Poligénesis del protestantismo en Latinoamérica: el caso mexicano, una visión panorámica (9)

En la célula de Hexiquio Forcada se hacían ejercicios de contraste entre "la Iglesia romana y protestante, el papado, la misa y la fe en Cristo como único requisito para ser salvos".

14 DE AGOSTO DE 2022 · 10:00

El cementerio americano en la capital mexicana a mediados del siglo XX. ,
El cementerio americano en la capital mexicana a mediados del siglo XX.

Nota: El siguiente texto es una especie de corte de caja. He publicado cinco libros referentes al cristianismo evangélico/protestantismo mexicano del siglo XIX. En las obras hay datos acerca de los antecedentes de la germinación de unas creencias vistas por el establishment religioso y cultural como ajenas a la identidad nacional, la cual, cabe mencionar, no cayó del cielo sino que fue una construcción colonial erigida a lo largo de tres centurias. Después de finalizada la Colonia, formalmente con la independencia de España, continuó dominando el modelo religioso implantado inicialmente a la fuerza y tomó características peculiares dadas por la población indígena y mestiza. El resumen que hoy inicia da cuenta de, más o menos, medio siglo de gestación del protestantismo endógeno en México, el periodo que va del inicio de México independiente a la llegada de lo que llamo misioneros institucionales, los y las enviados por denominaciones con el fin de iniciar iglesias en el país. La presente serie no incluye las abundantes notas de pie de página que sí están en la versión a ser publicada como libro, por lo cual el tono de lo aquí dado a conocer es casi de crónica periodística.

 

Hexiquio (o también Hesiquio) Forcada fue integrante de la Iglesia de Jesús y en ella de la sociedad de jóvenes, también integró con Arcadio Morales, Primitivo A. Rodríguez, y otros, el grupo de estudiantes al que impartieron clases de capacitación ministerial Manuel Aguas y Agustín Palacios. Aguas murió, como ya se vio, el 18 de octubre de 1872 y Forcada, al día siguiente, estuvo presente en las honras fúnebres efectuadas en templo de San Francisco, donde se realizaron varios servicios religiosos para recordar el relevante papel del personaje en la consolidación de la Iglesia de Jesús. Igualmente, Forcada fue parte del numeroso cortejo fúnebre que acompañó al ataúd del pastor Aguas hasta el Panteón Americano. Desde su apertura, los cementerios inglés y americano fueron lugar de sepultura para protestantes, a partir de 1825 el primero, y desde 1850, el segundo. Es uno de quienes tomó la palabra en la inhumación de Aguas, para encomiar el ejemplo de su pastor y maestro. Entonces «el joven Forcada pronuncia una corta pero animada conversación elogiando la firmeza de ese digno [Aguas] jefe del protestantismo en México, a quien exhorta con su constancia a seguir su ejemplo, y proseguir el camino que le trazó su valor al través de las preocupaciones de un vulgo ignorante».

Vinculado a la Iglesia Presbiteriana de Betlemitas y en compañía del pastor Arcadio Morales, además de una decena de condiscípulos, Hexiquio Forcada estudió intensamente la Biblia. En la célula se hacían ejercicios de contraste entre «la Iglesia romana y protestante, el papado, la misa, la confesión auricular, el purgatorio, la idolatría, la adoración de María [...] y la fe en Cristo como único requisito para ser salvos; el estudio de la Palabra de Dios, la obligación de predicar el Evangelio a toda criatura, la seguridad de una salvación perfecta por Jesús solamente».

El estudio asiduo de la Biblia en forma grupal fue fortalecido cuando el misionero Merril N. Hutchinson inició, en 1873, cursos de capacitación en el que sería el primer Seminario Presbiteriano en la capital mexicana. Impartía cursos de capacitación teológica, primero en su casa, situada en San Juan de Letrán número 8, y después en la parte poniente del antiguo templo de San Pedro y San Pablo. La generación inicial se graduó en 1878. El grupo tenía el compromiso de realizar actividades evangelísticas y fundar núcleos presbiterianos.

Forcada inició el trabajo en Zitácuaro, Michoacán, y permaneció como pastor de la iglesia en aquel lugar. La obra protestante, particularmente presbiteriana, en Zitácuaro se originó en el trabajo de distribución de materiales bíblicos y reuniones en casas que organizó Nicanor Gómez, a partir de 1876. A Gómez se unió Juan Granados, quien llegó a Zitácuaro desde Tlalchapa, Guerrero.

El pastor Forcada extendió el presbiterianismo desde Zitácuaro a poblados como Jungapeo, Coatepec de Morelos, Santa María, Huamoro, Tuxpan y otros lugares. Ante la carga de trabajo para atender los núcleos nacientes, con Hexiquio llegaron a colaborar Daniel Rodríguez, Juan Moya y Enrique Bianchi. Los tres eran integrantes del grupo de doce que pactaron entre ellos involucrase en la difusión de la fe evangélica en distintos lugares del país. Con el correr de los años, sus nombres estarían ligados a los inicios y/o consolidación del protestantismo en México.

Arcadio Morales, como pastor de la Iglesia El Divino Salvador, primero en Betlemitas y después en San Juan de Letrán, animó las vocaciones evangelísticas y misioneras de los doce: Hexiquio Forcada, Daniel Rodríguez, Juan Moya, Enrique Bianchi, Elías Clemente Salazar, Pedro Trujillo, Carlos Ruiz, Francisco F. Villegas, Jesús Medina, Francisco Escobar, Hipólito Quesada y Francisco Aguilar.

En agosto de 1879, Forcada y sus acompañantes difundieron el presbiterianismo en Pisaflores, Hidalgo, y otras poblaciones de la entidad, entre ellas, Jiliapán, Jacala y Zimapán. Las conversiones condujeron a que se conformaran congregaciones de «100 a 300 miembros en Pisaflores, Jiliapán y Jacala», como deja constancia un informe misionero de 1881.

En la Huasteca potosina Forcada fue el promotor de núcleos presbiterianos en Río Verde, Tamazunchale, Ciudad Valles y Rayón, «pueblo donde finalmente se estableció y formó un frente anticatólico con los liberales del municipio, entre los cuales se contaba Jesús Sáenz, maestro de escuela y jefe de la sociedad espiritista».

Si bien es cierto que para conformar un frente que combatiera el predominio del catolicismo Forcada hizo causa común con liberales y espiritistas, también es verdad que defendió las creencias protestantes ante postulados del espiritismo. Lo hizo así cuando reaccionó ante un discurso en el que Jesús Sáenz «procura poner en contradicción el texto de los evangelistas, a pesar de que en el último tercio del siglo diez y nueve, aun entre los individuos de la escuela espírita, raros, muy raros, ponen en tela de juicio la autenticidad del Nuevo Testamento».

En su apología, Hexiquio Forcada enarboló varias citas neotestamentarias que afirman la encarnación de Cristo y su divinidad. Sobre ésta última escribió: «Quítese a Cristo su carácter divino al cumplir su obra redentora, y entonces queda reducido el cristianismo a una recopilación de verdades más a menos filosóficas». Afirmó que la naturaleza y singularidad de Jesús le hacen único intermediario entre Dios y los seres humanos, porque «su muerte no es la muerte de un sabio, es la muerte de un Dios; es la inmolación del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo; es el lábaro de nuestra eterna salvación».

Al enterarse del asesinato de un compañero de ministerio, el pastor Abraham Gómez, y otras dos personas (los evangélicos Felipe Zaragoza y Miguel Cipriano) en Ahuacatitlán, Guerrero (7 de agosto de 1887), Hexiquio Forcada expuso mediante una misiva el  “dolor e indignación” que le causaban esos crímenes. Expuso que Abraham «no solo era el correligionario con quien me unía la comunidad de ideas y de aspiraciones morales, sino que parodiando al apóstol [Pablo], puedo decir que era mi hijo en el Evangelio». Se preguntó sobre los motivos del ataque cuyo fin fue la muerte de tres protestantes:

¿Cuál es el delito en esencia, y quienes son los culpables?, preguntaría la historia, y alguien en el vulgo contestará: el delito es el de herejía, es decir, el de sustraerse a la obediencia del Papa, desdeñar las imágenes y leer la Biblia sin notas, contra lo expresamente prohibido por la Iglesia [católica]. Pero no es así, la verdadera y esencial causa, es que el protestantismo derruye en su base con el yunque de la Verdad Divina, el cimiento de secular edificio, de fatal oscurantismo, que siglo tras siglo ha venido y levantando y conservando la raza perversa de los modernos fariseos. El protestantismo, desechando todo humano yugo moral, todo intermediario entre Dios y el alma humana, proclama el predominio del libre examen, el respeto al derecho ajeno, la virtud como base de todo progreso; pone el fundamento de la positiva libertad, ya en el orden civil y el religioso, y hace imposible la resurrección de la teocracia. Lo saben bien los retrógrados: el protestantismo es el mejor y más leal auxiliar de los principios republicanos y netamente liberales.

Los anteriores son los motivos, consideraba Forcada, por los cuales sus enemigos le hacían «cruda guerra al protestantismo». A tal espíritu de belicosidad «no se le lleva al terreno de una sincera y razonada discusión para que el pueblo decida de parte de quién se encuentra la verdad», por el contrario, consideraba el pastor Forcada, «se le combate con la diatriba, con la calumnia, con el anatema; y cuando estas armas innobles dejan de dar los resultados apetecidos, entonces se recurre al asesinato, se repiten los sucesos de Ahualulco, Atzala. Apizaco, Almoloya, Guerrero y otros puntos».

Para Forcada eran culpables quienes directamente habían ultimado a los protestantes, pero también lo eran «aquellos enemigos jurados del progreso, los opresores incansables del pensamiento humano, que sueñan con ahogar con sangre la idea; los que maldicen y execran a [Benito] Juárez; los que se jactan de su unidad por estar imbuidos en los mismos errores, vinculados con igual propósito, es a saber, en la tarea de embrutecer a las masas para sojuzgarlas». Sin titubear señaló como plenos responsables a los tenaces opositores de la libertad de creencias y cultos, los altos clérigos católicos que siempre habían combatido esos principios.

A causa de su involucramiento con las agrupaciones liberales opositores al régimen del dictador Porfirio Díaz, en febrero de 1901 Forcada asistió como delegado por Ciudad Valles al Gran Congreso Liberal que se reunió en San Luis Potosí el 5 de febrero. Acudió representando al Club Ignacio Manuel Altamirano. En el periódico, dirigido por los combativos Ricardo y Jesús Flores Magón, se hizo la siguiente semblanza del personaje:

Su exterior es de bronce, pero tiene una alma blanda y sencilla. Su preocupación son las gazmoñerías del clero prostituido. Su carácter tranquilo da a su rostro tal expresión de beatitud, que sería un santo si no fuera un hombre.

     No entra a la lucha con el ceño fruncido y apretados los puños; no, entra resuelto y valerosamente, como los apóstoles de las buenas causas, dando a su voz una entonación tal de mansedumbre, que hace volver la calma a los exaltados y realiza la confraternidad de los espíritus explosivos. Forcada es un gran elemento de orden, un patriota sincero y un inmejorable ciudadano.

Durante su tiempo en la Iglesia Presbiteriana de Rayón, el pastor Forcada combinó las actividades eclesiásticas con su decidida oposición al Porfiriato y sus mecanismos de control de la prensa independiente, su modernización del país a costa de formas esclavistas de producción como las documentadas en el célebre libro de John Kenneth Turner. El 13 de marzo de 1910 murió Hexiquio Forcada, pocos meses antes de los sucesos revolucionarios que provocaron el exilio de Porfirio Díaz en París, Francia.

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