En el valle de Ela

Estoy asustada; confío en que ese filisteo incircunciso se olvide de mi desafío.Deseo que pase pronto este día, que por fin llegue la noche y el gigante que me atemoriza se vaya a dormir…

29 DE ENERO DE 2009 · 23:00

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Aparecen y desaparecen. Son palpables o imaginarios. Pero, están ahí. Siempre dispuestos a hacernos daño, zaherirnos con sus afiladas garras y volvernos insignificantes. Con astucia hacen mermar nuestra autoestima, doblegando las ilusiones. Juegan con nosotros como si fuésemos pequeños títeres que manejan a su antojo. Los gigantes que nos acosan derrochan ironía, nos hablan con una superioridad atronadora, para engañarnos astutamente. Ellos son símbolo de frustraciones pasadas, de lo no conseguido. Portan las credenciales de una vida a merced de las tempestuosas olas. Para vencerlos debemos estar dispuestos a descender al valle y desafiarlo. Tomar piedras lisas del río y confiar en aquel que nos ha prometido que nunca nos abandonará. Camina seguro, pon una piedra en tu honda y lánzala con fuerza. Cuando veas al coloso derrotado, percibirás como la fría soga de engaño que abraza tu cuello se va deslizando suavemente dejándote respirar. Dale su merecido a tu Goliat, a ese corpulento adversario que está restringiendo tu felicidad. Muéstrale tu identidad y deja que el viento se lleve tus miedos. Míralo cara a cara. Él huirá despavorido al sonido de la voz de quien mora en tu interior.

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