“Las personas se jactan de no necesitar a Dios pero no dejan de construir sus propios dioses”

“La espiritualidad cristiana, ayer y hoy” es un nuevo curso del CEEB coordinado por Pablo Martínez, en el que se abordará cómo un mundo secularizado sigue buscando respuestas.

Redacción PD , Marina Fernández Soto

BARCELONA · 30 DE MARZO DE 2025 · 22:00

Pablo Martínez Vila, durante una predicación./ Archivo PD,
Pablo Martínez Vila, durante una predicación./ Archivo PD

El Centro Evangélico de Estudios Bíblicos, vinculado a la Alianza Evangélica Española, impartirá un curso sobre espiritualidad, coordinado por el médico psiquiatra y conferenciante Pablo Martínez Vila.

En esta entrevista le preguntamos acerca de algunos de los temas centrales del curso que se impartirá de forma online cada lunes desde el 7 de abril hasta el 16 de junio.

Pregunta. El nombre del curso es “La espiritualidad cristiana, ayer y hoy”. ¿Por qué ese título? ¿Hay alguna diferencia entre el ayer y el hoy?

Respuesta. El curso busca analizar la espiritualidad cristiana hoy en pleno siglo XXI, pero también ofrecer una perspectiva histórica. La Historia de la Iglesia es la historia de la renovación de la Iglesia, y la renovación de la Iglesia gira alrededor de la espiritualidad. Esta dimensión histórica aporta indudablemente un rico caudal de enseñanza.

Estudiaremos los movimientos que han renovado y enriquecido a la Iglesia en diferentes etapas de la historia desde la espiritualidad cristiana en el periodo post apostólico y la Edad Media (un período más fecundo de los que parece) hasta la refrescante visión de la Reforma Protestante. Veremos también las aportaciones de los principales movimientos de renovación como los anabaptistas, el puritanismo, el pietismo, el metodismo y el movimiento pentecostal entre otros.

 

P. ¿A qué se debe este interés en plantear un curso que trate estos asuntos?

R. El pensador francés Paul Claudel anticipó hace ya muchos años que “el siglo XXI será religioso o no será”. Sin duda, su “profecía” se está haciendo realidad.

Vivimos en una sociedad “muy creyente”. Esta afirmación puede parecer sorprendente, pero la gente hoy se arrodilla con fervor ante unos ídolos intocables, los dioses laicos. En nuestros días las personas se jactan de no necesitar a Dios, por lo menos al Dios del cristianismo, pero no puede dejar de construir sus propios dioses. No adoran imágenes de madera o metal, pero sí adoran ideologías, valores, modas e “ismos”. El laicismo es el último ejemplo. Son lo que podríamos llamar los modernos baales.

“En la medida que entendamos qué creen las personas hoy, podremos exponer mejor lo que nosotros creemos”

Es una idolatría más sofisticada, pero tan fanática y vacía como la de los Baales primitivos. Ya advirtió el pensador irlandés Chesterton que “cuando el hombre deja de creer en Dios, cree en cualquier cosa”.

Así podemos hablar de un neopaganismo absorbente y atractivo para muchas personas que guarda un parecido extraordinario con la Atenas del primer siglo, tan bien retratada por Pablo en su discurso en el Areópago (Hechos 17), una sociedad muy religiosa, pero muy pagana. Esta espiritualidad pagana, una espiritualidad sin Dios seduce al hombre post moderno.

Necesitamos conocer estas formas de espiritualidad predominantes hoy en Occidente porque en la medida que entendamos qué cree el hombre hoy, podremos exponer mejor lo que nosotros creemos. En otras palabras, antes de exponer, hay que conocer. Necesitamos auscultar la forma de ser del mundo si queremos ser relevantes con nuestro mensaje.

 

P. En mi entorno, entre las generaciones más jóvenes, me encuentro con un auge de estas espiritualidades diferentes al cristianismo. ¿De dónde crees que viene este auge?

R. Creo que se debe a un golpe de péndulo, fenómeno que vemos constantemente en la historia. Más de dos siglos de materialismo, desde la Ilustración, habían dejado un desierto espiritual, un vacío. Es el “vacío en forma de Dios” del que hablaron Pascal y Agustín de Hipona, la necesidad de satisfacer una de nuestras necesidades básicas, la necesidad de trascendencia.

Como seres humanos tenemos tres grandes necesidades: sentirnos amados (relaciones personales significativas); sentirnos útiles (el ejercicio de nuestros talentos y dones); y un sentido de trascendencia, la necesidad de creer.

Esta es la razón por la que el hombre puede “matar a Dios” —Nietzsche lo proclamó con su conocida frase “Dios ha muerto”—, pero no puede apagar su sed de Dios. Este vacío que anida en lo más profundo del ser humano no puede llenarlo el budismo, ni otras formas de religión sincretista como el New Age.

Dedicaremos bastante espacio en el curso a este tema porque muchas personas hoy en Occidente simpatizan con ideas y prácticas de naturaleza oriental. El budismo y la meditación oriental se han convertido en el remedio de moda para vidas vacías de sentido y llenas de estrés. Por desgracia buscan en “cisternas rotas que no retienen agua”, como leemos en Jeremías.   

 

“Se busca una creencia que haga sentir bien, no exija esfuerzos ni compromiso y no limite la libertad”

P. Profundizando un poco más en este tema, ¿qué dirías que caracteriza estas nuevas espiritualidades?

R. Podríamos resumirlo diciendo que es una espiritualidad secularizada, es decir, adaptada al molde, a la forma de ser de este siglo. La espiritualidad del hombre post moderno tiene dos variantes, una variante atea y la otra “creyente”. En teoría, deberían ser muy distintas, sin embargo, comparten dos puntos: ambas creen en una espiritualidad interior (que no saben explicar de dónde viene), y ambas abrazan con entusiasmo las formas orientales de meditación

¿Es casualidad? No, porque esta apertura a lo oriental arranca de un denominador común. Se busca una creencia que me haga sentir bien, no me exija esfuerzos ni compromiso y no limite mi libertad personal. Estas formas de espiritualidad “light” son resultado de tres grandes ídolos contemporáneos: el pragmatismo, el hedonismo y la permisividad. Este es el punto de encuentro de las formas contemporáneas de espiritualidad.

El periodista y escritor Manuel Vicent dijo: “Todo lo que puedo encontrar en el budismo lo encuentro en una tableta de Valium (Diacepán)”. Su irónica observación refleja una realidad; el budismo puede ser una forma de relajación, puede dar cierta impasibilidad ante el sufrimiento y los problemas de la vida, pero no llena las necesidades más profundas del ser humano.

 

P. Frente a esto, ¿qué caracteriza la espiritualidad cristiana?

R.  Este tema constituye el meollo del curso. Me gusta describir la espiritualidad cristiana con dos metáforas (las metáforas siempre nos ayudan a entender y recordar mejor)

En cuanto a su contenido, qué es, podemos comparar la espiritualidad cristiana a un pájaro. Así hablamos de las dos alas de la espiritualidad cristiana. Un ala corresponde a la búsqueda de Dios y la otra a la preocupación por el hombre. Tiene la mirada en el cielo y los dos pies en el suelo, se preocupa por lo humano y por lo divino. La verdadera espiritualidad siempre nos hace más humanos, no menos.

Esta es la espiritualidad que encarnó el Señor Jesús, una espiritualidad equilibrada que nos libra de los extremos, ya sea un misticismo hueco o un mero humanismo.

En cuanto a su dinámica, el cómo de la espiritualidad, me gusta compararlo con el fuego. Un fuego hay que avivarlo y hay que controlarlo. Así ocurre exactamente con la espiritualidad cristiana: si no se le alimenta, se apaga. No es casualidad que el Espíritu Santo se apareció como “lenguas de fuego” (Hc.2:3). Así hablamos del “fuego del Espíritu”. Pero ¡cuidado!, el fuego requiere control; una espiritualidad descontrolada puede hacer más daño que bien. En el curso vamos a considerar este peligro, las formas de espiritualidad desequilibrada (en su contenido) o descontrolada (en su dinámica).

La fe cristiana en general y, por consiguiente, la historia de la Iglesia es una búsqueda permanente de equilibrio entre extremos. Ello explica los grandes movimientos de renovación comunitaria, así como los pequeños momentos de renovación personal.  

“Las personas se jactan de no necesitar a Dios pero no dejan de construir sus propios dioses”

El curso sobre espiritualidad comenzará el 7 de abril. Más información en la web del CEEB.

P.  ¿Crees que pueden llegar a tener algo en común estas nuevas espiritualidades con la espiritualidad cristiana?

R. Hay un factor común que se desprende de lo comentado antes: el anhelo de trascendencia que está impreso en el alma humana. George Steiner, uno de los más destacados pensadores del siglo XX, describió este anhelo como “nostalgia del Absoluto”. Según Steiner esta nostalgia surge del abandono progresivo de la religión en la cultura occidental.

“Sin saberlo, las personas que exploran la meditación oriental están expresando sed de Dios”

Es significativo que en las diferentes formas de meditación oriental la gente busca estar en armonía con el cosmos o en conexión con la naturaleza. Sin saberlo, estas personas están expresando la sed de Dios. Es una añoranza profunda, inconsciente, de aquel estado original donde el Creador se relacionaba con la criatura en una armonía perfecta que satisfacía las necesidades del espíritu, la espiritualidad.  

La espiritualidad no cristiana es, por lo general, panteísta; la divinidad no es un ser personal que se comunica, sino un algo impersonal que está en todas partes. La espiritualidad cristiana está en las antípodas de esta creencia; se basa en un Dios personal que se comunica (la revelación) y que quiere vivir en y con nosotros. Toda la espiritualidad cristiana se podría resumir en una sola frase: “Y ya no vivo yo mas vive Cristo en mí”. Esta inhabitación de Dios en nosotros a través de Cristo constituye el rasgo más distintivo de la espiritualidad bíblica.

 

P. Además del modelo perfecto de Jesús, ¿hay algún personaje histórico o algún modelo que te parezca inspirador a la hora de vivir esa espiritualidad cristiana?

R . En la Biblia encontramos muchos modelos. Hebreos 11, por ejemplo, nos ofrece una lista formidable que nos inspira, con una particularidad: incluye no sólo a los gigantes de la fe con nombre propio, sino también a aquellos personajes anónimos, despreciados y desechados por el mundo que anduvieron errantes como parias de la vida.

El resto de la Escritura es rico modelos que inspiran nuestra espiritualidad. Enoc, el hombre que caminó con Dios; Abraham, “el amigo de Dios” ;  Moisés, a quien el Señor hablaba cara a cara; Débora, destacada líder en tiempos de los jueces; Ana, la madre de Samuel;  María, la madre de Jesús cuyo cántico, el Magnificat, es una joya de la espiritualidad cristiana. Y ¿qué diremos de José, tipo de Cristo, o de Daniel? Fueron hombres que encarnaron de forma admirable esta espiritualidad equilibrada en sus dos alas.

También en el Nuevo Testamento encontramos bastantes modelos. Me llama la atención el apóstol Juan quien le escribe  a su amado Gayo: “Deseo que prosperes en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Jn.v.2). Juan no solo se preocupó por el crecimiento espiritual de Gayo, sino también por su bienestar físico y global. Esta espiritualidad integral es la que encarnó el Señor Jesús y la que somos llamados a imitar.

En la historia de la Iglesia y entre nuestros contemporáneos podemos encontrar también modelos que nos estimulan. Todos ellos tienen un rasgo en común: fueron hombres y mujeres de oración y de acción. Ahí vemos de nuevo las dos alas de la espiritualidad: la búsqueda de Dios (oración) y la preocupación por lo humano (acción).

 

“La espiritualidad cristiana sólo se puede vivir en plenitud si se vive en comunidad”

P. Otro de los temas del curso es la vida en comunidad. Hay muchos cristianos que quizás encuentran esto como un desafío. ¿Qué consejo darías a quienes luchan con este aspecto?

R. La espiritualidad cristiana solo se puede vivir en plenitud si se vive en comunidad. Cuando Pablo habla de comprender toda la plenitud del amor de Cristo (Efes. 3: 18) escribe:“..para que seáis plenamente capaces de comprenderlo con todos los santos…el amor de Cristo”. Muchos aspectos de la espiritualidad cristiana solo se pueden vivir de forma plena en comunidad. Cuando nacemos de nuevo, nacemos también a una nueva familia, como bien refleja la historia de la Iglesia Apostólica en el libro de Hechos, por cierto una mina muy rica a la hora de estudiar la espiritualidad cristiana.

 

P. Con la rutina y el día a día, puede costar encontrar un espacio para vivir esta espiritualidad. ¿Qué consejos o hábitos prácticos recomendarías para integrar la espiritualidad en la vida cotidiana?

R. El apóstol Pablo le aconsejó a Timoteo: “Ejercítate en la piedad” Algo así como “haz gimnasia espiritual”. Hay que hacer ejercicio espiritual para desarrollar bien las dos alas.

Este ejercicio lo realizamos de dos formas. Por un lado, dedicando tiempo a solas con Dios. Ahí entrarían la oración, la comunión y la meditación en la Palabra de Dios. Todo ello nos permite “elevar el alma al cielo”, como dice el salmista (Sal. 143:8).

Pero también ejercitamos la espiritualidad mediante las obras de amor. Me gusta mucho esta expresión “obras de amor” que encontramos varias veces en el Nuevo Testamento. Estamos ejercitando la espiritualidad también cuando amamos y servimos al prójimo porque no podemos olvidar que esto es parte integral de la espiritualidad.

 

P. Por último, ¿cuáles crees que son los mayores retos para vivir una espiritualidad cristiana hoy en día?

R. Creo que el mayor enemigo está en los ídolos y las ideologías comentadas al inicio.  Sobre todo, el peligro de buscar una fe o una forma de vivir la vida cristiana que no me exija mucho, que me haga sentir bien o que no me requiera compromiso. La forma de ser de este siglo nos envuelve con su individualismo y su hedonismo y va mermando nuestra espiritualidad tanto personal como comunitaria, va apagando el “fuego del Espíritu”.  

 Una amenaza importante hoy  viene del laicismo, una religión laica que busca limitar la fe y la vida cristiana al ámbito privado. “Tú en tu casa haz lo que quieras, pero fuera de casa no puedes manifestarte como cristiano”. Esta represión creciente de la espiritualidad cristiana es uno de los mayores retos que ha de afrontar la iglesia en el siglo XXI. Necesitamos valentía para ser cristianos, no solo en casa, sino también fuera de casa.

La espiritualidad no es una chaqueta que te puedas quitar y poner a demanda. La espiritualidad cristiana es una forma de ser, una forma de estar y una forma de vivir en el mundo sin ser del mundo. En palabras de Cristo, la espiritualidad es: “Yo en vosotros y vosotros en mí”. ¡Gran privilegio y gran reto es el cultivar esta relación!

Si este tema te ha resultado interesante y te gustaría saber más, puedes consultar la página web para realizar la inscripción al curso vía formulario, o si lo prefieres enviar un mail al correo [email protected]. El curso se impartirá cada lunes desde el 7 de abril hasta el 16 de junio. Las clases serán impartido en su mayor parte por Pablo Martínez con la colaboración para temas específicos de Jonatan Mega, pastor, graduado en Teología y estudiante de  Historia; Higini Cortés, licenciado en Teología y profesor en el CEEB y Jaume Llenas, licenciado en Derecho, coordinador de los GBG y del Movimiento Lausana. Las inscripciones están disponibles en este formulario.

 

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