Traductor bajo persecución: Casiodoro de Reina y la Biblia del Oso (1)

Reina, Antonio del Corro y Cipriano de Valera, entre otros, se identificaron plenamente con los postulados evangélicos y se distanciaron de las enseñanzas de la Iglesia católica romana.

04 DE ENERO DE 2020 · 22:27

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Huyó de España para evitar ser apresado por la Inquisición. Después debió cambiar de países y ciudades para escapar de las fuerzas inquisitoriales, pero también de adversarios protestantes que lo consideraban ambiguo en asuntos bíblicos y doctrinales. A finales del verano de 1557, junto con otros monjes del Monasterio de San Isidoro del Campo, Santiponce, Sevilla, huyó para evitar la inminente acción inquisitorial en su contra.

En San Isidoro los monjes habían estado leyendo la Biblia y obras de autores protestantes, entre ellos libros de “radicales disidentes como [Bernardino] Ochino o [Juan de] Valdés” (Moreno, 2017: 93). Casiodoro de Reina, Antonio del Corro y Cipriano de Valera, entre otros, se identificaron plenamente con los postulados evangélicos y se distanciaron de las enseñanzas de la Iglesia católica romana. Ante el peligro de ser capturados por la Inquisición, Reina, sus padres y otros once condiscípulos del Monasterio decidieron salir de España hacia fines del verano de 1557.1 Los nombres de los monjes han quedado consignados en el capítulo “España: reformadores sin Reforma protestante”. Acordaron tomar caminos distintos y encontrarse en Ginebra, ciudad en la que Juan Calvino encabezaba la reforma religiosa (Rosales: 2002: 83: Fernández y Fernández, 1976: 110).

Reina llegó a Ginebra a finales de 1557. Inicialmente entusiasmado con la reforma teológica y eclesiástica ginebrina, se unió a la iglesia de feligresía mayoritariamente italiana. Todavía no existía la congregación de españoles exiliados en la ciudad, la cual se organizó más tarde bajo el liderazgo de Juan Pérez de Pineda en el templo de San Germán. Pineda estaba en Frankfurt y regresaría a territorio ginebrino en 1558 poco antes que Reina, Antonio del Corro y Cipriano de Valera salieran hacia Inglaterra (Kinder, 1975: 19-20). Pineda “fue el único español en Ginebra que gozó de la confianza total de los líderes de la ciudad”, quienes veían con sospecha a los hispanos al generalizar en ellos posiciones doctrinales sostenidas por Miguel Servet (Kinder, 1986a: 37).

Poco a poco Reina va marcando distancias con Calvino y sus discípulos. No permaneció mucho tiempo en Ginebra, más o menos un año, porque estaba en desacuerdo con Pérez de Pineda, quien “seguía las directrices oficiales de la Iglesia de Ginebra en lo [respectivo] a los anabautistas. Reina rechazaba el rigor contra otros protestantes y seguramente por ello persuadirá entonces a algunos miembros de la congregación española –entre otros, sus padres, sus hermanos y el prior del monasterio de Sevilla, Francisco Farías– a irse con él a Londres. A causa de este episodio, el pastor Juan Pérez llamará a Reina, tal vez con una cierta ironía, el Moisés de los españoles”, por haber encabezado el éxodo a la isla inglesa (Ruiz Ortiz, 2003: 3; Kinder, 1975: 20). Y es que en Casiodoro “reinaba una conciencia autónoma como en Servet. Reina llegó a ejercer en Ginebra cierta influencia perturbadora entre el grupo de refugiados españoles, diciendo que Ginebra era la segunda Roma, provocando aun al mismo Pérez a disputar con él” (Nieto, 1997: 469).

En Ginebra, Casiodoro conoció y conversó al menos una vez con Juan Calvino. En el encuentro le expuso al reformador ginebrino su proyecto y avances en la traducción de la Biblia al castellano (Moreno, 2017: 89). Mientras estuvo en Ginebra, Casiodoro de Reina supo los pormenores de la cruenta pena de muerte que sufrió Miguel Servet el 27 de octubre 1553, y aunque no estaba de acuerdo con, por ejemplo, la doctrina unitaria de Servet, consideró errada la acción de haberle llevado a la hoguera acusado de herejía (por anti trinitario y contrario al bautismo de infantes). Reina, “lloraba cada vez que pasaba cerca de la colina de Champel porque le traía a la memoria la muerte y la intolerancia sufrida” por el teólogo y médico español (Kinder 1975: 19; Rosales, 2002: 90).

Pocos meses después de la ejecución que tanto conmovió a Casiodoro de Reina fue publicado un opúsculo de autor anónimo, bajo el título Historia de la muerte de Servet. Después se sabría el nombre del escritor: Sebastián Castellio. Éste consideró cómplice del “escándalo de escándalos” a Juan Calvino. Para refutar el señalamiento, Calvino redactó Defensa de la fe ortodoxa, que salió de la imprenta en febrero de 1554, donde el reformador de Ginebra “justificó el asesinato de herejes como Servet” (Perez Zagorin, 2004: 97). 

El exilio en Ginebra fue decepcionante para Reina y otro ex monje jerónimo y compañero de Casiodoro: Antonio del Corro. Ambos “no encajaban en el rígido sistema ginebrino. Las autoridades ginebrinas veían a los españoles e italianos con recelo porque entre ellos habían surgido los antitrinitarios más señalados, como el español Miguel Servet, o los italianos Gribaldi o Sozzini”. Además existía sospecha sobre las “raíces judías de la mayoría de los españoles. Esa identidad de origen, creían, les haría proclives a la negación de la Trinidad”. En la estancia ginebrina Casiodoro de Reina expresó públicamente opiniones solidarias con los anabautistas, de quienes dijo “debían ser considerados como hermanos” (Moreno, 2017: 90, 93).

Un nuevo escrito de Castellio acerca del caso Miguel Servet apareció en marzo de 1554, Sobre los herejes, acerca de si deberían ser perseguidos y cómo deberían ser tratados, firmado con el seudónimo de Martín Bellius. Hizo una defensa de la libertad para disentir doctrinalmente de un determinado cuerpo de creencias tenido por el verdadero, el cual no debería ser sostenido mediante el poder político. Las diferencias de opinión entre cristianos nunca deberían llevar a que algunos, con el respaldo del gobierno, impusieran sus convicciones a otros, y menos que recurrieran a la pena de muerte para extirpar a los que pensaban distinto en materia teológica.

A la controversia se sumó Teodoro de Beza, y lo hizo en apoyo a Calvino, “denunciando las impiedades vomitadas” por Castellio. Éste volvió a la carga en Contra el libelo de Calvino, una de cuyas copias manuscritas llegó a Ginebra en junio de 1554. Al parecer no hubo impresor que se atreviera a desafiar la censura, por lo que solamente se conoció en formato manuscrito y circuló de mano en mano. Castellio explicó en el prefacio que no pretendía “defender las doctrinas de Servet, sino mostrar la falsedad de Calvino”. Sebastián afirmaba que era más peligroso para sus críticos ofender a Calvino en Ginebra que en su palacio al rey de Francia, y agregó: “Si un cristiano llega a Ginebra, será crucificado. Porque Ginebra no es un lugar de libertad cristiana. Está gobernada por un nuevo Papa, uno que quema personas vivas, mientras el Papa de Roma por lo menos primero las estrangula”.

Reina “tradujo al castellano y publicitó entre los refugiados españoles en la ciudad el De haerectis an sint persequendi de Castellio”. Reina mantuvo correspondencia con Sebastián Castellio durante los meses que permaneció en Ginebra y el tiempo de su primera estancia en Londres, fines de 1558 a otoño de 1563 (Moreno 2017: 93, 148).

Reina se documentó sobre la tragedia de Servet y el papel jugado por Calvino. Conoció las críticas de Castellio y estuvo de acuerdo con ellas. Además quedó gratamente impresionado por la traducción de la Biblia al latín clásico realizada por Castellio. Incluso le escribió una carta para darle a conocer su admiración por el trabajo literario. De Castellio tomaría no solamente el término Jehová para su traducción de la Biblia publicada en 1569, “en lugar del comúnmente usado ‘Señor’, sino también el modo de indicación de los textos añadidos de la Vulgata [Latina]” (Moreno, 2017: 178).

Casiodoro de Reina llegó a la conclusión que era pertinente salir de Ginebra, lo que hizo a fines de 1558, con rumbo a Inglaterra, previa escala en Frankfurt, donde se incorporó a la congregación francesa. Abandonó el territorio ginebrino convencido de que “se había convertido en una nueva Roma” (Fernández y Fernández, 113: Pascual Ariste, 2004).2 Reina sospechaba, con buena base, que algunos calvinistas lo tenían bajo vigilancia por su postura en favor de Servet y Castellio, lo que aceleró la salida de Ginebra. 

Reina abandonó Ginebra y partió hacia Londres, en buena parte motivado por la tragedia de Servet, ya que “los espíritus y almas afines sufren así por empatía, y Reina era un espíritu afín a Servet, no tanto en ideas religiosas como en la independencia de toda forma de autoridad religiosa externa” (Nieto, 1997: 469). Hacer el viaje entre una y otra ciudad conllevaba alto riesgo, por lo que el periplo debía hacerse con cautela y apoyado por redes que facilitaran cumplir el objetivo de alcanzar un entorno más promisorio.

Un compañero de Reina en el Monasterio de San Isidoro del Campo, Juan de León, fue capturado por agentes al servicio del rey Felipe II y la Inquisición. Lo llevaron a Sevilla y tras ser juzgado condenado a la hoguera. En la obra que denuncia las acciones represivas inquisitoriales contra núcleos considerados heréticos (Artes de la Santa Inquisición española), y sobre la que existe buena base para atribuir a Casiodoro de Reina su autoría, aparecen datos acerca de León, la huida del Monasterio, captura en Estrasburgo y envío del reo a territorio español.

Juan de León vivió en México, “celebérrima ciudad de Nueva España” (dice el autor de Artes, obra publicada en 1567), y tuvo el oficio de sastre. Regresó a Sevilla, ingresó al Monasterio de San Isidoro, “en el cual una buena parte de los frailes aspiraba entonces a una piedad más sólida”. Pasados algunos años renunció al monacato, el que reinició muy poco tiempo después que varios de sus compañeros escaparon, a finales del verano de 1557, para dirigirse a Ginebra, Decidió seguirlos y los alcanzó en Frankfurt, saliendo con ellos hacia la ciudad en la que Juan Calvino lideraba el movimiento de Reforma.

Cuando Casiodoro de Reina y otros frailes jerónimos huidos de Sevilla tomaron el acuerdo de exiliarse en Londres, Juan de León les acompañó en la decisión. Estaban conscientes que debían viajar por separado, a causa de la vigilancia de las rutas por parte de agentes españoles. Sucedió que “mientras andaba buscando camino a Inglaterra a través de Alemania, cayó en Estrasburgo en asechanzas, por delación de las cuales fue detenido junto con su compañero [Juan Fernández, de Valladolid] en un puerto de Zelanda [provincia holandesa] en su misma travesía a Inglaterra” (González Montes, 1567: 265).

Desde que los aprehendieron Fernández y de León sufrieron tortura por sus captores. El suplicio continuó en el viaje a España, donde al llegar el primero fue enviado a Valladolid para ser quemado en la hoguera. A Juan de León lo trasladaron a Sevilla y el veredicto de la Inquisición lo condenó “por hereje luterano pertinaz”. Murió consumido por las llamas el día que le sucedió lo mismo a Julián Hernández (Julianillo), en el Auto de Fe del 22 de diciembre de 1560 (López Muñoz, 2016b: 212; Schäfer, 2015a: 569).

La convivencia entre Juan de León y Casiodoro de Reina en el Monasterio de San Isidoro del Campo habilita la hipótesis que, gracias a conversaciones entre ambos, Reina conoció pormenores de la experiencia de León en México y lo sucedido con la colonización española en tierras del Nuevo Mundo. Por otra parte, la captura y martirio de Juan debió aleccionar a Reina acerca de los alcances de los agentes comisionados para espiar y, eventualmente, llevar de regreso a los “herejes” a España para que la Inquisición los juzgara. Los medios destinados por Felipe II para alcanzar este objetivo fueron cuantiosos, tanto en recursos humanos como financieros (Kinder, 1990).

Con la esperanza de tener mejores condiciones para su ministerio llegó a la capital inglesa a fines de 1558 o principios del siguiente año. Elizabeth I ascendió al trono el 17 de noviembre, y fue coronada como reina el 15 de enero de 1559. El cambio político en la corona inglesa atrajo al país refugiados protestantes de muchas partes de Europa, Casiodoro entre ellos.

Otro monje de los que huyeron en 1557 del Monasterio de San Isidoro del Campo, Cipriano de Valera, también salió de Ginebra aunque por razones distintas a las de Reina, ya que el primero no tuvo dificultades con la “fe calvinista a la cual siempre fue fiel, y a la cual directamente contribuyó con su traducción de las Instituciones de Calvino, que es también una obra clásica del castellano del siglo XVI por su prosa y complejidad teológica magníficamente expresadas en la enjundiosa traducción tan castiza de Valera”. Como Ginebra estaba “saturada de refugiados”, tal situación limitaba las oportunidades ministeriales y Valera consideró tendría mayores posibilidades para ejercer sus talentos en Inglaterra (Nieto, 1997: 465).

Carlos Gilly considera que Reina inició en Ginebra planes para efectuar la traducción de la Biblia al castellano. Del tema conversó con Juan Pérez de Pineda, traductor del Nuevo Testamento publicado en 1556, impreso en Ginebra por Jean Crespin. “A estos mismos planes aludió Casiodoro seguramente en uno de sus encuentros con Calvino” (Gilly, 1998: 19). Ya instalado en Londres, Reina intensifica las tareas de traducción bíblica, a la vez que solicita de la Reina Isabel I su venia para iniciar la Iglesia española en la ciudad. En 1560 el permiso le es otorgado y junto con sus feligreses ocupa el templo de Santa María de Axe. En retribución a su labor recibe apoyo real por 60 libras anuales. Uno de los congregantes era Cipriano de Valera. La congregación que pastoreaba, Reina abrió sus puertas a italianos y neerlandeses rechazados en otras iglesias (Nieto, 1997: 465; Gilly, 1998: 2).

Entre los documentos para fundamentar la solicitud con el fin de iniciar la Iglesia española, Casiodoro de Reina presentó en enero de 1560/1561 la Confesión de fe christiana, hecha por ciertos fieles españoles, los quales, huyendo [de]los abusos de la iglesia Romana y la crueldad de la Inquisitión de España, dexaron su patria, para ser recibidos de la Iglesia de los fieles, por hermanos en Christo. La escribió en latín y en 1577 la publicó en español, “para que su confesión de fe llegara a España (en secreto, obviamente) y para animar y edificar a los pocos protestantes españoles que permanecían allí” (Messmer, 2019: 2-3, Kinder, 1978).3

En la edición de 1577, cuando ya estaban bien diferenciados los grupos confesionales, Reina consideraba que su Confesión comprendía “todos los artículos o fundamentos de nuestra religión, que el mundo ahora llama luterana, nueva, herética, etc.; y nosotros cristiana, antigua, católica, tan necesaria a los hombres, que fuera de ella no haya salud” (Reina, 1577: 15). 

Para los críticos de Reina su Confesión era ambigua, según la particular ortodoxia de quien lo juzgara desde una de las familias confesionales protestantes que se estaban consolidando en la segunda mitad del siglo XVI. Acerca de la Trinidad, la que aceptaba con ciertos matices conceptuales, Reina afirmó: “creemos hallarse estas tres personas en la misma substancia, naturaleza y esencia de un Dios”, sin embargo, acotaba, que las palabras trinidad y persona “no se encuentran en las Escrituras”. Apuntó que la enseñanza sobre la Trinidad surgió en un momento histórico de confrontación doctrinal, realidad que le hizo conformarse “con toda la Iglesia de los píos”, por lo cual admitió “los nombres de Trinidad, y de persona, de los cuales los Padres de la Iglesia antigua usaron, usurpándolos (no sin gran necesidad) para declarar lo que sentían contra los errores y las herejías de sus tiempos acerca de este artículo”.

Otro apartado de la Confesión que le atraería problemas a Reina fue el relativo al bautismo, sobre todo el punto tercero, donde escribió: “Y aunque no haya expresa mención en la Divina Escritura que el bautismo se dé a los niños antes que tengan uso de razón, nos conformamos empero con la Iglesia del Señor, que tiene por más conforme a la misma Escritura dárselo que dejar de dárselo, pues que por beneficio del Señor, y por su promesa, no menos pertenecen a su alianza que los Padres”. 

Como bien observa Jorge Ruiz Ortiz, resumiendo las consideraciones de A. Gordon Kinder, estudioso inglés y profundo conocedor de la biografía y obra de Casiodoro de Reina, la Confesión es 

Un documento 1) de carácter bíblico y práctico, 2) por su forma y contenido, muy personal, y 3) problemático desde el punto de vista doctrinal. Esta última característica es sin duda la más destacable de la obra. Podemos afirmar que Reina hace gala de una marcada ambigüedad doctrinal, una ambigüedad doctrinal que podría haber pasado inadvertida en nuestros días, pero que ciertamente la Reforma del siglo XVI no estaba ni preparada ni dispuesta a admitir. No es sorprendente constatar que, por todas estas razones, la confesión de Reina no haya podido convertirse en un documento doctrinal válido para la Iglesia. Más bien sucedió lo contrario: en su día generó una fuerte polémica y con el tiempo, ha pasado al olvido” (Ruiz Ortiz, 2003: 2). 

La mencionada ambigüedad doctrinal de Reina le atrajo la animadversión de las iglesias de extranjeros existentes en Londres, “ya que todas eran calvinistas” (Rosales, 2002: 102). Nicolás des Gallars ex secretario de Juan Calvino, estaba en Londres desde 1560, llegó enviado por el consistorio de Ginebra para organizar la Iglesia francesa en la ciudad, donde permaneció hasta 1563. En 1564 recibió el nombramiento pastoral de la Iglesia calvinista de Orleans (Moreno, 2017: 255). La relación de Reina con Gallars era, por decir lo menos, tensa debido a las críticas levantadas por el español a Calvino.

Además sus adversarios lo acosaban por haber cultivado contacto “con dos excluidos de la Iglesia reformada: el holandés Adriaan Haemstede [y] el italiano Acontius” (Ruiz Ortiz, 2003: 4). El primero, al igual que Reina, había defendido el derecho de los anabautistas a mantener sus creencias y sostenía que no debían ser perseguidos. Por su parte Acontius, estuvo de parte de Sebastián Castellio en la controversia que sostuvo con Calvino. Adicionalmente, Reina se dio tiempo en Londres para “profundizar la lectura de los grandes teólogos reformados, Lutero, Calvino, Zwinglio, pero también la de los hombres de la Reforma radical, como Velsius, Schwenckfeld y Osiander”.4 Debió responder a las presiones de sus críticos y adversarios, por lo que 

El 22 de octubre de 1560 Reina apareció ante el Consistorio Francés en representación de sus hermanos, pidiendo permiso para que pudieran hacer una pública confesión de fe ante la congregación en su totalidad, puesto que se sospechaba que defendían los puntos de vista de Servet con respecto a la Trinidad. La sospecha había surgido porque uno de sus hermanos había dicho que la palabra Trinidad no se encontraba en la Biblia. Con toda tenacidad Reina se negó a que se le obligase a declarar el nombre de la persona responsable.

[…] Además, Casiodoro expresó su disgusto por el trato que sus paisanos habían recibido a manos de Calvino y se mostró abiertamente amistoso con aquellos hombres que habían merecido la desaprobación de los celosos guardianes de la ortodoxia ginebrina dentro de las Iglesias de

Forasteros, quienes por esta época parecían ser más calvinistas que el mismo Calvino (Kinder, 1978: 367).

En 1561 Reina contrajo matrimonio por segunda ocasión, la desposada fue Anna, “hija de un comerciante converso de origen español residente en Frankfurt, Abraham de León, de Nivelles, cerca de Bruselas”. No hay información acerca de su primer matrimonio. (Moreno, 2017: 114; Kinder, 1975: 25). Ambos procrearían varios hijos.

El Coloquio de Poissy, cerca de París, inició el 9 de septiembre de 1561. Lo convocó la regenta de Francia, Catalina de Medici, con el fin de encontrar una salida negociada al conflicto entre protestantes y católicos y así evitar escalara el enfrentamiento. Asistieron por el bando protestante, entre otros, Teodoro de Beza, Pedro Mártir Vermigli y Nicolás de Gallars. El Coloquio fue disuelto a mediados de octubre, las partes produjeron dos pronunciamientos insignificantes. En el primer mes de 1562 Catalina publicó un edicto que daba restringida libertad religiosa a los hugonotes. En marzo, encabezada por los Guisa se desató la masacre contra los protestantes en Vassy (Hillerbrand, 2004 vol. 3: 1792; MacCulloch, 2004: 293-294).

Desde Londres viajó Reina para estar presente en el Coloquio de Poissy, posiblemente invitado por el líder hugonote francés Gaspar de Coligny a sugerencia de Antonio del Corro, quien se encontraba en Francia (Moreno, 2017: 115). Sabiendo los espías españoles que Reina tendría que regresar a Inglaterra, dispusieron vigilantes en los puertos de Gravelingas, Dunquerque y Cales. Casiodoro evadió a quienes deseaban capturarlo y llegó a Londres en diciembre de 1561 (Kinder 1990: 73).

De enero de 1562 a finales de agosto de 1563 Reina pudo desarrollar su ministerio pastoral y docente, además de la traducción de la Biblia al español, sorteando las críticas y hostigamientos de quienes lo consideraban cercano a las ideas teológicas de Miguel Servet y sospechaban de sus nexos con personajes que mantenían distancia de los reformadores magisteriales.5 El ambiente se le tornó completamente adverso cuando se le acusó de engaño, herejía, adulterio y sodomía. Para enfrentar los cargos se presentó el 31 de agosto ante el consistorio de la Iglesia francesa en Londres (Kinder, 1975: 29).

Los señalamientos contra Casiodoro y el proceso en el consistorio de la Iglesia francesa los expone detalladamente Arthur Gordon Kinder en su obra clásica sobre el reformador español, la cual fue escrita en inglés y permaneció casi cuatro décadas y media sin ser traducida al castellano. La omisión ha sido subsanada recientemente al ser publicada la obra en el idioma de Reina (Kinder, 2019). Lo que sigue es un resumen de lo expuesto por Kinder, quien a su vez se basó en dos extensas cartas de Jean Cousin escritas 8 y 9 de agosto de 1572. Las misivas fueron redactadas para responder la solicitud de información sobre Casiodoro por parte de Jean Salvard y Theophile de Banos, ministros de la iglesia de refugiados de Frankfurt.

El erudito inglés narra que Francisco Ábrego le confió información comprometedora sobre Casiodoro a Baltasar Sánchez, quien a su vez la compartió con Ángel Víctor y ambos a Gaspar Zapata. Los cargos eran graves: haber defraudado 200 libras, relaciones indiscretas con la esposa de Jean de Bayonne y sodomizar a su hijo del mismo nombre. La sodomía entonces era entendida como actos homosexuales consumados. Los acusadores hicieron correr la versión de que Reina antes de su matrimonio habría tenido relaciones con Jean de Bayonne hijo.

En los días previos a una nueva sesión del consistorio Reina decidió hacer un alto en su ministerio pastoral y reanudarlo cuando demostrara ser inocente. En tanto la contraparte informó a Jean de Bayonne de la conducta de Reina con su esposa e hijo. También el grupo acusador reunió al joven Bayonne con Reina y éste último sostuvo que no había cometido abuso alguno. El 7 de septiembre otra vez compareció Casiodoro ante el consistorio puntualizando que había informado al obispo de Londres, Edmund Grindal, del asunto contra él y le concedió elegir personas de buena reputación para que examinaran las acusaciones. Reina nombró a Miles Coverdale, William Whittingham y Withemme.

Coverdale tradujo la Biblia al inglés, aunque no de sus idiomas originales sino que se basó en la Biblia alemana de Lutero y la Vulgata latina de San Jerónimo, la Biblia de Zúrich y el Nuevo Testamento de William Tyndale. La traducción de Coverdale fue publicada en Amberes, en 1535. En 1558 es uno de los refugiados ingleses en Ginebra a causa del régimen persecutorio de la reina María contra los protestantes. Durante la estancia ginebrina colaboró en la traducción de la Biblia de Ginebra (obra de los exiliados ingleses y publicada en 1560). Regresó a Inglaterra en 1559 (Brake, 2008: 113-117; Hillerbrand, 2004 vol. 1: 868).

El otro examinador del caso propuesto por Reina, William Whittingham, asilado en Ginebra publicó allí, en 1557, la revisión que hizo del Nuevo Testamento que tradujo del griego al inglés William Tyndale, publicado en Worms, Alemania, en 1526. Whittingham era experto en griego, además adoptó en el Nuevo Testamento de 1557 la división de versículos que el impresor Robert Estienne (Stephanus) introdujo en la edición que hizo del Nuevo Testamento en griego en 1551. Whittingham estaba casado con la hermana de la esposa de Juan Calvino, Idelette de Bure (Brake, 2008: 101, 147). Del tercer revisor de las acusaciones contra Reina, Withemme, no hay datos más allá que el apellido consignado en el expediente.

Reina escribió una larga misiva, en latín, al obispo Grindal, quien el 8 de septiembre nombró a seis examinadores para que investigaran los señalamientos contra Reina: “Jean Cousin, ministro de la iglesia de refugiados franceses; Johannes Utenhovius, ministro de la iglesia flamenca; el reverendo Robert Crowley, de la iglesia de St. Peter; el reverendo James Young, de St. Bartholomew; Antoine Capelle y Jean Hettié, ancianos de la iglesia francesa” (Kinder, 2019: 64). Al siguiente día los comisionados escucharon a Reina, en su alegato rechazó las acusaciones. El 13 fue el turno de Sánchez, Zapata, Ángel Víctor y Ábrego, a quienes se agregó Jeremías Ackerman. El interrogatorio versó acerca de las creencias doctrinales de Reina

El viernes 17 de septiembre la sesión estuvo enfocada al asunto de la presunta sodomía de Reina. Los comisionados requirieron a los denunciantes para que entregaran sus dichos por escrito el 21, mismo día cuando ellos enviaron aviso a Casiodoro para que compareciera después de la cena. No lo encontraron en su casa ni en algún otro lugar. El 23 se supo que había escapado de Londres. Cousin y Utenhovius escribieron cartas y las enviaron a distintas personas señalando la inmoralidad de Reina, pese a que no tuvieron evidencia del abuso pretendidamente consumado contra Jean de Bayonne, a quien su padre envió a ultramar. Los comisionados no quisieron recibir testimonios del padre de Casiodoro, tampoco de Francisco de Farías, superior de Reina en San Isidoro del Campo.

Las evidencias apuntan hacia que Ábrego y Zapata formaron parte del plan urdido contra Reina por el embajador español en Inglaterra, Álvaro de la Quadra, y el contador del ejército de Flandes, Alonso del Canto, “jefe del servicio de inteligencia española […] que dependía directamente de Felipe II y sus secretarios más próximos” (Moreno, 2017: 121). Abrego recibió pagos por su labor de espionaje y a mediados de 1564 regresó a España, los gastos del traslado fueron cubiertos por Canto. En 1565 trabajaba para la corte y en la casa del secretario de finanzas de Felipe II, Francisco de Garnica. Cambió su nombre por el de Francisco de Garfias Ábrego y, al parecer, se embarcó hacia México. Fue tabernero en Cholula, y la Inquisición novohispana lo encarceló por blasfemia. ¿El denunciante de Reina y el enjuiciado en Nueva España era la misma persona?

Francisco de Garfias Ábrego permaneció en “las cárceles secretas [del] Santo Oficio”. El diecinueve de julio de 1600 la condena estableció que “el susodicho salga al auto público de la fe, en forma de penitente, con vela, soga y mordaza, y abjure de levi, y por las calles públicas de esta ciudad [México] se le den, en forma de justicia, cien azotes, y sea desterrado de ella y de la de Cholula, con cinco leguas a la redonda, por tiempo y espacio de tres años precisos, y no los quebrante, so pena de cumplirlos doblados” (AGN, 1949: 264). El cumplimiento de la pena se hizo efectivo el 25 de marzo de 1601, tercer domingo de Cuaresma, cuando

Hízose la víspera una procesión solemnísima, en la que fueron más de 700 clérigos y frailes, con sus respectivas velas de cera, para llevar desde la iglesia de Santo Domingo la cruz verde al sitio del tablado, que se levantó en el corredor y arrimado a los portales de los mercaderes y sederos de la plaza mayor. El acompañamiento se verificó como era de costumbre, habiendo llegado el Virrey y la Audiencia al tablado a las seis de la mañana de aquel día, pues era necesario madrugar para que hubiera tiempo de ver las 123 causas de otros tantos reos que se iban a presentar, y eso que fuera de auto se acababan de despachar los de otros veinte y siete. Predicó ese día el sermón de estilo, don Antonio Molina de Morales, obispo de Tlaxcala (Medina, 1952: 155).

Acerca de Gaspar Zapata era conocido que salió de Sevilla cuando lo hicieron Juan Pérez de Pineda, Luis Hernández del Castillo y Diego de la Cruz, por el tiempo que la Inquisición enjuició al doctor Egidio en 1550. Por acciones suyas posteriores a los cargos que hizo a Reina en agosto de 1563 es altamente probable que para entonces tuviera negociación con el embajador Quadra para retornar a España. El embajador murió una semana antes que se hicieran los cargos contra Reina, sin embargo el plan continuó de acuerdo a lo pactado.

En marzo de 1564 un emisario de Alonso del Canto viajó a Londres para entregarle el salvoconducto que le garantizaría el regreso a territorio español. Tal vez dudando que su integridad pudiese peligrar a causa de la relación que tuvo con núcleos heterodoxos sevillanos, Zapata tardó en responder afirmativamente al ofrecimiento de Canto. Finalmente, el 13 de julio de 1564 aceptó la oferta para salir de Londres y se embarcó hacia España (Kinder, 1990: 70). Francisco Ábrego y Gaspar Zapata fueron elementos de un ensamblaje urdido por autoridades españolas con la meta de difamar a Casiodoro de Reina, para que recibiera castigo ejemplar o atraparlo en caso de que abandonara Inglaterra.

Los espías que seguían los pasos a Casiodoro intentaron interceptarlo en varias ocasiones con el fin de trasladarlo a España. Antes quedó consignado cómo se esforzaron para aprehenderlo después del Coloquio de Poissy, maquinación que no alcanzó la meta deseada. En otra ocasión sus vigilantes

Supieron que Casiodoro había atravesado el mar de Inglaterra para encontrar a Diego de la Cruz, y el espía Francisco Luis recibió dinero para ir de Inglaterra a Dudreque (Dordrecht) para esperar allí a Casiodoro. Y después de huir Casiodoro de Inglaterra, enviaron a un criado del embajador español en Inglaterra, llamado Juan de Bilbao, en octubre de 1563 para esperar a Casiodoro en Dunquerque, y otro criado llamado Fabián fue enviado a Zelandia para encontrarse allí. Miguel Hernández esperaba hallarle en Dordrecht o Rotterdam, teniendo cartas de la regente para las justicias de una ciudad u otra requiriendo que prendieran a Casiodoro. Juan de Bilbao fue en noviembre a Zelandia, Brujas, y Amberes con el mismo motivo. Y finalmente, cuando supieron exactamente dónde estaba escondido Casiodoro, en esta última ciudad, lo dijeron al malgrave. Este advirtió al dueño de la casa (o sea, Marcos Pérez, el financiero marrano, jefe de los calvinistas de la ciudad) que le quitase de allí, de otra manera se vería obligado a prenderlo. Y así Casiodoro se escondió en otra casa, y de allí huyó a Francfort, donde estaba a salvo (Kinder, 1990: 73-74).

Cuando Reina ya no estaba en Londres, Antonio del Corro le remitió una carta desde Théobon (y por ello conocida como carta teobonesa), Francia, fechada el 24 de diciembre de 1563 (Corro, 1563). La epístola llegó a manos de Jean Cousin y Johannes Utenhovius, particularmente atentos para inculpar a Casiodoro, Cousin había sustituido a Nicolás des Gallars en el pastorado de la Iglesia de exiliados franceses. Bajo “Cousin la Iglesia francesa [en Londres] se convirtió en una comunidad calvinista ortodoxa, para la cual el contenido de la carta teobonesa no podía simplemente ser ignorado” (Roldan-Figueroa, 2009: 398).

En el comunicado Corro manifestaba a Casiodoro el deseo de encontrase con él y le sugirió viajar a Navarra para que en un castillo facilitado por la reina, Juana d’Albrecht, se imprimiera su traducción de la Biblia. También le inquirió acerca de cuestiones teológicas y le informaba del envío de dinero para que “le comprara una serie de libros que abordaban un tema muy estudiado por los partidarios de la Reforma Radical: la presencia de Jesucristo en los fieles” (Mestre Sanchis, 1997: 34). Cousin concluyó que la carta confirmaba errores doctrinales de Reina y se encargó de informar de ello a liderazgos calvinistas en distintas partes de Europa ya que “buscaba continuamente frustrar las aspiraciones de Reina en toda ocasión que pudiera” (Kinder, 2019: 59).

 

Notas

1# Huyeron el prior, Francisco Farías, el vicario, Juan de Molina, el procurador, Pedro Pablo, Antonio del Corro, Peregrino de Paz, Casiodoro de Reina, Alonso Bautista, Miguel Carpintero, Cipriano de Valera, Lope Cortés, Hernando de León y uno más que tal vez fue Bartolomé de Gómez Hernández. El hermano laico Juan de León también huyó (López Muñoz, 2016a: 147; Moreno, 2017: 66; Kinder, 2019: 42-43).

2# http://www.servetus.org/noticias-y-/noticias/158-serveto-en-la-vida-de-casiodoro-de-reyna.html

3# En 1978 A. Gordon Kinder “publicó una edición de la Confesión española de Reina que había encontrado en una publicación bilingüe alemán-español que data de 1601; aunque por desgracia la edición de 1601 es diferente de la de 1577 de forma sustancial” (Messmer, 2019: 3).

4# Del segundo de estos reformadores reproducen escritos John Howard Yoder (2016: 407-418), así como George H. Williams y Ángel M. Mergal (1957: 161-181). 

5# El término reformadores magisteriales lo uso en el sentido definido por George H. Williams, cuando se refiere “a los protestantes clásicos de la Reforma Magisterial encabezada por Martín Lutero, Juan Calvino y Tomás Cranmer […] Reforma Magisterial [designa] las iglesias establecidas del protestantismo clásico, así las territoriales como las nacionales (en oposición a las sectas, comunidades e iglesias voluntarias de la Reforma Radical). El adjetivo ‘magisterial’ procede de la palabra magistratus o sea la magistratura (concejales, príncipes y reyes) y no de la palabra magisterium, o sea la autoridad magistral, y se refiere, en consecuencia, a la manera como se establecieron y se mantuvieron gubernamentalmente en el siglo XVI las tres formas principales del protestantismo clásico” (Williams, 1983: X).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Traductor bajo persecución: Casiodoro de Reina y la Biblia del Oso (1)