Bajo las estrellas

Experimentó bajo las estrellas una extraña sensación de feliz serenidad, un destello de nostalgia que la hizo detenerse y mirar hacia el cielo para descubrir en la oscura noche cómo en su vida nacía un halo de intensa luz.

23 DE DICIEMBRE DE 2022 · 08:30

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/@lauraintacoma">Laura Nyhuis</a>, Unsplash.,
Imagen de Laura Nyhuis, Unsplash.

No quiero mirarte desde donde otros te miran, cometería el error de verte como otros te ven.

Quiero descubrirte a través de las aristas más nobles de mi corazón, percibir desde los recuerdos de la niña que fui a ese Dios nacido pobre que nos regaló la oportunidad de ser ricos en Él.

No quiero ir donde otros van, deseo sentarme junto al pesebre y mecerte cantando la más dulce de las nanas para ti Jesús, Dios encarnado, Mesías prometido.

La calle emanaba vida. Una vida ajetreada y jubilosa. Una vida iluminada por luces artificiales.

Era tarde y el aire frío se dejaba sentir con más vehemencia al ser mecido por el viento del norte.

Acurrucada bajo el abrigo atravesó con premura la larga avenida chispeante y plagada de sonidos navideños.

Una procesión de bolsas multicolores transportadas de aquí para allá declaraban frívolamente que las compras hacen que la navidad sea más luminosa.

Los adultos; casi ninguno acompañado por niños, se aventuraban a entrar en las atestadas tiendas, apretados unos contra otros, combatiendo a empujones para poder adquirir aquello tan ansiosamente buscado.

Observando aquel enjambre de gente impetuosa, sintió deseos de poner en pausa todo aquello y huir sin que nadie le obstaculizara el paso. Pero, sin poderlo evitar, seguía a la multitud.

Un sonido ensordecedor mordía sus oídos, no era música aderezada de notas navidadeñas, era el tic-tac del reloj que marcaba el paso voraz del tiempo.

¿Qué hago aquí? Se preguntó mientras miraba la aglomeración.

Cuan lejos había quedado el recuerdo pueril de las navidades de antaño, aquellas fechas eran sinónimo de paseos por el centro de la ciudad para ver las pocas luces que alumbraban las calles, adquirir unos buñuelos calentitos y degustarlos mientras oía, junto a su familia, coros de escolares cantando villancicos. Tiempo de pegar la nariz a deslumbrantes escaparates y soñar con lo que traerían tres seres mágicos la noche de reyes.

Aquellos recuerdos habían sido mitigados por el paso fugaz de los años y por una espesa niebla de materialismo que implacablemente lo había convertido todo en insustancial y banal.

Aligeró el paso hasta que la multitud y el bullicio quedaron muy atrás. El silencio se fue haciendo cómplice de la noche y por fin encontró la deseada calma mientras sus pasos se hicieron más pausados y su respiración mucho más calmada.

Entonces recordó una vieja canción que le cantaba su padre, una coplilla flamenca en la que un gitano humilde encontraba a la lumbre del hogar la esencia de lo realmente importante. La evocó con los ojos vidriosos, con el corazón anegado de sentimientos, comprobando que la genuina navidad estaba cercana a ella, que dejando atrás el tumulto, la luz salía a su encuentro.

Experimentó bajo las estrellas una extraña sensación de feliz serenidad, un destello de nostalgia que la hizo detenerse y mirar hacia el cielo para descubrir en la oscura noche cómo en su vida nacía un halo de intensa luz.

 

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Isaías 9:6

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Íntimo - Bajo las estrellas