La hija del corsario negro

Aferrados a la vida nos sentimos débiles ante la presencia de la muerte. Aun sabiendo que existe una vida más excelente tras esta, seguimos adheridos a nuestra rama simulando ser hojas perennes. 

23 DE FEBRERO DE 2023 · 15:52

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¿Por qué me pusisteis el nombre de Yolanda? Te pregunto sabiendo la respuesta pero queriendo oír de nuevo la historia. Me cuentas que cuando eras joven fuiste al cine de tu pueblo, Prado del Rey, y que allí viste una película que te encantó. La película se titulaba: Yolanda la hija del corsario negro. Te gustó tanto aquel largometraje que pensaste que si alguna vez tenías una hija le pondrías por nombre Yolanda.

Hubieron de pasar muchos años hasta que aquel deseo se cumplió; un anhelo en forma de hija.

Descubro mientras narras la historia a un joven con ganas de abandonar la precariedad de su vida en busca de nuevos horizontes. Un joven que, pese a sus pocas posibilidades y las muchas dificultades de su presente, deseaba formar una familia, crear un hogar. Trabajando con desmedido esfuerzo y tesón conseguiste hacer realidad tu sueño y llegar a la edad que te ha coronado, alcanzar la meta y cumplir tu cometido.

En este tramo de tiempo de cuidados continuos ha sido enérgico tu agradecimiento. Reconociendo la vulnerabilidad que te abrazaba has permitido ser mimado por quienes hemos podido compartir contigo este último recorrido . 

Al final te has ido dejándonos un poco solos.

Aferrados a la vida nos sentimos débiles ante la presencia de la muerte. Aun sabiendo que existe una vida más excelente tras esta, seguimos adheridos a nuestra rama simulando ser hojas perennes. 

Se agolpan en mi garganta las palabras y cuando deseo pronunciarlas estas se desmoronan en mis labios fundiéndose con las lágrimas. Cuán difícil expresar el insondable dolor, aquello que cuesta asimilar como parte de un proceso.

Es humano sentir escozor ante la ausencia de un ser amado. Totalmente lógico percibir una espesa niebla de tristeza agazapada en los ojos y que solo se disipará con una lluvia de llanto .

La vida es efímera, somos hojas caducas que se marchitan, se secan, mueren.

Sé que la vida es efímera, pero cuán bueno es entender que el cielo es para siempre.

Por eso sé que esto no es una despedida, esto es un simple hasta pronto.

Y allí, en el seno de Dios, en esa eternidad que Él nos ha prometido, espero verte Papá.

 

A mi padre, un humilde hortelano.

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