J. J. Fernández de Lizardi, la libertad de creencias y el asesinato en 1824 de un protestante en la Ciudad de México (IV)

En escritos de 1822 y 1825, José Joaquín Fernández de Lizardi hace una abierta defensa de la tolerancia y se refiere en términos elogiosos a Martín Lutero.

01 DE SEPTIEMBRE DE 2024 · 22:00

Opúsculo presentado en la Librería Papiro 52 (Ciudad de México), el 29 de agosto, mismo día, pero de 1824, en que Seth Hayden fue asesinado por intolerancia religiosa.,
Opúsculo presentado en la Librería Papiro 52 (Ciudad de México), el 29 de agosto, mismo día, pero de 1824, en que Seth Hayden fue asesinado por intolerancia religiosa.

El homicidio del “protestante estadounidense” motivó que un representante del gobierno de Estados Unidos dirigiera una carta, el 30 de agosto de 1824, al encargado de la Primera Secretaría de Estado, Lucas Alamán, en la cual demandaba que “el gobierno mexicano debía adoptar mayores medidas para descubrir y castigar el crimen. El documento mostraba la preocupación de que el gobierno, al no admitir oficialmente la convivencia con otras religiones, diera la pauta para provocar enfrentamientos con creyentes no católicos”.1

El asesinato impacta a las autoridades gubernamentales y repercute en que Lucas Alamán se viera en la necesidad de hacer llegar una circular –2 de septiembre de 1824– a los gobernadores de todas las entidades y les hiciera saber del “atroz asesinato cometido en esta capital de un extranjero de los Estados Unidos”. Además les instaba para que redoblaran sus esfuerzos en garantizar la seguridad de los extranjeros bajo su jurisdicción, ya fuesen residentes o estuviesen de paso, porque “los intereses de la nación exigen que se conserve con las naciones extranjeras la mejor armonía y buena correspondencia”.2

En la sesión del 2 de septiembre en el Congreso Constituyente del Estado de México, José María Luis Mora expuso el caso, sostuvo que “no podían verse sin escándalo los asesinatos de algunos extranjeros perpetrados a pretexto de religión”. Argumentaba que era necesario poner “un freno bastante duro al fanatismo y a los resentimientos personales”, ya que de no suceder así “los extranjeros que por mil títulos son útiles a la nación, se retrairán de vivir en un país en que no se castigan enérgicamente” crímenes motivados por intolerancia religiosa.3 Mora refirió un caso semejante al que denunciaba, el de un francés ultimado en San Agustín de las Cuevas (hoy alcaldía Tlalpan, en la Ciudad de México).

Seth Hayden nació el 19 de enero de 1780, en Torringford, Connecticut. Por un tiempo vivió en el estado de Nueva York. Se casó antes de abrir su tienda en la Ciudad de México.4 El cónsul de Estados Unidos solicitó formalmente al gobierno mexicano que el cuerpo de Hayden fuera entregado para ser sepultado a John Black.5 Éste, cuando a principios de los 1840s fue nombrado cónsul en México confió los detalles del caso de Hayden a Brantz Mayer, secretario de la embajada estadounidense. Mayer incluyó la información en un libro de su autoría publicado en 1844: México as It Was and as It Is.6

Como responsable de llevar a cabo el acto funerario, John Black, “un joven en ese tiempo, intentó leer el servicio fúnebre protestante al lado de la tumba, el puñado de dolientes fue apedreado por fanáticos, y después del servicio el cuerpo fue desenterrado por la multitud. Sólo la intervención del gobierno finalmente aseguró el descanso permanente de los restos de la víctima del fanatismo desenfrenado. Hasta donde se puede determinar, este fue el primer servicio protestante celebrado en la Ciudad de México”.7

Prácticamente al día siguiente de consumada la independencia nacional, pausada, pero crecientemente, se incrementan los debates sobre el porvenir del país en términos religiosos. Los conservadores buscaron afanosamente mantener inamovible la identidad religiosa católica de la nación. Para cumplir tal propósito edificaron un cuerpo legal que vedaba la práctica pública de cualquier religión distinta al catolicismo. Veían con temor la posibilidad de que el protestantismo incursionara en México. 

La propuesta de apertura es defendida con fuerza, y de manera creciente entre 1813 y 1827 (año de su deceso) por Joaquín Fernández de Lizardi. En La nueva revolución que se espera en la nación, escrito de 1823, Fernández de Lizardi aboga por la instauración de un gobierno republicano. Subraya que “bajo el sistema republicano la religión [católica] del país debe ser no la única sino la dominante, sin exclusión de ninguna otra”. Comenta que, ante lo que llama el tolerantismo religioso, “solo en México se espantan de él, lo mismo que de los masones. Pero ¿quiénes se espantan? Los muy ignorantes, los fanáticos, que afectan mucho celo por su religión que ni observan ni conocen, los supersticiosos y los hipócritas de costumbres más relajada […] Ningún eclesiástico, clérigo o fraile, si es sabio y no alucinado, si es liberal y no maromero, si es virtuoso y no hipócrita, no aborrece la república, el tolerantismo ni las reformas eclesiásticas”.8

Es un hecho que en la capital del país eran residentes varios protestantes, algunos de ellos ocupados en cuestiones comerciales y otros como representantes diplomáticos. ¿Cuántos de ellos transmitieron sus creencias a mexicanos? Por lo que escribe, parece muy factible que Fernández de Lizardi haya tenido conocimiento, y tal vez trato directo, con protestantes extranjeros asentados en la Ciudad de México. Esto explica que, como ningún otro escritor de la primera mitad del siglo XIX mexicano, El Pensador refiera casos como los siguientes:

Estos [los fanáticos católicos intolerantes] bribones son los enemigos de la república, de la libertad de la imprenta, de todo sistema liberal y del tolerantismo religioso, porque los desnuda de sus altivas y soberbias preeminencias sobre los pobres, acusa sus vicios públicamente y reprehende (el tolerantismo) su conducta hipócrita y criminal. Por ejemplo: nunca se ve un sacerdote protestante mezclado en los negocios civiles, mucho menos en los teatros, circos, tabernas, juegos, bailes, etcétera. Ellos no gozan más privilegios que los ciudadanos; son iguales ante la ley, y el que delinque contra ella, es castigado como cualquiera. De aquí es que son ejemplos de moderación y virtud. No puede sufrir un sacerdote vicioso y católico el reproche que le hagan con la moral del sacerdote protestante.9

¿Cuántos vagos y borrachos católicos, apostólicos y romanos no nos escandalizan diariamente, ya tirados en las calles como troncos y ya profiriendo en sus riñas las palabras más indecentes y obscenas, que no debieran herir jamás los oídos castos?, y no vemos mal ejemplo de éstos con los anabaptistas, presbiterianos, luteranos, etcétera. Luego esta clase de gentes, a quienes llamamos herejes por apodo, son más hombres de bien, de mejor conducta moral y más obedientes a nuestras leyes que nosotros mismos […] cuál conducta… es más agradable, si la del protestante que respeta la ley del país en que vive, que es buen esposo, buen padre de familia, buen amigo, trabajador y útil a la sociedad, o la del apostólico, romano, borracho, ladrón, asesino, mal padre, mal marido, y a quien las leyes tienen por mejor matarlo que sufrirlo. Es menester mucha hipocresía y fanatismo para no responder precisamente.10

En escritos de 1822 y 1825, José Joaquín Fernández de Lizardi hace una abierta defensa de la tolerancia y se refiere en términos elogiosos a Martín Lutero.11 Entre los críticos que polemizaron con Fernández de Lizardi uno de los más productivos en su contra fue Juan Bautista Díaz Calvillo, doctor en teología e integrante del Claustro de la Real y Pontificia Universidad de México.12 En 1822, al responder Lizardi el cargo de su interlocutor acerca de que tenía ideas similares a las de Lutero, por lo cual le llamó yerno del reformador alemán, respondió: “También le doy las gracias por la facilidad con que me hace yerno de Lutero; mas en obsequio de mi suegro debo advertirle que no se llama el señor Martín Lutero, como usted dice, sino fray Martín Lutero, pues era teólogo, sacerdote y fraile. Conque guarde usted esa otra torta en el otro manguillo”.13 Quien firmaba como “un patriota religioso” advirtió que la reforma eclesiástica propugnada por Fernández de Lizardi y su apoyo a la tolerancia religiosa lo colocaban muy cerca del protestantismo, ya que “Si no se reconoce la autoridad de la Iglesia se es obediente a las doctrinas de Lutero, Calvino, Wyclif y otros heresiarcas apóstatas de la religión y es profesar la religión pretendidamente reformada, condenada por Iglesia católica, apostólica y romana”.14

En Dentro de seis años o antes hemos de ser tolerantes (13 de octubre de 1825), Lizardi critica al autor anónimo que firmaba como El Verdadero Defensor de Nuestra Constitución, quien defendía la cerrazón del país a otras expresiones religiosas, basándose en el artículo tercero constitucional.15

Fernández de Lizardi argumentaba que mientras los judíos “aborrecían a muerte a los samaritanos”, Jesucristo “se sienta en el brocal de un pozo y allí traba una familiar conversación con una joven samaritana” […] Con su divinatolerancia consigue moralizar y atraer a la ley no solo a la joven del pozo, sino a toda la ciudad de Samaria [Juan 4:1-39]. La intolerancia es opuesta al Evangelio”.16 Fue la intolerancia de la “corte romana” la que llevo a sacudirse “su yugo una parte de la Europa [y] le hizo perder un fraile [Martín Lutero] casi toda la Alemania y casi todo el norte entero”.17

Decidido crítico de los abusos y despropósitos del clero católico, Fernández de Lizardi era “lector incansable de la Biblia y de los padres de la Iglesia”.18 Incluso en su Testamento y despedida de el Pensador Mexicano, fechado el 27 de abril de 1827, el autor, sabiendo que la terrible enfermedad que le tiene postrado no va a tardar mucho en cobrarle la vida, reitera ser católico, apostólico y romano pero sin creer “que el papa es rey de los obispos, aunque sea su hermano mayor por el primado que ejerce en la Iglesia universal. Tampoco creo que es infalible sin el Concilio general, pues la historia de todos los obispos de Roma me hace ver que son errables como todos, y que de hecho han sido engañados y han enseñado errores contra le fe, pro cathedra”.19

Dos días después del Testamento de Lizardi desembarca, en Veracruz, James Thomson. Tras algunos altos en la ruta, para descansar y abastecerse, el enviado de la organización protestante Sociedad Bíblica Británica y Extranjera llega a la ciudad de México el 17 de mayo. Fernández de Lizardi muere en la misma urbe en la que recién se ha instalado Thomson, “consumido por la tisis a las cinco y media de la mañana del 21 de junio”.20 Apenas hubo poco más de un mes de intervalo entre uno y otro acontecimiento. Thomson no alcanza a conocer a Lizardi, ferviente convencido del método lancasteriano y partidario de la lectura de la Biblia sin la supervisión del clero católico. La etapa final de la enfermedad y deceso de Lizardi tienen lugar cuando Thomson, difusor de las escuelas lancasterianas en América Latina y promotor de la Biblia, estaba iniciando sus actividades en el país.21

Fernández de Lizardi enfrenta la intolerancia religiosa en el terreno de las ideas, pero también deja constancia de que en el México posterior a la independencia de España se logran colar unos pocos protestantes, que representan la posibilidad de una muy incipiente diversificación religiosa, que se anida gracias a la tolerancia disimulada de una parte de la sociedad. Repetidamente insta a sus lectores para que acepten el hecho de que en el país es necesario aprender a relacionarse cotidianamente con protestantes y francmasones que ya forman parte de la población mexicana.22

 

Notas

1 Fernando S. Alanís Enciso, opcit., p. 554. 

2 Águila Mexicana, 6 de septiembre de 1824, p. 2.

3 Ibid., pp. 1-2.

4 Donald Fithian Stevens, opcit., p. 228.

5 Ibid., p. 4.

6 Ibid., pp. 4 y 228.

7 John Wesley Butler, History of the Methodist Episcopal Church in MexicoPersonal ReminiscencesPresent Conditions and Future Outlook, The Methodist Book Concern, New York-Cincinnati, 1918, p. 46.

8 Texto recogido por María Rosa Palazón Mayoral (Selección y prólogo), José Joaquín Fernández de Lizardi, pp. 738-746.

9 José Joaquín Fernández de Lizardi, “La nueva revolución que se espera en la nación”, en María Rosa Palazón Mayoral (Selección y prólogo), José Joaquín Fernández de Lizardi, p. 741.

10 Fernández de Lizardi, “Todos los buenos cristianos toleran a sus hermanos. Decimotercia conversación del Payo y el Sacristán”, en María Rosa Palazón Mayoral (Selección y prólogo), José Joaquín Fernández de Lizardi, pp. 751-752.

11 Alicia Mayer, Lutero en el Paraíso. La Nueva España en el espejo del Reformador alemán, Fondo de Cultura Económica-UNAM, México, 2008, pp. 383-384.

12 Marta Terán y Víctor Gayol, “Anónimo conocido: Conversación que tuvieron un Demandante y una Frutera”, Historias, núm. 62, septiembre-diciembre 2005, p. 33.

13 https://www.iifilologicas.unam.mx/obralizardi/index.php?page=carta-primera-de-el-pensador-al-papista

14 Alicia Mayer, opcit., p. 384. Lutero y Calvino son personajes bien conocidos de la primera y segunda generación de la Reforma protestante del siglo XVI, menos conocido es John Wyclif (c. 1329-1384), reformador inglés, a quien “se le ha llamado ‘Estrella Matutina de la Reforma’. Ciertamente, su creencia de que la Biblia era la única regla autorizada de fe y práctica, apoyaría esta tesis. En otras formas fue un proto-protestante. Negaba la transubstanciación, atacaba la institución del papado, repudiaba las indulgencias y deseaba la abolición de las órdenes religiosas”. Wilton M. Nelson (editor general), Diccionario Historia de la Iglesia, Editorial Caribe, Nashville, 1989, pp. 1075-1076.

16 Ídem.

17 Ídem.

18 María Rosa Palazón Mayoral, “Estudio introductorio”, en María Rosa Palazón Mayoral y María Esther Guzmán Gutiérrez (selección), José Fernández de Lizardi: El laberinto de la utopía, una antología general, FCE-FLM-UNAM, México, 2006, p. 36.

19 José Joaquín Fernández de Lizardi, “Testamento y despedida de el Pensador Mexicano”, en María Rosa Palazón Mayoral y María Esther Guzmán Gutiérrez, opcit., p. 290.

20 María Rosa Palazón Mayoral (selección y prólogo), José Joaquín Fernández de Lizardi, Ediciones Cal y Arena, México, 2001 (tercera edición), 2001, p. 18.

21 Acerca del personaje, sus labores continentales y en México ver Arnoldo Canclini, Diego Thomson: apóstol de la enseñanza y distribución de la Biblia en América Latina y España, Asociación Sociedad Bíblica Argentina, Buenos Aires, 1987; Carlos Martínez García, James Thomson: un escocés distribuidor de la Biblia en México, 1827-1830, tercera edición, Maná Museo de las Sagradas Escrituras, México, 2023.

22 “Lizardi en las Conversaciones [del payo y el sacristán] exhorta repetidamente a los mexicanos a convivir de manera pacífica y fraternal con los protestantes y masones, lo cual entiende como un verdadero reto en la observancia del mandato evangélico del amor y la convivencia pacífica con gente que no por no ser católica deja de vivir conforme a las leyes civiles”. José Enrique Covarrubias, “Inútil e insociable; la Iglesia católica según la crítica sociológica de Fernández de Lizardi, Prieto y Ramírez, 1821-1876”, El anticlericalismo en México, Cámara de Diputados (LX Legislatura)-ITESM-Miguel Ángel Porrúa, México, 2008, p. 290.

 

 

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