferencia y el respeto a sus derechos humanos. Por eso recordaron, por eso celebraron la lid que dio origen a su poblado, y lo hicieron con el himno
Firmes y adelante, huestes de la fe.
El otro uso épico del mismo himno lo encontramos entre las comunidades evangélicas latinas en Estados Unidos, particularmente entre aquellas que son minoritarias, como por ejemplo en Los Ángeles, California, donde la mayoría de los también llamados “hispanos” es católica. Nos dice un autor México/americano: “Hay un himno, que aunque traducido del inglés, ha sido un reflejo fiel del compromiso evangélico latino en Estados Unidos y a través de América Latina.
Firmes y adelante se ha cantado en casi todas las iglesias protestantes latinas, aunque sean de tradiciones muy diferentes. Es un testimonio del compromiso, pero también de la confianza de generaciones que decidieron seguir a Cristo Jesús como cristianos evangélicos latinos. La tercera estrofa y el coro reflejan la confesión y la esperanza de este pueblo peregrino: “Muévase potente la Iglesia de Dios/ De los ya gloriosos marchamos hoy en pos/ Somos sólo un cuerpo y uno es el Señor/ Una la esperanza y uno nuestro amor/ Firmes y adelante, huestes de la fe/ Sin temor alguno, que Jesús nos ve”.(7)
Regresamos a la narración que hace Carlos Monsiváis del éxodo familiar y sus razones: “Muy niño”, nos dice quien al momento de escribir sus memorias ya había
publicado su primer libro (la antología
Poesía mexicana del siglo XX), fui llevado en una emigración terrible, de la Merced a la Colonia Portales, ´por la calzada de Tlalpan´. Imagino esa diáspora a la luz de John Steinbeck, John Ford y
Las viñas de la ira. Una carromato polvoso, una familia apiñada que entretiene la odisea cantando himnos (¿entre ellos
Firmes y adelante, huestes de la fe?, CMG), pruebas del cielo bajo la forma de agentes de tránsito y al final Canaán-Portales, la tierra prometida donde los hijos crecerán en paz, sin el espectro del hambre y la intolerancia”.(8)
El paralelismo Canaán-Portales tiene importantes implicaciones, porque significa el hallazgo del espacio donde la familia de Monsiváis podrá practicar sus creencias con menos restricciones y hostigamientos: “La razones migratorias de mi familia, en ese éxodo atroz de los cuarenta, fueron religiosas. Pertenezco a una familia esencial, total, férvidamente protestante y al templo al que aún ahora y con jamás menguada devoción sigue asistiendo, se localiza en Portales” (se trata de la Iglesia interdenominacional, en la calle Libertad, CMG).(9)
La Biblia en casa de Monsiváis era más que un elemento de identificación religiosa. Significaba raigambre cultural y guía ética: “Entre nosotros, la Biblia no sólo era el fundamento religioso, sino el lazo de unidad, de la razón de ser de la familia. Su papel era muy preciso, la fuente del conocimiento y del comportamiento. Para mi madre, la Biblia era el objeto del cual nunca se desprendía. Era feliz cuando daba clases de Escuela Dominical. Era bibliocéntrica, y con frecuencia en una discusión respondía con versículos [bíblicos]”.(10)
Las líneas que siguen, aunque pocas en extensión, amplían el trasfondo formativo infantil de Carlos Monsiváis. Es tal su densidad, por las claves proporcionadas, que solamente un análisis detenido puede darnos una idea de sus repercusiones cognoscitivas y éticas en la vida del escritor. Además las líneas evidencian la heterodoxia y singularidad en la conformación intelectual de Carlos Monsiváis cuando se la compara con la generalidad de la de otros escritores mexicanos.
En el Principio era el Verbo, y a continuación Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera tradujeron la Biblia, y acto seguido aprendí a leer. El mucho estudio aflicción es de la carne, y sin embargo la única característica de mi infancia fue la literatura: himnos conmovedores (“Cristo bendito, yo pobre niño, por tu cariño me allego a Ti, para rogarte humildemente tengas clemente piedad de mí”). Cultura puritana (“Instruye al niño en su carrera y aún cuando fuere viejo no se apartará de ella”), y libros ejemplares: (El progreso del peregrino de John Bunyan; En sus pasos o ¿Qué haría Jesús?; El Paraíso Perdido, La institución de la vida cristiana de Calvino, Bosquejo de dogmática de Kart Barth). Mi verdadero lugar de formación fue la Escuela Dominical. Allí en el contacto semanal con quienes aceptaban y compartían mis creencias me dispuse a resistir el escarnio de una primaria oficial donde los niños católicos denostaban a la evidente minoría protestante, siempre representada por mí. Allí, en la Escuela Dominical, también aprendí versículos, muchos versículos de memoria y pude en dos segundos encontrar cualquier cita bíblica. El momento culminante de mi niñez ocurrió un Domingo de Ramos cuando recité, ida y vuelta a contrarreloj, todos los libros de la Biblia en un tiempo récord: Génesiséxodolevíticonúmerosdeuteronomio”.(11)
En el párrafo Monsiváis hace tres citas bíblicas, sin mencionar el libro, capítulos y versículos donde se localizan. La primera está en el Evangelio de
Juan 1:1 (
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios”). La segunda se encuentra en
Eclesiastés 12:12 (
“Ahora, hijo mío, a más de esto, sé avisado. No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio aflicción es de la carne”). La tercera es la única que reproduce íntegramente, se localiza en
Proverbios 22:6 (
“Instruye al niño en su carrera: Aun cuando fuere viejo no se apartará de ella”). La tríada mencionada por Monsiváis deja constancia de su adentramiento en los textos bíblicos, los que por cierto leyó, y prefiere seguir leyendo en la versión antigua, cuya última revisión para adecuar ciertos vocablos en desuso es de 1909.
La traducción de la Biblia referida por Carlos Monsiváis es la que publica en 1569 Casiodoro de Reina, y tiene una nueva edición revisada por Cipriano de Valera en 1602.(12) Luego entonces la lectura bíblica de Monsiváis fue hecha en un libro perseguido por la intolerancia católica, en una obra proscrita por la Santa Inquisición, la que prohibía leer Las Escrituras en la respectiva lengua de cada pueblo.
Continuará…
(*) La Merced es un barrio de la ciudad de México cuya existencia se remonta a la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI. El moderno barrio (colonia) Portales es resultado, en 1914, de lo que fue la Hacienda de Nuestra Señora de la Soledad.
1) Joel Martínez López, Origenes del presbiterianismo en México: crónica de una transculturación, edición del autor, Matamoros, Tamaulipas, 1991, pp. 60-67; Jean-Pierre Bastian, Los disidentes: sociedades protestantesy Revolución en México, 1872-1911, Fondo de Cultura Económica-El Colegio de México, México, 1989, pp. 29-48.
2) Alfredo Echegollen Guzmán y Carlos Mondragón González, El aleluya y otros nexos: la heterodoxia religiosa de Carlos Monsiváis, ponencia presentada en el Coloquio De inclusiones, exclusiones y otros olvidos. 70 años de Carlos Monsiváis, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 7 de mayo de 2008, p. 4.
3) Carlos Monsiváis, Carlos Monsiváis, nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos, Empresas Editoriales, México, 1966.
4) Cecilio McConnell, Comentario sobre los himnos que cantamos, Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1985, p. 242.
5) Ibid, pp. 15-16.
6) “Repercusiones culturales de la Reforma luterana. Entrevista con Carlos Monsiváis”, en Protestantismo, diversidad y tolerancia, CNDH, México, 2002, p. 79.
7) Juan Francisco Martínez Guerra, “Cuadros del protestantismo latino en los Estados Unidos”,
8) Carlos Monsiváis, Op. cit., 1966, p. 11. Cabe mencionar que Canaán es la tierra que en el Antiguo Testamento se le promete tanto a Abraham como a Moisés, éste último recibe la promesa del Señor en el sentido de que su pueblo va a ser liberado de la cautividad en Egipto, para ser llevado “a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel”, Éxodo 3:8.
9) Autobiografía, p. 13.
10) Adela Salinas, Dios y los escritores mexicanos, Editorial Nueva Imagen, México, 1997, p. 95.
11) Ibid., pp. 13-14.
12) La edición facsimilar más reciente de ambas biblias es la realizada por la Sociedad Bíblica de España, en el 2002, en conmemoración de los 400 años de la primera revisión hecha por Casiodoro de Reina. El autor de este ensayo tiene en su poder el ejemplar número 143 de la Biblia de Casiodoro de Reina; y el ejemplar número 104 de la Biblia de Cipriano de Valera.